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martes, 1 de julio de 2025

Coronel Juan Francisco Sánchez y Seixas

 



Juan Francisco Sánchez, es de aquellos personajes de la historia que tuvo una gran importancia para comprender la formación del temperamento chileno. Un oficial brillante, hábil que supo superar las crisis a las cuales se vio enfrentando, a pesar de sus virtudes militares y el ojo estratégico con la cual enfrentó la batalla de San Carlos, su formidable liderazgo que hacia que sus hombres respetaran sus ordenes, cumplieran sus palabras y confiaran en las decisiones que tomaba. Aislado en  Chillán entre 1813 y 1814, sin obtener los abastecimientos requeridos para continuar la guerra, en momentos que la ciudad antes mencionada, se transformó en el único bastión realista en el país y con decisión, terquedad y liderazgo, logró recuperar el territorio entre el rio Ñuble y el Biobío, para el Imperio.

Había transformado a las tropas del rey, en partidas de guerrilleros, que asolaban la región y hostigaban a las tropas patriotas que eran sorprendidas, asaltaban los pueblos donde se encontraban en manos de guarniciones de soldados de la patria y "recuperaban", ganado y todo implemento que juzgaban necesario y vital para proseguir haciendo la guerra. Sorprendían a las caravanas de municiones y abastecimientos a las compañías existentes en Concepción, Los Ángeles y las que sitiaban Chillán. Vio la necesidad de dotar a todos sus hombres de monturas, para realizar acciones lejanas a la urbe cercada, y hacerlas con la celeridad y rapidez que exigía ese tipo de guerra, que llevaba a los patriotas a entrar y salir rápidamente de los lugares y campos donde actuaban. Muchas de las batallas que sucedieron en esos tiempos, que se dan como victoria a los patriotas, fueron por la forma de proceder de aquellas partidas que heredó en su accionar, el mismo Capitán Vicente Benavides en la campaña conocida como "Guerra a Muerte" y quienes prosiguieron la lucha por el Rey, como fueron los "hermanos Pincheira".

Juan Francisco Sánchez, nació en Betanzos, Galicia por el año de 1757, en marzo de 1773, a sus 16 años sirvió como soldado en el regimiento de Galicia, y en el transcurso de diez años de servicio obtiene las jinetas de Sargento y posteriormente de Subteniente. Combatió a la coalición liderada por los franceses en la "Guerra del Rosellón",  en el frente de Guipúzcoa para ser pronto enviado a cruzar el Atlántico y arribar a Concepción, con el grado de Capitán del regimiento Fijo de Concepción establecido en Penco. 

Producto de los años de la consolidación de la Junta de Gobierno en la Capitanía General y por no jurar fidelidad a esta y mantenerse fiel a España y su soberano, fue relegado a las defensas costeras del rio Biobío, específicamente en el fuerte de Santa Barbara, donde permaneció hasta el desembarco  en el puerto de San Vicente del Brigadier Antonio Pareja y la posterior ocupación de Concepción.

Después de la Sorpresa de Yerbas Buenas y al caer gravemente enfermo el Brigadier Antonio Pareja, y las largas marchas que realizaron en plena estación de lluvias en la región, asumía al llegar a Chillan el mando de las tropas, entregado por el mismo octogenario almirante y brigadier, Antonio Pareja, antes de expirar (21 de mayo de 1813).

Se dice que el Coronel Sánchez, tenia poca experiencia para el mando de hombres, lo que se desdice, por el defensa y organización para hacer frente a las divisiones patriotas que les perseguían , combatiéndolas en el sector  de San Miguel de Abremos, y que hoy se conoce como la Batalla de San Carlos. En esta conducta de bajo perfil y de indecisión con la cual se intenta mostrar en la historiografía chilena, se expresa que estaba fuertemente influido por sus asesores, como era el el fraile franciscano, Juan de Almirall.  Con el logro obtenido de hacer retirar a las tropas patriotas que lo sitiaban en Chillan, alcanzaban a aislar al general José Miguel Carrera en Concepción, perseguir a las partidas de Milicianos de la Laja que comandaba el Coronel Bernardo O´Higgins y mantener el otro lado del Itata, a la división comandada por Juan Mackenna y Juan José Carrera.

Con ese augurio y la idea de solicitar ayuda al Virrey para que enviara nuevas tropas y armamentos , entregaba cartas para que viajara a otro sacerdote hacia el Callao y le entregase al Virrey Abascal, Aquel sacerdote ayudo a que el Virrey del Perú determinara entregar el mando a Gabino Gainza, a quien le entrega los refuerzos y las provisiones para los hombres que mantenían la lucha por recuperar el país para el imperio español. 

Juan Francisco Sánchez, encontró en los oficiales y dirigentes políticos coloniales sus peores enemigos, que al interior de la fuerza que dirigía horadaban su mando y jerarquía entre la tropa y el Virrey. Es un poco como el habito de los chilenos de denostar a quien triunfa.  

Su lealtad a la cual confunden con terquedad, llevó a Sánchez a mantener a los hombres del rey cohesionados despues de las batallas de Chacabuco (1817) y de Maipú (1819), logrando recuperar el mando de las fuerzas del rey después de la huida de Mariano Osorio hacia el Perú y conformando una fuerza guerrillera a la usanza de la realizada durante el Sitio de Chillan y que delegó al Capitán Vicente Benavides, para marchar hacia Valdivia y despues al Callao.

Lo que sucedió con él en el Perú, se pierde en la documentación histórica y la falta de elaborar una investigación acerca de este hombre que la historia que no se quiere contar lo llevar a trascender y adquirir un ribete de gran importancia en el desarrollo de Chile, a pesar que la historia y el tratamiento dado a ella, lo denostan, aminorado en los hechos y en la historia, mostrándolo como un sujeto terco, sin capacidades de gestión, fácil de dominar...pero es la demostración de un héroe que supo mantener su palabra, su lealtad jurada y   la habilidad para adaptarse a los hechos y las vicisitudes que aparecían en su existir. Es un hombre que falleció "con las botas puestas", defendiendo la causa del rey, ya perdida en América, haciendo que en una marcha por la sierra peruana, a sus sesenta años, su alma se desprendió para elevarse alos cielos en búsqueda de nuevos batallas por luchar.




 



Como se expresó anteriormente, Juan Francisco Sánchez, reorganizó a las fuerzas del rey en Chile, para que pudieran adaptarse a las diferentes formas y tipos de combatir:

1.- Tácticas de Guerrillas
Las creó y formó haciendo que todos los hombres de las diferentes ramas  supieran montar, con el fin de establecer grupos de hombres para realizar ataques sorpresa y hostigar a las fuerzas patriotas.
2.- Combatir en terrenos difíciles.
Entrenó a las fuerzas realistas para combatir en terrenos difíciles, como montañas y bosques, permitiendoles aprovechar el terreno a su favor.
3.-Uso de la Caballería.
Logro conformar una fuerza de caballería ligera, que permitiera hacer un eficiente uso de esta rama militar, con el objetivo de realizar reconocimientos, hostigamiento a las tropas patriotas y destrucción de estas en los momentos que los jefes de partida juzgaran factible.
4.- Autonomía en las misiones
Entregaba la capacidad de decidir a los jefes de acción para coordinar acciones en conjunto, o de enfrentar a las tropas patriotas en combate formal, siempre y cuando juzgaran que las condiciones para hacerlo eran favorables, si no, golpearlos y huir hacia los puntos previamente acordados para reunirse.
5.- Fortificación y Defensa
Logró que las fuerzas realistas se enfocaran, también, en la fortificación y defensa de posiciones claves y ciudades  que juzgaban vitales para continuar la guerra, utilizando técnicas de ingeniería militar para construir y preservar  fortificaciones y trincheras.

Campañas del Sur: 5. El Pueblo Chileno demuestra su adhesión al Rey Fernando VII

 



La acción llevada a cabo por Napoleón a España, al ocuparla en el momento que el renunciado Rey Carlos IV permitió a su aliado ingresar a territorio español para invadir Portugal. La Metrópoli del Imperio se veía invadida y su Rey Fernando VII apresado y llevado cautivo a Francia, esto afectaba la información que llegaba a sus colonias americanas al anunciarles siempre diferentes sucesos y Chile no estaba afecto a estas noticias, donde se incluían aquellas cuya finalidad era generar incertidumbre y temor dentro de las poblaciones existentes en las colonias americanas. Producto de esto se realizaría una febril actividad propagandística al interior del país y en especial en Santiago, llevando a ver una serie de proclamas manuscritas destinadas a persuadir la fidelidad de los chilenos a su legítimo rey: “Una de ellas llevaba este título: “advertencias precautorias a los habitantes de Chile”. Excitándoles a conservar su lealtad en defensa de la religión, del Rey y de la Patria, sin escuchar a los sediciosos que sugieren ideas revolucionarias con motivo de los últimos sucesos en España”. Su autor, que no daba nombre, recordaba con gran efusión de fidelidad al soberano legítimo, aunque con muy poco arte literario, exponía los desgraciados acontecimientos de la metrópoli y pedía a todos los chilenos que se mantuviesen unidos, que reconociesen a la Junta de Sevilla como el gobierno de la nación y que abrigasen la confianza de que España saldría victoriosa en la lucha que se iniciaba y que repondría en el trono a Fernando VII…” (Historia General de Chile. Tomo VIII. Diego Barros Arana. Parte Sexta. Primer Periodo de la Revolución de Chile de 1808 a 1814. Páginas 37 y 38. Centro de Investigaciones Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile-2002).

                La proclama expuesta en el párrafo anterior, tal como expone Barros Arana, daba luces que, en la población de la Capitanía General de Chile, “existían personas de espíritu díscolo, hombres desalmados e hipócritas, falsos profetas que anunciaban desgracias con miras interesadas en trastornos” (Historia General de Chile. Tomo VIII. Diego Barros Arana. Parte Sexta. Primer Periodo de la Revolución de Chile de 1808 a 1814. Página 38. Centro de Investigaciones Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile-2002). Las exposiciones redactadas en favor del Rey, en contra del trono usurpado por el tirano francés y la idea de preservar o resguardar los territorios coloniales de América para el Rey Fernando VII, muchas veces elaboradas con mal estilo, pero con fuerte emoción conllevaban a persuadir a la población para mantener la lealtad al Rey Fernando VII y a las Juntas de Gobierno establecidas en España, como la de Sevilla. Estas notas de gran persuasión produjeron lo esperado dentro de los habitantes del país y en especial en las ciudades de Santiago y Concepción. En aquellas notas que la población de Chile se dejaba persuadir y demostrar su lealtad al Rey cautivo, también comenzaba a exhibir una diferencia de pensamientos e ideas, donde ciertos sujetos en sus exposiciones y pasquines dejaban traslucir pensamientos emancipadores en el país, a pesar de mantenerse leales al rey español, Fernando VII y a la Junta de Gobierno existente en Sevilla, España.

                Uno de estos manifiestos expuestos públicamente donde no figuraba quien lo había escrito, fue adjudicado al escribano del Consulado del Virreinato de Nueva Granada (Colombia, Panamá, Ecuador), Don Ignacio de Torres. Al ver lo redactado en aquella nota, los enemigos más acérrimos de toda idea que expusiera algún precepto ideológico vinculado a la libertad y la independencia de las colonias en América, se alarmaron ante el nuevo peligro que surgía, solicitando a las autoridades que se castigase al autor de dicho escrito. Los capitulares de Santiago “observando que ese escrito es calumnioso a la constante fidelidad que anima a todo este pueblo hacia su augusto y amado soberano, que tiene por objeto sembrar discordias y anunciar ideas perjudiciales a la educación popular por el medio hipócrita de amonestar a los fidelísimos vecinos de Santiago  a separarse del espíritu de facción contra el Estado, cuyos crímenes jamás se han advertido en el país, que además,  está lleno de contradicciones y falsedades que comprueban la maligna intención del que lo ha firmado, resolvieron se pasase  con el correspondiente oficio al muy ilustre señor presidente, solicitando se sirva a su señoría formar la correspondiente sumaria  en pesquisa de su autor y, que descubierto, se le impongan las penas que dictan las leyes contra los crímenes de primera clase”. (Historia General de Chile. Tomo VIII. Diego Barros Arana. Parte Sexta. Primer Periodo de la Revolución de Chile de 1808 a 1814. Página 38. Centro de Investigaciones Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile-2002).

                El escribano, Ignacio de Torres, al conocer los cargos que se le imputaban producto de la expuesto en aquel manifiesto manuscrito, que al igual que muchos, habían sido redactado desde la emocionalidad de la persona, hizo que aquel escribano del consulado de Quito se presentase ante el Gobernador, Francisco Antonio García Carrasco, con la propósito de mostrarle su lealtad al Rey Fernando VII y  que las causas que lo motivaron a redactar aquel Manifiesto, nacieron de las discusiones que había enfrentado con diferentes personas  dentro de la ciudad de Santiago, porque ante una situación de invasión francesa al país, los habitantes de la Capitanía General de Chile, tenían el derecho y el deber de insurreccionarse contra toda dominación extranjera. Aquella nota manuscrita era motivada en defensa de Dios, la religión y el Rey, culminando con la osadía de ofrecer su propia vida por mantener aquello. Este evento deja en claro la existencia en 1808, de personas que ya soñaban obtener la independencia de las colonias americanas y liberarse del control del Imperio español. Aquellas acciones permiten hoy en día lograr apreciar que tres años antes de la creación de la Primera Junta Nacional de Gobierno en Chile (18.09.1810), había luces en ciertas personas del país de soñar con lograr emanciparse de España. Se vera posteriormente que las ideas políticas de Ignacio de Torres, irían alterándose al compás de los hechos y del momento, llevando a este sujeto a ser uno de los asistentes al Cabildo Abierto del 18 de septiembre de 1810, donde se constituyó el primer Gobierno Nacional de Chile. Ignacio de Torres tomaría parte en varias manifestaciones patrióticas durante el primer periodo de la revolución, que se conoce como Patria Vieja (1810-1814). El escriba del Consulado de Quito sufriría el confinamiento en la Isla Juan Fernández, junto a otros patriotas, durante la época de la Reconquista.

                El Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, estimaba la inconveniencia de proseguir con los procesos que consideraban algunos personajes sobre las intenciones sediciosas del autor de aquel manifiesto. Al parecer, sus intenciones eran dar ejemplo de lo que depararía a quienes osaran expresar ideas que fueran más allá de la preservación de los territorios coloniales al Rey español retenido por los franceses, Fernando VII. Lo único que lleva a suponer, a la distancia de los años, que ya en los años de 1808 y 1809, existían personas dentro de la Capitanía General de Chile que soñaban con la emancipación del país y cimentaban sus esperanzas en la posibilidad que se generaba al ver que el trono imperial español había sido usurpado por un monarca extranjero y las colonias podían constituirse en gobiernos “provisionales”, del mismo modo que las Juntas que se habían establecido en la metrópoli imperial (entiéndase esta por España), y negar así, obediencia al usurpador y a través de ello avanzar a una total independencia.

                Como se irá apreciando, el Gobernador Antonio García Carrasco estaba lleno de vacilaciones y perplejidades, su tendencia natural lo llevaba a involucrarse con individuos de dudoso proceder dentro de la sociedad criolla de ese tiempo y tenía un especial afán por encontrarse inmiscuido en hechos de contrabando, corrupción y otras acciones que sólo demostrarían la escasa capacidad que poseía Antonio García Carrasco para liderar y dirigir al país. Basaba su cargo sólo en la autoridad que este daba. Francisco Antonio García Carrasco, mantuvo la confianza que la mayoría de la población de la Capitanía General de Chile se mantendría leal al soberano español, Fernando VII. Lo ocurrido en España generaron en él una inseguridad de tal proporción, que no se atrevió a desconocer el gobierno impuesto por el invasor francés, como tampoco, reconocer a José Bonaparte como el monarca de España y su Imperio. En esta compleja y vacilante situación, Francisco Antonio García comenzó depender de las directrices e informes que recibía de los Virreinatos del Perú y de La Plata, haciendo caso a las instrucciones de Abascal y de Liniers como también a las sugerencias que estos virreyes le enviaban como consejos, pero más cercano a las actitudes del Virrey de Las Provincias de La Plata que al fiel y leal Virrey del Perú, José Fernando Abascal y Sousa.

                El comportamiento irresoluto del Gobernador García Carrasco, hacia que su conducta fuera cavilosa y reservada, y para mantener su autoridad y el poder vio la necesidad que la marcha de los acontecimientos lo llevara a definirse por una u otra opción; en tanto, su superior, el Virrey Abascal desde el comienzo de los acontecimientos que se vivían en España, tomaba la decisión de jurar lealtad al Rey Fernando VII y desconocer al usurpador francés, mientras que el Virrey de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, Santiago Antonio María de  Liniers y Bremond fue más afín al proceder de Francisco Antonio García Carrasco. Santiago Liniers mantuvo una conducta ambigua e insegura de optar desde un principio por una de las dos alternativas, temía por un lado reconocer al emperador impuesto por el francés invasor o jurar lealtad al Rey Fernando VII y a la Junta de Sevilla. La compleja situación existente en plena Metrópoli del Imperio (España), embargaba al Gobernador de la Capitanía General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco, quien en misiva enviada al Virrey de las Provincias del Rio de La Plata, deja traslucir su vacilante actitud: “Excelentísimo Señor: La carta de V.E., de 17 del mes próximo pasado, y su proclama, aumentarían, si fuese posible, la perplejidad y angustia a que me reducían las noticias públicas, de cuyo estado pensaba salir de por medio de su correspondencia. Los principios de rectitud y firmeza que establece V.E., son los que únicamente convienen a esta parte de nuestra agitada nación, y que seguramente nos conducen por el camino de la justicia; pero, el practicarlos con acierto, conservar la unión de ideas y la dirección de uniforme de acciones a un mismo objeto en tan vastos y diversos terrenos, bajo de gobiernos independientes y distantes, sólo puede verificarse por un sistema formado sobre el conocimiento intimo de las cosas y ocurrencias que han de guiar a nuestras operaciones. Felizmente la providencia ha desvanecido la oscuridad que me acongojaba: ya sabemos dónde aplicar nuestros esfuerzos, y veo con la satisfacción que permiten las circunstancias, que en estos habitantes reinan general y eficazmente los más leales sentimientos, y que sabrán imitar el ejemplo de ese valeroso pueblo, que tanto ha influido en estos países. Puede V.E. asegurarlo sin riesgo de equivocarse; y yo creo estar en el caso de afianzar que los moradores todos de este suelo regado con la sangre española, no lo cedan, sino dejando de existir. Aman a sus reyes, son frugales, pobres y belicosos, conservan la memoria de sus heroicos predecesores, y están penetrados de la justicia de la causa nacional, así como del interés que tienen en sostenerla. Estos son los recursos que hacen invencibles y que proporcionan a los que nos tocó la suerte en mandar en tan espinosa época, las satisfacciones que ha merecido V.E. Procuraré seguir sus huellas, me uniré a sus ideas y creo que este es el medio más seguro de hacer ver al mundo entero que los enemigos de la nación  encontrarán siempre, y en todos los puestos de ella la misma resistencia  con que hoy defiende su constitución y a su soberano la Península, a quien debemos ayudar con nuestros auxilios , ejemplo y ruegos al Omnipotente. El día 20 de este mes será proclamado y jurado, con toda la solemnidad posible, nuestro augusto soberano, el señor don Fernando VII. Dios guarde a V. E. muchos años. Santiago de Chile, 17 de septiembre de 1808. Excmo., señor. Francisco Antonio García Carrasco. Excmo. Señor virrey de las provincias del Río de la Plata” (Historia General de Chile. Tomo VIII. Diego Barros Arana. Parte Sexta. Primer Periodo de la Revolución de Chile de 1808 a 1814. Páginas 39-40. Centro de Investigaciones Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile-2002).

                Mientras el Gobernador de la Capitanía General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco, mostraba en su escrito la decisión de seguir por lo que optaba el virrey de las provincias del Rio de la Plata; el Cabildo de Santiago se encontraba abocado a la celebración de la proclamación y jura de lealtad al soberano, emanada por real cedula del día 10 de abril de 1808, en los pocos días que ocupo el trono antes de caer cautivo de los invasores franceses. Para ello se había fijado el día 20 de septiembre de 1808, pero producto de las perplejidades e indecisiones del gobernante y otros miembros de las instituciones gubernamentales de la Capitanía General de Chile, debió aplazarse unos días más, estableciéndose como fecha el domingo 25 de septiembre de ese mismo año (1808).  La proclamación se realizó con toda la solemnidad y estilo, pero con menos estrepito a la hecha en el año 1789, para proclamar a Carlos IV Rey de España y del imperio. Muchos empleados y civiles habían colocado el retrato de Fernando VII en sus sombreros y en los distintos departamentos de la administración de gobierno, se colocaban cuadros del novel rey, Fernando VII; pero ahora no hubo acuñación de monedas y medallas conmemorativas con la efigie del nuevo soberano, como tampoco se lanzaron cambios metálico a la población, aunque la muchedumbre hizo expresiones sinceras y leales en favor del Rey Cautivo, pero en la clase alta de la población se dejaba apreciar un mal disimulado y retraído ademán favorable al rey, producto de los acontecimientos que estaban ocurriendo en el viejo continente, en especial en la Península Ibérica.

                 Aquella conducta contradictoria de los individuos de las familias más conspicuas de la sociedad santiaguina, era dado por el temor que ellos al igual que el Gobernador y algunos miembros de la administración del Estado chileno de ese entonces tenían, en referencia a dejar de ejercer los puestos que realizaban dentro del poder gubernamental colonial en la Capitanía General de Chile. Había un terror en el país a exponer sentimientos en contra del gobierno de hecho que existía en Madrid y que se mostraba cimentado en un poder casi indestructible. Muchas personas altamente caracterizadas vieron en aquellas fiestas en un mero aparato pirotécnico momentáneo, al considerar que el Rey Fernando VII, no volvería nunca más a colocarse la corona de monarca español y del Imperio. En todas las ciudades y pueblos existentes en el territorio de la Capitanía General de Chile, se hicieron acciones que mostraba la lealtad de la población al rey Fernando VII y de menosprecio hacia el usurpador francés.

                Como se ha expresado, dentro de la Capitanía General  de Chile, desde el Gobernador, García Carrasco, hasta los más altos funcionarios de la administración colonial del país, mostraban una actitud que bordeaba la distancia y falta de espontaneidad para manifestar su fidelidad a Fernando VII, no logrando ocultar sus verdaderas intenciones, llegando a incumplir lo dictaminado con fecha 8 de abril de 1808, en un documento, donde se solicitaba a sus dominios en América y otras regiones del mundo, a la acuñación de monedas con la efigie de Carlos IV, padre de Fernando VII, hasta que se recibieran las matrices provenientes de España con el rostro de Fernando VII. Los eventos ocurridos en la península Ibérica, en España no permitieron el envío de estos.

                En Chile el Superintendente de la Real Casa de Moneda, don José Santiago Portales y Larraín (padre de Diego Portales y Palazuelos), en vista de las últimas noticias, pedía a García Carrasco, que se acuñaran monedas con el rostro de Fernando VII, cuyo molde podía hacerse en el país, dada la imperiosa necesidad de hacerlo y sin esperar que las enviaran desde España. Portales exponía: “Importa, que Chile manifieste en sus monedas al monarca que reconoce, pues circulando en todo el orbe culto, servirán de un verdadero manifiesto de su fidelidad y gratitud”. El Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, no permitió la acuñación de estas monedas, excusándose con diferentes pretextos, siendo uno de ellos: “que podían carecer de su valor real”. A ello, además exteriorizaba: “que no lo tendrían, dado que el busto podría no ser igual al original y a las facciones del rostro de Fernando VII, así también, las monedas con el rostro proveniente de las matrices de España, eran las legitimas y por ende darían el valor nominal a las monedas que se acuñarían en el país”.

                El Gobernador García Carrasco a pesar de su ambigüedad política, en pos de mantener su cargo y autoridad alcanzada, confiaba que el pueblo de la Capitanía General de Chile se mantenía leal al Rey de España, Fernando VII, pero esto no era suficiente para haber otorgado la determinación de mostrar su lealtad al Rey cautivo, predominando en este gobernador el temor a perder su puesto político alcanzado, haciéndolo ver ante los ojos de la población del país como un sujeto indeciso y dual. Al igual que García Carrasco, los miembros del Cabildo de Santiago, confiaron en la lealtad del pueblo colonial chileno, abriendo sesión el 8 de octubre de 1808, donde acordaron hacer grandes esfuerzos con la finalidad de auxiliar a la población española en su arrojo por expulsar al invasor francés y proteger la soberanía española, además, conservando su lealtad al Rey Fernando VII. Por ello, esta institución (El Cabildo), organizó una comisión, compuesta por un alcalde y seis regidores, quienes estarían encargados de recopilar los donativos voluntarios, entre todos los vecinos, con el claro objetivo de socorrer a España. La actividad propagandística surgía con gran fuerza; la idea de persuadir a los habitantes y vecinos cercanos a Santiago para que contribuyeran con su esfuerzo, a través de aportes, y solicitando a los cabildos de otros pueblos y ciudades que realizasen lo mismo. En estos dos años de colectas y cobros de tributos, lograron reunir la suma de $50.629 pesos. Transcurridos unos pocos días, el Cabildo de Santiago volvió a realizar una nueva manifestación de fidelidad al rey cautivo (Fernando VII). Como se ve desde el presente, en ese tiempo ya existía la idea de “mostrar una imagen es vital ante los ojos de una masa y de quienes necesitan depositar confianzas en personas, instituciones, corporaciones y gobiernos”.

                La Junta de Gobierno establecida en Sevilla, estaba en conocimiento de las intenciones que poseía Napoleón hacia América, donde el Emperador francés había ya enviado a varios emisarios al nuevo continente con la finalidad de convencer que el emperador francés pensaba en ellas. La Junta de Sevilla temía que los habitantes de las colonias fueran seducidos por esta influencia perniciosa para el Imperio español, determinaron que regresarán a “las Américas”, varios nacidos en ella que prestaban servicios en el Gobierno o en sus fuerzas armadas, con el claro objetivo que contasen el estado de los negocios públicos en la Península Ibérica, la actitud valiente y resuelta del pueblo español por rechazar al francés invasor y de la esperanza de lograr con la ayuda de su nueva aliada, Inglaterra, en su conflicto contra el Emperador, Napoleón Bonaparte. Junto a ello, los emisarios que retornaban a sus tierras, en América, venían también, con el compromiso de reunir los auxilios pecuniarios que se juntasen en cada territorio colonial hispánico, para ayudar a la población española en su guerra contra las fuerzas invasoras de Napoleón Bonaparte. Es así, que con fecha 17 de junio de 1808 eran designados para volver a la Capitanía General de Chile, el Capitán José Santiago Luco y el alférez de navío, Eugenio Cortés; esto permite comprender el porque del retorno de varios oficiales nacidos en Chile, como fue el Sargento Mayor, José Miguel Carrera Verdugo.

                El Capitán José Santiago Luco y el alférez de marina, Eugenio Cortés, habían salido de España junto  al Brigadier José Manuel de Goyeneche, natural de Arequipa, venían, pero, al llegar a Buenos Aires , en agosto de 1808, este ultimo oficial de origen peruano se encontró envuelto en una serie de intrigas; mientras tanto, el alférez Eugenio Cortés fue enviado a la colonia portuguesa del Brasil por orden directa del Virrey Santiago Liniers para hacer entrega de los pliegos escritos por este, a la princesa Carlota Joaquina de Brasil y a su regreso a Buenos Aires debió acompañar al Brigadier Goyeneche al Alto Perú. Solamente el Capitán José Santiago Luco, prosiguió su viaje a la Capitanía General de Chile, llegando a Santiago el día 23 de octubre de 1808, siendo recibido cinco días después en el palacio de Gobierno. El Gobernador García Carrasco, recibía al Capitán José Santiago Luco, el día 28 de octubre, donde debió presentar sus credenciales ante una junta de funcionarios públicos, citados para ello. Producto de este ejercicio político-administrativo, fue reconocido el Capitán Luco como emisario y comisionado de la Junta de Gobierno de Sevilla.

                El Capitán José Santiago Luco mostró ser un personaje totalmente desprovisto de talento alguno y menos tener la capacidad empatía, de una gran indolencia hacia lo que sucedía con otras personas. Su persona era la menos capacitada para entregar las noticias de lo que estaba sucediendo en España y menos, interesar a otros para apoyar la población española en su intento por expulsar al invasor francés. La personalidad del Capitán Luco generó la enemistad del Gobernador García Carrasco, más por cuestiones frívolas de etiqueta que por las noticias que traía, llevando a este último a tener que elegir a otro funcionario para recaudar fondos para socorrer a la Madre Patria.

                Para junio de 1809, se había logrado reunir una buena cantidad de dinero, recibiendo la misión de transportarla, el alférez de navío Eugenio Cortés, que por esos días había regresado a la Capitanía General de Chile, procedente de Rio de Janeiro. Eugenio Cortés salía ese mismo mes en dirección a El Callao con la remesa reunida, la cual, ascendía a 198.189 pesos en monedas de oro y plata; producto de la consolidación decretada por cédula del 26 de diciembre de 1802, unos 50.269 reunidos por otras acciones, siendo sólo 36.500 pesos, se debieron a donativos voluntarios. Posteriormente al envío de estas remesas, se expidieron en los primeros meses del año de 1810, 5.000 pesos recolectados por donativos, que serían los últimos en ser enviados desde la Capitanía General de Chile, dado que el Gobierno Nacional instalado el 18 septiembre de ese año, impidió despachar nuevos caudales hacia la Península Ibérica.

                Desde el año de 1808 hasta la fecha de conformación de la Junta de Gobierno, en 1810, las posturas al interior del país se habían radicalizado dentro de la Capitanía General de Chile y quienes tenían alguna cuota de poder dentro del Estado, despertando en muchos de los habitantes y de las familias de mayor alcurnia e injerencia, el sueño de emancipación.  La idea de independencia en el correr de dos años de haber jurado la población su fidelidad al rey cautivo, muchas personas comenzaban a optar por aquella idea de autogobernarse de forma independiente al Imperio español. Aunque los habitantes del país mantuvieron su interés por los hechos ocurridos en España, el alto grado de perturbación interna los llevaba a ver que el deseo de independizarse como alternativa para frenar aquellas conductas en contravenían lo establecido y la paz existente en el país. Estas verían un incrementó hacia la posición monárquica y colonial, por las acciones en las cuales se vio envuelto el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco; quien con su actuar, había agitado aun más la opinión de la población y aumentado las complicaciones político-administrativas del país, afectando incluso el envió de caudales en apoyo a la guerra que estaban dando los españoles, conocida, también, como: “Guerra de la Independencia de España”. El comportamiento del Gobernador, García Carrasco, llevó a la población de Santiago y sus alrededores a presionar a las autoridades para que este renunciara, dando así, la necesidad de establecer una Junta Nacional de Gobierno, la cual, hasta hoy en día, es considerada su creación como el primer acto de emancipación contra el Imperio español.

 

               

                 


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