Ruina del Dominio Colonial
El
fallecimiento del Gobernador de la Capitanía General de Chile, Don Luis Muñoz
de Guzmán, de forma repentina el día 11 de febrero de 1808, será el comienzo
del proceso que llevaría a la emancipación del país. Aquel triste suceso, llevo
a la Real Audiencia a reunirse de forma apresurada en la mañana de ese mismo
día, para escoger, en calidad de interino, a quien reemplazaría al difunto
presidente. Basándose en la real orden
del 23 de octubre de 1806, donde el Soberano (Rey Carlos IV), dispuso: “en
todos los Virreinatos y gobiernos de Indias en que haya Audiencia, recaiga el
mando político, militar y presidencia, en los casos de muerte, ausencia o
enfermedad del propietario, en el oficial de mayor graduación que no baje de
Coronel efectivo de ejército, no habiendo nombrado S.M. por pliego de
providencia; y que en el caso de no haber oficial de dicha clase o mayor,
recaiga en el oidor decano y no en el acuerdo.”
(Historia General de Chile. Tomo VIII, Barros Arana, Diego.
Parte Sexta: Primer periodo de la Revolución de Chile de 1808-1810. Capítulo
Primero. Página 10. Editorial Universitaria. Centro de Investigaciones Diego
Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Gráfica Andros.
Santiago, Chile. Enero 2002).
La
discordia entre los poderes dentro de la Capitanía General de Chile, surgió
ante lo dispuesto por la Real Audiencia, al ver que varios militares no
aceptaron acatar la resolución establecida, por ley, por la institución de la
administración colonial. El cargo de
Gobernador Interino, fue otorgado al oidor de Regencia Juan Rodríguez
Ballesteros; designación que, aparentemente, la oficialidad del ejército,
consideraba arbitraria al interpretar la norma expuesta en el primer párrafo y
denigrante para los militares en servicio en el país. Siempre es importante
colocar un ejemplo de esto, que ha ido marcando un derrotero que llevaría al
deseo de emancipación de Chile, el evento relatado en los párrafos anteriores
era una de varias causas internas y externas que se desarrollaron en país y el
mundo. Era el coronel, Luis de Álava, el Intendente de la ciudad de Concepción,
quien además ostentaba el grado de caballero de la orden de Santiago y ser
miembro de una de las familias más distinguidas de España que ha entregado a
este país e imperio algunos notables militares y marineros. El coronel, don
Luis de Álava, había llegado a Chile en el año de 1789, con el grado de
Teniente Coronel y nombrado por el mismo rey Luis IV, como Gobernador del
puerto de Valparaíso, del cual es sacado para ser nombrado como Intendente de
Concepción y el ascenso al rango de coronel de infantería, bajo la real orden
del 2 de diciembre de 1795.
El
coronel Luis de Álava, destacaba por su comportamiento celoso por el servicio
del Rey, pero ya anciano destacaba aún más, carecer de inteligencia en sus
acciones, testarudo y con la habilidad de entrometerse en todo orden de negocio
y mostrándose inflexible en el cumplimiento de las ordenes reales y creyendo
que su misión, como poder público, era templar las costumbres por medio de
bandos, de la misma forma que otros sujetos que ostentaban altos cargos a
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Don Luis de Álava se ganaba así la
animadversión de los habitantes de la provincia de Concepción, pero no tuvo
ningún menoscabo en sumando, e incluso se vio fortalecido dado que el Rey lo
había confirmado en el mando superior de las armas de la provincia, a pesar que
habían oficiales de mayor graduación y antigüedad que él, como lo era el
Brigadier Pedro Quijada, a quien por normas coloniales dictadas por el poder
monárquico le correspondía el mando de las fuerzas militares de la provincia.
El
Brigadier Pedro Quijada poseía varios años en servicio en el ejército colonial
en Chile y tenía el grado de Brigadier otorgado por Real Cédula del 4 de septiembre
de 1795, por lo cual sus pretensiones, estaban avaladas por las normas reales
establecidas para la asignación de cargos y mando dentro de las colonias y de
la Capitanía General de Chile. Los juegos políticos comenzaron a mostrarse y de
los cuales, al parecer, han sido heredados hasta el día de hoy, donde el juego
de intereses y nepotismo; las “virtudes”, de familia son consideradas heredadas
por quien aparece nominado a un cargo o mando, aunque carezca de los dotes para
desempeñarlo. Así, lo protestado por el Brigadier Pedro Quijada, para que fuera
asignado el mando de las armas de la provincia, fue sometida el litigio por
este cargo que tenía con el coronel Luis de Álava, al mismísimo Rey español,
para que el resolviera, aunque basándose en la Real Orden emitida el 24 de
junio de 1798, exponía que aquel privilegio lo tenía el Intendente de la
provincia, no importando el grado de los otros militares que residiesen en la
región. Luis de Álava no tenia mas superiores que el Gobernador de la Capitanía
General de Chile y Capitán General del país.
Así el cargo quedaba en las mismas manos de quien ejercía las funciones
de Intendente de Concepción.
Pedro
Quijada era un hombre de unos sesenta y cuatro años, con una salud bastante
quebrantada, lo cual lo imposibilitaba salir de casa, lo cual llevaba al Rey a
nominar con el mismo rango de brigadier a Francisco Antonio García Carrasco, el
día 23 de noviembre de 1806. García Carrasco, como se verá en el desarrollo del
libro fue un personaje oscuro, aunque diez años menor que Pedro Quijada y, por
lo tanto, se mostraba más fuerte y vigoroso. Antonio García Carrasco, fue uno
de aquellos militares de oscuro proceder, escaso prestigio, de poco animo que
permitiría a Luis de Álava y su arrogancia ser vilipendiado, si no fuese que a
su lado un hombre enérgico, seguro y firme en sus convicciones, que llevaría a
García Carrasco poder tomar el cargo de Gobernador Interino de Chile. Esta
persona era el joven abogado de origen trasandino, arraigado en la región de
Concepción, y acérrimo independentista, Don Juan Martínez de Rozas.
Las
intrigas políticas de ese tiempo, donde los nexos y amistades eran parte
relevante para el sostenimiento de sujetos, que por su avanzada edad o por sus
escasas capacidades se sostuvieran en cargos dentro de la administración
colonial e incluso en puestos como el de Gobernador de la Capitanía General de
Chile, permitieron mostrar a la figura de Juan Martínez de Rozas, como un
personaje hábil, cuya actitud o comportamiento de claro oscuro proceder, lo
llevaron a encumbrarse a un liderazgo político superior a quienes poseían los
más altos cargos en el país. El Doctor Rozas, se convertía en una verdadera
institución de una sola persona y potencia en las regiones al Sur del rio
Ñuble. Los estudios en derecho en la Real Universidad de San Felipe, en
jurisprudencia civil y administrativa y su conocimiento del latín, lo que le
había permitido leer varios libros escritos en este idioma. Lo hacían un hombre
de una cultura superior, constituyéndose en uno de las personas con un saber
superior a la media de quienes ostentaban cargos públicos y muy superior al de
los habitantes de nuestro país.
En
ese tiempo, dentro de las colonias del Rey existía lo posibilidad para que las
personas se instruyeran, permitiendo que muchos criollos o españoles nacidos en
las colonias tuvieran un buen acervo cultural, lo cual, Rozas aprovecho para adquirir
mayor preparación y saber. Juan Martínez de Rozas, además tenía conocimiento de
francés, que le permitía realizar traducciones hacia y desde ese idioma,
Mientras vivió en Santiago desempeñando las funciones de Asesor de la Capitanía
General, se había imbuido en las escuelas filosóficas del siglo XVIII y se
familiarizaba con las doctrinas que buscaban acabar con los cimientos de toda
organización del viejo régimen monárquico, en los libros existentes en la
biblioteca de José Antonio Rojas. El
abogado Juan Martínez de Rozas, en Concepción, se había transformado en una
persona pensativa y propagador de las ideas libertarias, que eran absorbidas
por jóvenes capaces, inteligentes y resueltos, transformándolo en un sujeto
peligroso para las autoridades coloniales y para el Imperio español en la
región. Las autoridades españolas, tanto eclesiásticas, militares y civiles,
transmitieron al Rey y otros cargos superiores (Virreyes, entre otros), acerca
de la injerencia de Martínez de Rozas en el movimiento revolucionario,
propagando teorías subversivas en la población joven y perteneciente a las
familias más distinguidas del país y de la región de Concepción.
Dos
años antes de la constitución de la primera Junta Nacional de Gobierno, Juan
Martínez de Rozas vivía en Concepción distanciado de toda actividad política y
cargo dentro del gobierno colonial de Chile, conservando su grado de Coronel de
Milicias y el mando de un batallón de Milicia de Caballería Urbana. La muerte
de Muñoz de Guzmán, le permitió su retorno a la vida pública. Hábilmente,
Martínez de Rozas, exponía a ciertos grupos militares, lo que él comprendía que
era ilegal la designación realizada en Santiago para ocupar el gobierno
vacante, entendiendo como abusiva y absurda la pretensión del Intendente Álava,
cuando reclamaba el mando para sí el mando supremo. Hallándose enfermo y en casa
el Brigadier Quijada, correspondía por ley el cargo de Gobernador al Brigadier,
Francisco Antonio García Carrasco. Percibiendo que García Carrasco era un
personaje oscuro y sin prestigio social, iba a ser él (Martínez de Rozas),
quien gobernaría el reino, producto de la gratitud ilimitada que tendría García
Carrasco con él. Producto de esta creencia, Martínez de Rozas puso en juego
toda su empeño intelectual, político y social para el logro de este objetivo.
Antonio
García Carrasco se encontraba en los años de 1808 en la ciudad de Concepción
por orden del difunto Capitán General, se encontró con la carta del regente
notificándole acerca de la investidura de su persona como Gobernador Interino.
Y con la finalidad de allanarse el reconocimiento de los militares de mayor
graduación de capitán, justificaba la reunión a la cual los citaba para el 4 de
marzo, en la guerra contra Gran Bretaña, donde se confirmaba la aceptación de
todos los militares , que García Carrasco asumiera las responsabilidades, de
forma interina, del gobierno político, la presidencia y la dirección de todas las fuerzas militares
en el país; esto por ser el militar de mayor graduación existente en la
Capitanía General de Chile. Producto de esta convención, García Carrasco
contestaba por oficio al regente que se retrajese de la anterior nominación (Luis
de Álava), en la presidencia del país, en carácter interina, apelando para ello
en los preceptos imperiales y poder del Rey, a cuyos mandatos no podía omitir.
Lo
anterior llevó a los militares del ejército de la frontera a tomar una actitud
opositora a lo propuesto por la Real Audiencia, -como se expresó al comienzo de
este capítulo-, generando en esta ultima institución una gran perturbación y
temor. Seria las primeras demostraciones de una sublevación que podría
transformarse en rebelión que llevaría al derrotero revolucionario
independentista mucho antes que la instauración de la Junta de Gobierno del 18
de septiembre de 1810, pero de una forma violenta y por la vía de las armas.
Esto logró ser apaciguado por la acción hecha por Francisco Antonio García
Carrasco, al remitir una carta al regente donde exponía su beneplácito para ser
envestido en el cargo vacante. Aunque no estuvo exento de situaciones de temor
o miedo, producto que algunos oidores, faltos de determinación no sostuvieron
lo sentenciado por ellos el día once de febrero, dado que, en aquel fallo,
aparentemente sin respeto a las normas jurídicas reales, lo cual los llevaba a
evadir la responsabilidad que el rey les imponía al realizar la elección de
Luis de Álava como Gobernador Interino. En este juego político y de intereses
personales, que se mostraba bajo el manto de una vacilación, llevó a los
miembros de la institución gubernamental a solicitar al fiscal José Antonio
Moxó, barón de Juras Reales, sujeto que en su carácter de magistrado había
alcanzado gran fama por haber sido profesor de jurisprudencia en la Universidad
de Cervera, en Cataluña y por las relaciones familiares y sociales que poseía.
Moxó en su envestidura de magistrado o fiscal, aseveraba que el mando supremo
tenía que recaer en el militar de mayor graduación que existiese en todo el
reino de Chile y que existiendo dos o más debía ser elegido el más antiguo de
ellos. La Real Audiencia aceptando el informe de Antonio Moxó, aparentaba que
procedía por lo expuesto por él (fiscal Moxó) y no por la amenaza de
sublevación realizadas en sus declaraciones por la Junta de Guerra de los
militares existentes en Concepción. La Real Audiencia volvía todo a cero y con
fecha 12 de marzo ofrecían al Brigadier Pedro Quijada el cargo de Gobernador
Interino.
Como
se expuso anteriormente, el brigadier Pedro Quijada se encontraba agravado por
dolencias que le impedían salir de su hogar, dada su edad, por lo cual, su
negativa para asumir el mando del país no se dejó esperar, apelando a sus
achaques y dolencias que lo llevaban también a su retiro como militar. Producto
de ello, quedaba como el único oficial de mayor graduación, el también brigadier,
Francisco Antonio García Carrasco, quien recibiría el mando del país, tomando
como su secretario a Juan Martínez de Rozas. Ambos sujetos que poseían un
abismo de distancia entre las ideas de uno y otro, en ese momento crucial,
requerían las virtudes de uno y el cargo del otro para cumplir sus anhelos
personales. Francisco Antonio García Carrasco reconociendo sus carencias para
la dirección político-administrativos y la gestión de negocios gubernamentales,
requería de un sujeto a su lado que fuera hábil y experimentado en eventos
jurídicos, políticos y administrativos, que además diera prestigio a su
administración y este era Juan Inocencio Martínez de Rozas. En tanto, este
ultimo aficionado a la vida pública y aburrido del alejamiento que había
sufrido en estos años, aceptaba aquella, aparente modesta posición política de
asesor del Gobernador Interino, pero se lleva a suponer a la distancia de los
años, que Martínez de Rozas, inspirado en las ideas revolucionarias de los
pensadores del siglo XVIII, vio en este nombramiento la coyuntura para el logro
de sus sueños emancipadores del país, y que pondrían en dificultades y complicaciones
a la administración de García Carrasco. El desarrollo de los eventos
posteriores y la acción activa de Martínez de Rozas en ellos, justifican la
idea anterior.
A
pesar de todo lo anterior, en el año 1808, nadie en la Capitanía General de
Chile, aún los más opositores al régimen imperante y los que con más vehemencia
exponían las ideas libertarias, y las reformas políticas y administrativas,
podían imaginar la proximidad del proceso emancipador.
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