martes, 1 de julio de 2025

Las Campañas del Sur. 6.- Monárquicos versus Liberales

 


La historia nos ha cubierto con un manto la situación que vivió España, que hasta 1807 fue un fiel aliado de Francia y su Emperador, Napoleón Bonaparte; esto cambió cuando el “pequeño corso”, solicito al Rey de España, Carlos IV, permiso para que ingresaran a su territorio tropas francesas, con el objetivo de invadir Portugal, quien previo a su abdicación en favor de su hijo, Fernando VII, dio venia a esta petición del Emperador francés. Justo cuando en la Península Ibérica, se vivía el traspaso y coronación del nuevo Rey, las tropas francesas autorizadas por el renunciado rey Carlos IV, avanzaban en dirección a Madrid, en vez de dirigirse hacia las zonas limítrofes con Portugal. Sin derramar mucha sangre, el Emperador francés capturaba a Fernando VII, y lo dejaba cautivo junto a su padre (Carlos IV), en Bayona, mientras sus fuerzas militares ocupaban la capital del imperio español: Madrid.  La respuesta del pueblo español no se dejó esperar, en tanto los miembros de la nobleza española reconocían todo lo que el invasor francés les impuso, incluso la idea de vasallaje a un emperador impuesto por el invasor y nombrado por el mismo Napoleón Bonaparte, como lo era José Bonaparte, uno de los hermanos de Napoleón (los hermanos de Napoleón fueron siete; cuatro hombres y tres mujeres: José, Lucien, Luis, Gerónimo, Elisa, Paulina y Carolina). Estos eventos tuvieron una serie de repercusiones dentro de las colonias del imperio español, en especial en América, donde la incertidumbre ante los acontecimientos sucedidos en plena Metrópoli Imperial, mostraban la desaparición de la Patria Madre y su administración dentro de los territorios coloniales. Los Virreyes y sujetos de los diferentes rangos políticos, en su indecisión por el deseo de preservar sus cargos dentro de la estructura socio-política de los Virreinatos y Capitanías Generales, en un principio se mostraron dubitativos en su opción por mostrar su lealtad en espera que los acontecimientos les permitieran ver por quien podrían decidirse, aunque la población colonial en los diferentes territorios de la América Hispánica, estaban decididos y se mostraban leales al rey cautivo Fernando VII y a la Junta de Sevilla, surgida para proteger los intereses del monarca aprendido por los invasores franceses. Sólo el Virrey Fernando Abascal desde un principio mostró su fidelidad a Fernando VII, en tanto los demás, del Virreinato de Nueva Granada, Nueva España y del Río de la Plata, siempre estuvieron vacilantes de a quién jurar lealtad. Lo mismo ocurría con el Gobernador de la Capitanía General de Chile, quien en su posición se sentía más ligado al Virrey Santiago Liniers que al del Perú, Fernando de Abascal.

 El conflicto dentro de la península ibérica generó una serie de Cortes, como la de Sevilla que destacará sobre las demás donde por asumir el poder hegemónico del rey cautivo, mientras este se encuentre prisionero del invasor francés. La Creación de las Juntas en cada ciudad española, en defensa del Rey Fernando VII, llevará a ser emulado en los territorios coloniales del imperio español, y sería el primer paso, en estas regiones, para ir conformando el ideal de emancipación del “reino donde nunca se oculta el sol”, (España). La situación en España llevó a los territorios de América, en una primera instancia a demostrar su fidelidad al Rey Fernando VII, a pesar que muchos de sus autoridades políticas, más interesadas en preservar sus cargos, mantuvieron una actitud dubitativa, que el mismo tiempo los llevaría a dejar sus puestos, como le sucedió a Francisco Antonio García Carrasco, Gobernador de la Capitanía General de Chile.

 Aquella actitud indecisa de los Virreyes y Gobernadores de las Capitanías Generales, fue la responsable para la creación de las Juntas de Gobierno dentro de la América española, que en un principio se mostraban leales al Rey, pronto abrieron los caminos a los anhelos que guardaban en sus corazones, por ser países independientes del Imperio Español, que les permitiera abrirse al mundo y poder comerciar con otros estados que vivían la Revolución Industrial; esto llevaba a los habitantes de América querer obtener las mercaderías que ofrecían y que sólo lograban obtener las clases sociales más conspicuas del continente americano por contrabando que hacían embarcaciones de origen de origen inglés, estadounidense, holandeses y de otras naciones europeas. España tenía prohibido a sus colonias comerciar con otros países que no pertenecieran a su imperio. Para Alvin Toffler ésta hubiera sido la primera oleada del proceso emancipador en los territorios hispano-americanos, mostrando aún la fidelidad a la autoridad monárquica cautiva. Esto tal vez, por sentir en cada habitante de este continente la misma sensación de cautividad que tenía en esos momentos el Rey Fernando VII en poder del emperador francés Napoleón Bonaparte. Como si el vasallaje que había sufrido al continente americano, ahora el país peninsular lo estaba viviendo en su propio territorio y su población sufriendo los ultrajes que realizaban quienes habían sometido al país, el invasor francés.

Las regiones más conservadores y proclives a continuar con el sistema de vida colonial, fueron las ultimas en tomar acciones emancipadoras. Poco a poco, con el transcurrir del tiempo y de los acontecimientos en España, la ausencia del poder monárquico Borbón, donde el Rey podía establecer las medidas a realizar y las normas, como también las políticas que en las colonias debían imperar se había desvanecido con la misma prisión a la que fue sometida por los franceses, permitiendo al sueño de la emancipación de estos territorios de América se convirtiera en un proyecto factible. La radicalización de la idea de emancipación dependía directamente del vínculo existente entre la autoridad del poder imperial y cada región del imperio, a pesar de vivir la cautividad Fernando VII y gracias a la representación ejercida, primero por las Cortes de cada ciudad de España, donde destaca la de Sevilla y después el gobierno de las Cortes de Cádiz, de donde sacaron la idea las elites coloniales para conformar sus propios gobiernos “protectores de la corona española” , permitieron el avance a un nuevo estadio de la situación que se aprecia como proceso independentista.  La conformación de las primeras Juntas de Gobierno, será visto hasta nuestros días como el primer paso para lograr la emancipación de las colonias de América, para conformarse como estados independientes.

Con las acciones políticas que se venían desarrollando en las colonias y con la venia de las Cortes de Cádiz, de autogobernarse, pronto las elites coloniales buscarían obtener la emancipación de estos territorios al sentir que tenían la capacidad de administrar estos de forma autónoma a las directrices de una monarquía cautiva y que en su reemplazo dirigía desde la distancia una forma de gobierno similar a la instaurada por ellos en cada país de América española. El poder económico de estos grupos de poder que tenían gran injerencia e influencia política en las decisiones que se tomaban en los gobiernos, producto del poder económico y territorial, al ser quienes poseían campos productivos dedicados a la agricultura y ganadería, del mismo modo que la iglesia católica tenía en cada Virreinato y Capitanía General, como asimismo en sectores donde las actividades de Misionero, les permitía hacerse de grandes latifundios.  Junto a ello la actividad comercial de importaciones y exportaciones que también poseían estas familias, en su deseo de lograr obtener el comercio de productos elaborados industrialmente en Inglaterra, Austria, Prusia, Estados Unidos, Francia y Holanda, entre otros países de Europa, llevo a estar en contra de la norma que impedía comerciar a las colonias con otros Estados que no pertenecieran al “Imperio donde nunca se esconde el sol”.  Los estancos establecidos por el gobierno español, sólo admitían el comercializar con otras regiones del imperio, productos agropecuarios y manufacturados (de carácter artesanal), con otras regiones de América y otros territorios del reino español.

 


El rezago histórico que demarcará el devenir de los países americanos, se deberá a la casi inexistente capacidad de sus gobernantes de llevarlos a vivir el proceso de la “Revolución Industrial”, la cual había surgido con gran fuerza en países de habla inglesa, holandesa, francesa y alemana, entre otras, donde incluso Rusia vivía el proceso industrializador en los comienzos del siglo XIX. Si bien la revolución Industrial comienza a mediados del siglo XVIII, en Inglaterra y Europa, uniéndose a este proceso después de su independencia, Estados Unidos, tendrán su relevancia para la adopción en la América Hispánica, por lograr su emancipación del yugo español, que no permitía comerciar con otros países que no pertenecieran al Imperio. Será uno de los granitos de arena que llevará a buscar en cada Virreinato y Capitanía general de las colonias españolas su independencia. Junto a ello, la Revolución Francesa y la época de la Iluminación vivida en Europa en el siglo XVII y XVIII, llevó al surgimiento de pensadores que enfocaban al Hombre como el centro del universo y desplazaban la creencia del poder divino a un segundo plano, llevando consigo a proceso de cambio donde la Burguesía asumía el poder político y económico de cada estado europeo y que se refleja en el cruel proceso vivido en Francia durante la Revolución Francesa, donde los preceptos políticos propagandísticos de Libertad, Fraternidad e Igualdad, se pregonaron con vigor  y el deseo de acabar con los regímenes antiguos de las Monarquías. De este proceso quedaba rezagada España, fiel a la religión y a sus monarcas, cuyo poder emanaba de la misma divinidad. Todo esto llegaba tardíamente a estas regiones, hermanado a la situación que el Rey Fernando VII vivía en manos del invasor francés. Las regiones de América mostraban un rezago industrial mayor al de la Península Ibérica, de la Metrópoli: España.

Desde épocas anteriores a la colonia y al comienzo del siglo XIX, el progreso socio-económico en América, mostraba la capacidad de realizar un proceso industrializador bajo la forma del artesanado. Estos extensos y riquísimos territorios de recursos naturales no renovables, sólo fueron capaces de mantener una producción artesanal y dedicadas solamente a la extracción de estos. Su economía de importaciones que permitía el Imperio español, era a otros Virreinatos y Capitanías Generales y otras regiones del imperio. Los productos que se ofrecían en cada país del continente eran elaborados de forma rudimentaria y casi artesanal por las personas dedicadas a los diferentes oficios en los diferentes de la América española. El lujo y otros requerimientos de la elite social de la América, tales como el té, telas y otras cosas, sólo se lograban por medio del tráfico ilegal de ellos, vetado por las leyes coloniales establecidas por el imperio español, que prohibían todo tipo de comercio con otros países que no perteneciesen a los dominios del reino español. 

En toda la América Hispánica, las familias más conspicuas, fuera de poseer haciendas, se dedicaban a ejercer funciones políticas dentro de los gobiernos de los Virreinatos y de las Capitanías Generales, como también, al comercio exterior, es decir a las importaciones y exportaciones de cada región colonial con otras, como estaba permitido dentro del Imperio Español. Los productos manufacturados en países europeos, EEUU y otros estados que estaban viviendo la revolución industrial y que no estaban bajo el dominio de la monarquía española, eran muy apetecidos por estas familias y personas que habían logrado obtener algún cargo dentro de la administración colonial. Si bien esto, es considerado una causa secundaria para lograr la emancipación de estos territorios, no se puede obviar al apreciar que los preceptos liberales de la revolución francesa, llevada a cabo por la burguesía en contra de la monarquía de aquel país europeo. Libertad, Fraternidad e Igualdad son conceptos que la masonería en su proceso filantrópico y altruista, de poner al hombre como el centro del universo al ser la máxima obra del “Gran Arquitecto” (Dios), había infundido en los lideres de aquella revolución, quienes además se impregnaron de las teorías de poder que hicieron Hobbes, Descartes, Spinoza, Rousseau, Locke, entre otros. Estas ideas filosóficas llegarían a las colonias de España junto a viajeros que retornaban a ellas después de haber vivido un tiempo en la Metrópoli española o en países como Inglaterra y Francia; serán, además, la base ideológica que permitirá afirmar el sueño emancipador en las Américas. A pesar de ello, la indecisión de quienes tenían algún cargo dentro de la administración colonial de los Virreinatos y Capitanías Generales, por optar por la tendencia que reconocía a José Bonaparte como emperador de España, como lo hicieron la nobleza española, y el temor a la reacción de la población de ellas, que en masa habían decidido reconocer al Rey Cautivo, Fernando VII, como su monarca, los llevaban a mostrar aquella ambivalencia y esperando que los eventos les permitieran confirmar a cual bando debían optar. Para los Virreyes con la excepción de Fernando de Abascal, y los Gobernadores de las Capitanías Generales, como era el caso de Francisco Antonio García Carrasco Díaz, al igual que los sujetos de los diferentes cargos dentro de la administración política de estos territorios, esperaban alguna acción que los llevara a decidirse por una de las dos opciones que el Imperio Español se veía enfrentado, o reconocer al emperador impuesto por el invasor francés o por el monarca cautivo, para así no perder el cargo y la autoridad obtenida. Era superior el deseo de mantener el cargo y el salario que este le daba, como el prestigio social que les otorgaba, que obrar bajo preceptos más éticos y de lealtad, como lo fue el del Virrey Fernando de Abascal. La población que no tenía nada que perder en las colonias, obligaba a los responsables de la gestión de la administración de estas a inclinarse por reconocer al Rey Cautivo, Fernando VII. Las elites socio-políticas y económicas de los virreinatos, en especial las de México y del Perú nunca desearon romper los vínculos con España, de donde ellos juzgaban obtenían la preeminencia y el control económico que habían detentado hacia otras regiones.

Fernando Abascal, Virrey del Perú, observaba de forma muy preocupante las acciones que se iban desarrollando en la Capitanía General de Chile a partir de 1810, la cual estaba bajo su administración política, económica y social. En Chile, muchas de las personas de la elite social, miraban como eran dejados en segundo lugar ante la llegada de algún personaje proveniente del Virreinato o de la misma España, precedido con cartas que emanaban del mismo Virrey o de las Juntas de Gobierno encargadas de cuidar o resguardar el poder político del rey cautivo en el Imperio de España. Esto llevaba a ver que el poder de aquellos territorios era entregado a extraños, advenedizos, poco capacitados e ignorantes de las actividades y de la vida dentro de la colonia donde debía ejercer su autoridad.  Muchas de las grandes y conspicuas familias del país, creían que alguno de los miembros de su familia, estaba capacitado para ejercer cualquier cargo dentro de la administración colonial y en nombramiento de otros sujetos que eran percibidos como advenedizos iba en franco detrimento de las personas nacidas en el país; estos grupos unidos por lazos sanguíneos, veían para mantenerse en la cúspide socio-política debían mantener una empresa dedicada al comercio exterior y así obtener una parte del estanco comercial del país, obteniendo así, un poder hegemónico, por sobre otras y mostrarse socio- política y económicamente superiores.  

El verse relegadas las elites sociales a un segundo plano dentro del territorio que los vio nacer, en especial las vinculadas al comercio exterior, e imbuidos en las ideas revolucionarias vividas por la Burguesía y el pueblo llano en Francia contra la Monarquía, provocaron en los grupos más conspicuos y alguno que otro sujeto de la clase media que ingresaba al mundo universitario (Universidad de San Felipe), ilusionarse con lograr una revolución emancipadora que permitiera a los habitantes de estas regiones tener la capacidad de autogobernarse y elegir dentro de ellos a quien tomara la dirección del Estado, como asimismo, el ocupar los cargos dentro de la administración del Estado y en sus diferentes oficinas y ciudades. Junto a ello, vislumbraba como necesario lograr una apertura comercial con los países de habla inglesa, en especial, que venían avanzando desde mediados del siglo XVIII, en la Revolución Industrial y para ello, debían de algún modo, romper la mordaza legal que imponía el Imperio español en referencia a la prohibición de comerciar con otros países que no fueran colonias españolas.  En esos tiempos se desconocía el potencial económico que tendría el país, producto de los conflictos con países vecinos y sólo se veía a Chile como un país que requería de las importaciones para satisfacer las necesidades básicas y también de prestigio social de los habitantes de todo el territorio.

No se debe pasar por inadvertido que muchos de las personas de las familias más conspicuas del país, que vivían en las provincias de la Capitanía General de Chile, como eran las comarcas de Concepción, Los Ángeles, Chillan, Parral, Linares, Talca, Coquimbo,  La Serena, Copiapó, estaban más ligadas a las actividades agropecuarias en su mayoría,  no como sucedía en la zona central del país, -compréndase Santiago, Valparaíso, Melipilla, San Felipe-, e imbuidos en una fanática religiosidad que era fomentada por los miembros de la iglesia, tendrían una mayor opción conservadora y favorable al Rey y la forma de administración política colonial .  Esta tendencia por mantener la tranquilidad que mantuvo en el territorio el imperio colonial hispánico, obviaba las acciones de corrupción de la dirigencia política-administrativa y al contrabando de telas, licores, infusiones como el té y otros productos manufacturados en Europa y en Estados Unidos, que se llevaban a cabo por medio de navíos, que venían de paso transportando estos productos manufacturados procedentes de Estados Unidos Norte de América o proveniente de Europa.  Balleneros, transportes de cargas e incluso navíos de guerra se dedicaban a contrabandear productos de los diferentes países europeos. Un ejemplo de este actuar y que permitió, en esos tiempos, ver lo implicado que estaban quienes ostentaban un cargo dentro de la administración de la Capitanía General de Chile, fue conocido como: “el escándalo Escorpión”.  Este acontecimiento cuyo nombre lo toma de la embarcación ballenera británica “Scorpion”, que en el año de 1808 en el sector de Topocalma, -una de las tantas playas de la zona conocida hoy como Litueche en la actual Sexta Región-, traía telas de contrabando para ser comercializado en el país y donde era parte de aquel oscuro comercio, el mismo Gobernador de Chile, Francisco Antonio García Carrasco Díaz. Años más tarde, en aquella playa fue apresado el mismísimo Montonero Realista, Vicente Benavides Llanos.

Las telas que transportaba el navío “HMS Scorpion”, parte del negocio ilegal que se había tomado no sólo los puertos del país, sino que hacía participe a las máximas autoridades de la Capitanía General y lleva a suponer que muchas de las familias más conspicuas participaban de este ilícito. La traición francesa contra la casa de los Borbones en España, llevó a las cortés establecidas en la Península Ibérica, para proteger el reino y salvaguardar el poder del Rey cautivo Fernando VII, se alían contra el que fuera su enemigo perpetuo, Inglaterra; esto permitiría incrementar los procesos de contrabando en las colonias americanas y quedar casi impunes  estas actividades que involucraban a representantes de las regiones coloniales, como fueron quienes incentivaron al capitán del “Scorpion”,  para traer telas del país inglés. No deja de sorprender que los grandes terratenientes, autoridades de las provincias e incluso del Gobierno central de la Capitanía General de Chile, los dedicados al comercio y pertenecientes a la aristocracia castellano-vasca que menciona de manera frecuente Francisco Encina en su Historia de Chile, se enriquecían con el comercio ilícito en un corto plazo y produciendo grandes daños en la precaria economía del país. Lo importante era obtener grandes ganancias, sin temor y llegando hasta matar por hacerse de toda la ganancia que podía obtenerse en el tráfico; esto, al parecer esto se convirtió en algo común para quienes obtenían algún cargo dentro del Gobierno de la Capitanía General de Chile.

“De cinco años a esta parte, escribía en 1808 un hombre muy conocedor de estos negocios, se miraban con fría indiferencia, con ojos serenos y tal vez alegres, los estragos y graves daños que los extranjeros causaban al Estado con el comercio ilícito que impunemente hacían en las costas septentrionales de este reino. Los más se hallaban contentos y bien avenidos con estos criminales que arruinaban el tráfico legal y las rentas del Rey. Se callaban y se cubrían estos desordenes notorios y sabido hasta los niños y si alguna vez se oyó la voz débil que los reprendía, su languidez misma hacia ver a todos que no se trataba de otra cosa que de salvar las apariencias y ponerse a cubierto, dejando correr el mal en toda la extensión de su deformidad. Los contrabandistas frecuentaban las abras, puertos y caletas de nuestras costas. La ciudad y las provincias se llenaban de géneros ingleses que no se introducían por los puertos de la península. Los resguardos no aprehendían un solo contrabando de la más pequeña importancia. La conducta de todos era en este asunto interesante, meramente pasiva, y a nadie le había ocurrido, porque nadie lo deseaba, que fuese posible atacar el mal en su mismo origen, emprendiendo contra las embarcaciones que hacían el contrabando”. (Historia General de Chile. Diego Barros Arana. Tomo VIII. Capítulo Segundo: Gobierno de Carrasco, resistencia que suscita, síntomas de una próxima revolución (1808-1809). Página 43. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile.1999)

Francisco Antonio García Carrasco Díaz, será el último Gobernador colonial que tendrá la Capitanía General de Chile, cuya reputación se verá enlodada por una serie de eventos que rayaban en la corrupción, implicado en el caso del navío ballenero de origen inglés “Scorpion”, permitirá la conformación de la Primera Junta Nacional de Gobierno. Este buque ballenero era uno de los cientos que practicaban el contrabando que se hacía desde Europa y los EEUU con productos finales (telas, loza, vestuario, armas, herramientas), como también, de productos agrícolas como las especias y el té, traídos del Oriente y el café que recién comenzaba a conocerse, sembrado en el Medio y Lejano Oriente, además del chocolate, el azúcar, entre otros. El barco “HMS Scorpion”, se había presentado varias veces en las costas chilenas trayendo contrabando, para comerciar de esta forma las mercaderías que se hallaban en sus bodegas, aparentaba ser un navío ballenero llegaba a cada estuario, ensenada o puerto existente en el país, para desembarcar sus productos evitando el control de los agentes de aduana, previo acuerdo con algún comerciante, gobernador o agente público con el cual previamente se habían contactado y fijado la forma de pago.

Tristán Bunker, Capitán del “HMS Scorpion”, fue un sujeto políticamente correcto, de agradable trato, leal y cumplidor en todos sus tratos y en sus relaciones con sus compradores, gratificando a todos los sujetos que trabajaban en las Aduanas de los puertos chilenos y peruanos, con la finalidad que no pusieran trabas a su comercio clandestino. Ya a principios de 1807, Bunker aparecía por segunda vez en las caletas chilenas, encontrándose en Quilimarí en el mes de marzo, donde entró en conversaciones con el médico del distrito de Quillota, Enrique Faulkner, -aún hoy no se tiene bien la procedencia de este hombre (si era estadounidense o inglés)-. El galeno Faulkner tomaba la representación de varios comerciantes del país, para poder lograr establecer una relación con el Capitán Bunker y poder así, hacer una proposición que se mostraba beneficiosa para ambos. La idea fue, que el navío ballenero volviera a Inglaterra con el fin de proveerse de la mercadería que fue solicitada por Faulkner y al año siguiente se aproximara a las costas en el sector de Topocalma, producto que sus playas  eran muy solitarias y no se exponía a la vista de la gente, entregándole Faulkner a Bunker, un dibujo del sector donde se realizaría la transacción, además de apuntárselo en un mapa, previa explicación que se ubicaba en el distrito de Colchagua, en las mismas coordenadas que el poblado de Rancagua.  

Una vez arribado el “HMS Scorpion”, a Inglaterra, lo primero que realizó el Capitán Tristán Bunker al desembarcar, fue contactarse a sus armadores y socios de la negociación a la cual se le había invitado, obteniendo sin dificultad un cargamento de telas y paños de hilos por el valor de ochenta libras esterlinas que le habían entregado sus socios ingleses. Esto motivo al consorcio al cual debía responder Bunker, que era más lucrativo el tráfico de productos hacia el Imperio español, en especial a los Virreinatos y Capitanías existentes en América, abandonando de este modo la actividad ballenera por el tiempo que las ganancias que obtenían por el contrabando, eran muy superiores a la actividad pesquera. Cobre, plata, oro, eran los metales más preciados con los cuales se podía hacer intercambio, principalmente el primero en cuyas vetas naturales se encontraba siempre acompañado de oro. Por ello, tal vez, preferían la piedra extraída al bruto que procesadas.

La fragata “Scorpion”, fue enviada a reparación mientras Bunker realizaba la actividad de comprar las telas y paños que Faulkner le había solicitado para realizar el negocio. Se elevaron sus bordas y forraron su casco nuevamente, además se le dotó de veintidós cañones, contando, también, con una tripulación de cincuenta marineros, diestros en el manejo de armas y de piezas de artillería naval, con quienes podía defenderse ante un ataque, como, asimismo, de fusiles, hachas, sables y otras armas que permitieran resistir un abordaje. Una vez terminado los aprestos, la fragata ballenera estaba lista a zarpar, saliendo del puerto de Plymouth el 6 de marzo 1808. Después de una parada en las islas Falklands o Malvinas, con el fin de hacerse de agua dulce, llegando a Topocalma el 15 de julio de 1808, con bandera estadounidense, para no ser descubierto y de la vista de las personas que podían andar en la playa, se ubicaba detrás de la puntilla, denominada “del chivato”. Al día siguiente bajaban a tierra siete de los tripulantes, donde iban algunos que hablaban español y otros que lo entendían, con la finalidad de obtener noticias sobre el negocio y contactar al médico Enrique Faulkner.

Los siete exploradores que bajaron a tierra, pronto se encontraron con el dueño de la Hacienda de Topocalma, de nombre José Fuenzalida Villela, a quien le ofrecieron las mercaderías que tenían a bordo del “Scorpion”, además de obtener información donde se encontraría el médico Enrique Faulkner. Como Fuenzalida conocía a Faulkner, quedo de enviarle una carta a Quillota, para que viniese al encuentro de Bunker y el contrabando que traía. El hacendado también se dedicaba a escribirle al delegado del distrito de Colchagua, para que sin tardanza se aproximara a Topocalma, con el fin de acabar con ese contrabando y de este modo, “convenir así al servicio del Rey”. Pocos días más tarde, el funcionario español Francisco Antonio Carrera, se había reunido con Faulkner y Fuenzalida en la casa de la hacienda de este último, donde concertaron un plan para apoderarse de la embarcación ballenera, bajo el pretexto que eran contrabandistas y Carrera, Fuenzalida y Faulkner por ser habitantes de un territorio bajo dominio español, debían proceder a cumplir con las leyes vigentes que por derecho les correspondían a quienes descubrían estas acciones ilícitas.  Una vez organizado el proyecto; Faulkner, disimulando la confabulación que se cernió sobre Bunker y sus marineros, al tiempo después, subía a bordo del “Scorpion”, donde tomo las facturas y muestras de los paños y telas, alegando que debía hacerlo para mostrárselos a los interesados por comprar aquellos productos de ocasión. Al pasar un par de días, el médico quillotano retornaba a tierra acompañado del Capitán Bunker y algunos miembros de su tripulación. Todos ellos fueron tratados, durante su hospedaje en la hacienda de Fuenzalida, con todas las consideraciones posibles y de amistad. Como el trio de conspiradores por hacerse dueños de todo el contrabando no poseían los medios para realizar la empresa, se limitaron a recomendar al Capitán Bunker que debía hacerse de nuevo a la mar, sin aparecerse en puerto hasta el día 25 de septiembre de 1808, cuando la llegada de la primavera en este hemisferio facilitara el desembarco de la carga y la posibilidad de reunirse con los comerciantes que esperaban ansiosos comprarla. El capitán inglés, tal vez por ingenuidad, o por obrar de buena fe o el compromiso adquirido con sus acreedores, lo llevó a cumplir por lo solicitado por Faulkner y Fuenzalida, haciéndose a la vela en el mes de agosto. El hacendado le había suministrado la carne de algunas cabezas de vacuno con el objeto de renovar las provisiones de la embarcación.

Acontecimientos como el descrito en el párrafo anterior, al parecer han sido habituales en el tiempo, desde épocas de la conquista hasta la actualidad, se han apreciado actos de contrabando y corrupción dentro del Estado, y de quienes ostentan algún cargo de poder dentro de la Administración Pública del país. La Conspiración contra el buque “Scorpion”, fue motivada por la codicia y ambición de cada uno de los actores que se vio envuelto en este ilícito; hace creer que el contrabando en tiempos coloniales, no sólo se debía al deseo de hacerse de productos mejor elaborados que la industria artesanal del país ofreciera. Telas, utensilios de comer, cosméticos, herramientas, como asimismo especias e infusiones como el té, el café y el chocolate, eran cosa muy preciadas para las elites sociales de esta colonia española. Esto se mantendría durante todo el proceso emancipador e incluso hasta bien entrado en años la soberanía independiente de Chile. Será durante el conflicto independentista que el tráfico se verá incrementado, no sólo con instrumentos requeridos por la población civil, sino, también en insumos de guerra, como lo eran las fornituras, las armas de fuego, pólvora, espadas, lanzas, cuchillos y vestuario.

Fue durante todo el tiempo que duro la revolución independentista en América, y en particular en la Capitanía General de Chile, producto del desarrollo de la historia relatada en estas páginas, donde la actividad comercial procedentes de navíos ingleses, holandeses, estadounidense y de otros países de origen europeo, se vio incrementada bajo la forma de contrabando, pero ingresando al territorio por intermedio de grupos familiares dedicados a la importación y exportación de productos, es decir a lo que hoy se conoce como comercio exterior. La aristocracia castellano-vasca, que tanto nombra Francisco Encina en su Historia de Chile, apreciaban como sus hogares se nutrían de todo el servicio que mostraba la fineza y perfección de la producción industrial por sobre la elaborada en el país, cuyas características artesanales mostraban el rezago que vivía todo el imperio español en relación a los países europeos que vivían desde mediados del siglo XVIII, la Revolución Industrial.

Todo lo que se producía industrialmente en los países de Europa y las excolonias ingleses en América (Estados Unidos), fueron muy apetecidas por los habitantes de estas regiones, incluso aun hoy se considera en nuestro inconsciente colectivo que las cosas producidas en el extranjero son mejores a las hechas en el país, y por ello se ha acabado con la industria chilena. Vemos así, la desaparición de textiles como Oveja Tomé, Machasa, confecciones de ternos y abrigos, hilandería; incluso calzados, como Bata-Peñaflor, zapaterías industriales de la región de Concepción, empresas donde se armaban vehículos como Citroën, Chevrolet en el Norte, industrias militares como Cardoen, y en pleno siglo XXI en gobierno de izquierda el cierre de la Usina acerera de Huachipato, generado en gran parte por una decisión política y un actividad propagandística, persuadiendo fácilmente a la población a preferir lo extranjero a la producción nacional, dado la conciencia colectiva y heredera de épocas emancipadoras, la cual, trajo, un proceso de escasez laboral, desempleo y cesantía, y el desarrollo de trabajos precarios, en un siglo que se creía iba ser el comienzo del desarrollo humano a escalas jamás imaginada.

El único modo visto para ocultar, la situación existente en el mundo laboral, fue una serie de acciones de carácter político, que afectan a la educación de la población, al retirar ramos de la malla curricular establecida por el Ministerio de Educación, y el prohibir el proceso natural de dejar reprobando a los alumnos que no cumplieran con los objetivos mínimos de cada curso; abandonando un sistema y contraviniendo el sueño de nuestros próceres de lograr conformar un país, donde las personas, en libertad, lograran vivir a plenitud en estos territorios de la Capitanía General de Chile, que eran una bendición de Dios; permitían el gozo de esta tierra, de su naturaleza y de proyectar un porvenir a quienes con estudios podrían llevar a Chile a estar dentro de los países industriales, como expuso Juan Egaña, en uno de sus discursos, que daban cuerpo a la Primera Junta de Gobierno y su carta normativa de su administración. La educación en los años posteriores a la independencia de Chile, se aboco a construir un Estado, donde sus habitantes pudieran lograr no sólo un porvenir económico, sino también educacional, el cual perviviría hasta finales del siglo XX y comienzos del XXI, en momentos donde los gobernantes, se dedicaban a sacar cuentas con calculadora y el abuso a información privilegiada para transformar a sus familias, en una especie de casta social, similar a la nobleza monárquica,  dentro de una República. Chile sufre un proceso que se desdice con los sueños de nuestros próceres, donde por simplificación, sólo se nombran a Bernardo O´Higgins, José Miguel Carrera y sus hermanos, olvidándose de otros que se sacrificaron en vida o sus riquezas para que está larga y angosta faja de tierra, fuera “una fortaleza de beneficios para su ciudadanía y abierta al mundo, a su comercio y vínculos”.

La aristocracia chilena y quienes al poseer una profesión o, también, quienes tenían experiencia en el comercio exterior, apetecían aquellos productos que otorgaban linaje y un status mayor en lo social, como eran lo importado o traído, no afectando si había sido por contrabando, o por viaje a Europa o a los Estados Unidos de parientes, amigos o familiares avecindados en otros países que no pertenecían al Imperio español. La Revolución Industrial afectaba de forma positiva y negativa a la vez a las personas, quienes por hacerse de estos ´productos contravenían todas las leyes y normas existentes, como, asimismo, por ostentar un nivel social superior al que realmente tenían…La motivación de los habitantes de las colonias se debía al impulso que tomaban las economías de los países que vivían aquel proceso de transformación económica, social y tecnológica, y que ellos percibían muy alejados de su existencia.  Esta revolución que vio luces a comienzos del siglo XVIII, en Inglaterra e Irlanda y ya a finales de la década de 1790 se había extendido a todos los países de habla inglesa, incluido Estados Unidos de América y en los demás estados europeos, no llegó a los Estados del Imperio Español, quienes en su profundo deseo de hegemonizar su poder sobre las demás Monarquías y Estados de Europa, estableció la prohibición a sus colonias de América, África y Asia de comerciar con países que no estuvieran bajo la autoridad del Rey de España.

La Revolución Industrial fue un periodo de mayor evolución tecnológica, económica y de transformaciones sociales en la historia de la humanidad, que permitió el proceso vivido en Francia y la caída de las Monarquías en Europa, las cuales ya no eran miradas, desde el Renacimiento, como herederas del poder divino en la tierra. En la América española, la situación que había surgido en Inglaterra e Irlanda, producto de las normas establecidas por el mismo Imperio español, que prohibía todo comercio con otros países que no fueran parte de él, generó en la población colonial un aparente desinterés por ingresar al mundo revolucionario de la industria; permaneciendo estos territorios, al igual que su Metrópoli, con un sistema artesanal de producción y con una economía que no veía el crecimiento en las formas que se estaba dando en otras regiones y en especial en el mundo de habla inglesa. El salto industrial de maquinarias a vapor, en industrias mecanizadas y procesos de extracción de las minas de carbón y la actividad agroindustrial tecnificada con máquinas que permitían realizar labores en menos tiempo y con mayor efectividad a las realizadas por el hombre con su fuerza de trabajo. El salto del uso de tracción animal y la fuerza humana para la producción y las comunicaciones a la utilización de máquinas para la fabricación industrial y el transporte de mercaderías, permitió a Gran Bretaña y demás países que se plegaron a este salto tecnológico y social, el establecerse como potencias económicas por sobre los imperios que a pesar de poseer vastos territorios en el planeta no lograron afianzar su poderío y el bienestar político y social que requerían sus poblaciones. Las colonias españolas que al ver que iban quedando al rezago, comenzaron a soñar con lograr una forma de poder unirse a esta revolución que movía los cimientos de lo antiguo por una concepción de actividad y mejor nivel de vida para los habitantes de los países que se hacían de ella su base productiva y económica.

No sólo bastaba con el sueño de abrirse al mundo del comercio con otros países fuera de los existentes con el imperio. Los productos que llegado el siglo XIX, eran bienes muy codiciados por los europeos y, tal vez, mucho más por quienes vivían en las colonias en poder de España y motivaban al mundo intelectual y productivo de estas regiones de soñar con llegar a convertirse en un país independiente e industrializado. El Plan elaborado por Juan Egaña posterior a la conformación de la Primera Junta Nacional de Gobierno, de ja claro el sueño de poder dar el salto industrial que había producido la Revolución Industrial en los países de habla inglesa y que generarían un distanciamiento en cuanto a progreso y desarrollo tecnológico que dejaría a los demás países en un rezago, que no sólo afectaría la producción, sino también, la economía, el  desarrollo político y social de los países que quedaban retrasados a este nuevo proceso y salto en la evolución de la humanidad.

No sólo los sueños de adquirir las producciones industriales elaboradas en países como Estados Unidos, Gran Bretaña e Irlanda, por los habitantes de estas regiones, quienes, por su deseo de marcar status, buscaban obtener desde la loza y utensilios de mesa, e incluso de limpieza corporal hasta artículos elementales para el trabajo de la tierra y de instrumentos que mejorasen la producción agrícola y ganadera. Todo esto chocaba con las leyes coloniales que había impuesto el Imperio español, en referencia al comercio exterior, el cual sólo estaba permitido de realizar entre los países que pertenecían a este y quedaba vetado el hacer transacciones comerciales con países que no perteneciesen a él. Estas normativas motivaban a las personas de los estratos sociales más elevados en los países coloniales de América, -como lo era la Capitanía General de Chile-, a luchar por obtener las cosas que deseaban y que producían los estados de Inglaterra, Irlanda, Estados Unidos y otros países y regiones de Europa que se plegaban a este proceso industrializador y que dejaron a España  y a sus colonias en un rezago industrial y productivo que perduraría hasta bien entrado el siglo XX y que en América aún perdura, al acabar su precaria industria en estos años  del siglo XX, que más que mostrar un avance del pensamiento liberal que les dio la libertad, a uno que los lleva a retroceder y olvidar los sueños de quienes desearon que Chile fuera un país “Fuerte, Principal, independiente y poderoso”.

Las vías por las cuales se conducían las personas por hacerse de aquellos productos tan apetecidos por las elites sociales de las colonias y por aquellos que deseaban imitarlas, los llevaban a realizar actos vinculados al contrabando y la corrupción. Eran en sí, las formas con las cuales seguirían procediendo aquellos personajes que deseaban mantener un status socio-político dentro de los países coloniales de América. Hoy se puede visualizar las mismas acciones mezcladas con el proceder de las mafias de Chicago, durante la década de la Ley seca en los Estados Unidos, donde lo proscrito y que genera dinero de manera rápida y fácil, es lo que lleva a mover a grupos de personas que, al carecer de trabajo en la precaria industria nacional, los hace servir como mano de obra operativa para realizar los ilícitos que generan y mueven grandes cantidades de dinero. El contrabando permitió el ingreso de productos codiciados por la elite de la población y la corrupción se debió a la forma de proceder que hacían por lograr hacerse de aquellos artículos arribados e internados a la región. Ya no importaban los cargos y cargos ocupados en el Gobierno de los virreinatos o capitanías generales, los cuales, sólo eran útiles, para el reconocimiento socio-político y la seguridad de no poder ser tocados ante los hechos cometidos. Esto fue uno de los tantos de los factores  que motivaron la independencia de Chile.

Uno de estos sucesos fue al caso Escorpión, como se había comenzado a relatar en los párrafos anteriores, y donde el Capitán Tristán Bunker, se hizo a la mar confiando en lo expuesto por el hacendado José Fuenzalida Villela y el médico Enrique Faulkner. En el instante que la fragata ballenera al mando del Capitán Bunker se perdía en el horizonte, el hacendado Fuenzalida optaba por dirigirse a Santiago con una carta que sería entregada al subdelegado Francisco Antonio Carrera.  La infame trama establecida en la noche de un 29 de julio, se encontraba en marcha y ahora iniciaban la búsqueda de los medios que les permitieran apresar al navío inglés; para ello, viajaba a Santiago, en el mes de agosto el hacendado José Fuenzalida con la finalidad de poder reunirse con Antonio García Carrasco, el Gobernador de la Capitanía General de Chile. Las conductas de este último, cuyas gestiones siempre estuvieron llenas de intriga, engaños, ambiciones y una codicia por obtener un enriquecimiento fácil, hacen presumir que fue la norma dentro de quienes gobernaban el país en ese tiempo.

En cuanto a la carta que entregaba el subdelegado de Colchagua, Francisco Antonio Carrera, es la misma redacción que el hacendado Fuenzalida llevaba para el presidente Antonio García Carrasco, y con fecha 26 de julio de 1808, que habían realizado el propio día que idearon el plan para hacerse del navío inglés y todo se cargamento. En ella quedaba expuesta la sordidez y perversidad de las intenciones que tenían José Fuenzalida y que implicaban también a quienes eran sus receptores, como lo fue el delegado José Antonio Carrera al tomar conocimiento de la llegada de la fragata ballenera “HMS Scorpion”; en aquella misiva se exponía la forma que se debia apresar la embarcación. En ella se expresa lo siguiente: “A mí me parece muy fácil, poniéndoles dinero a la vista, apresar los marineros y tomarles el bote con efectos, y tal vez, aprisionar también el barco, que no lo encuentro difícil, con unos nadadores que vayan a bordo cuando ya tengamos agarrado el bote con algunos ingleses, pues siendo la tripulación corta, que no pasarán de treinta, de los que vienen algunos enfermos, y teniendo aprisionados a los de tierra, será el combate contra algunos hombres descuidados. Para lo que, si V.S., los halla por conveniente, podrá mandarme por lo que pudiese suceder, diez o doce dragones disfrazados con sus correspondientes fusiles, que podrán venir estos cubiertos en una carga, pues, aunque al ingreso a esta subdelegación, halle algunos fusiles, no están capaces de servir por el abandono con los que los han tratado”.   (Historia General de Chile. Diego Barros Arana. Tomo VIII. Capítulo Segundo: Gobierno de Carrasco, resistencia que suscita, síntomas de una próxima revolución (1808-1809). Página 45. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile.1999)

El Gobernador Francisco Antonio García Carrasco Díaz fue un sujeto con bastante experiencia en este tipo de acciones de contrabando, adquiriendo un gusto por el desarrollo de ellas más que realizar una buena gestión al estar al servicio al monarca español. En ese tiempo era habitual entregar una imagen de probidad y laboriosidad por quienes poseían algún cargo dentro del entramado administrativo del gobierno de la Capitanía General de Chile. Francisco Antonio García Carrasco obraba por la codicia de obtener un mayor beneficio pecuniario y donde los eventos de corrupción y contrabando le otorgaba aquel bienestar económico. Haciendo abuso de su cargo dentro de la Capitanía General de Chile, se hacía de las mercancías que pretendían ingresar otros al país en contrabandos que estaban previamente establecido con capitanes de origen inglés, francés, holandés o estadounidense, principalmente, adueñándose de estos y prosiguiendo la actividad de internación de contrabando. En el caso Escorpión, el Gobernador García Carrasco, se encontraba totalmente en conocimiento de este ilícito y no dejó de recoger informes sobre las condiciones del navío inglés, como también, del cargamento, su importancia y valor.  El Gobernador García Carrasco, se dedicó a contactar con una serie de personas, consultando a quienes juzgaba con mayor experiencia en estas actividades y asociándose a las personas que consideraba útiles para apoderarse de este tráfico; Amparado en su cargo de Gobernador, Francisco Antonio García Carrasco tomaba unas medidas adecuadas para llevar a cabo el plan de hacerse de lo que transportaba el navío inglés “Scorpion”, permitiendo que se cometiera lo proyectado por el hacendado Fuenzalida, el galeno Faulkner y el delegado Carrera en el sector de Topocalma un día 29 de julio de 1808.  

Lo que no había podido impedir el Gobernador de la Capitanía General de Chile, fue que el contrabando que se deseaba internar al país, llegara a conocimiento del Administrador General de Aduanas, Manuel Manso. Esto se debió, principalmente, durante los días que estuvo fondeado en las playas de Topocalma, en el sector de la “Puntilla del Chivato”, el buque “HMS Scorpion”. La embarcación no había pasado inadvertida para quienes visitaban aquella zona. El Administrador General de Aduanas, Manuel Manso, se aprestaba a realizar una intervención, bajo la legalidad vigente y sin deseos de adueñarse de las mercaderías para beneficio personal. En tanto, el hacendado José Fuenzalida Villela, el subdelegado Francisco Antonio Carrera, el médico de Quillota, Enrique Faulkner y el mismísimo Gobernador de Chile, Francisco Antonio García Carrasco Díaz, estaban sumamente interesados en obtener para ellos las mercancías de la fragata inglesa “Scorpion”. Estas personas se empeñaron en tratar de mantener oculto al Administrador General de Aduanas, sus intenciones de hacerse del navío y todo lo que había en él, colocando todo su esfuerzo para que funcionario de aduanas no pudiera adueñarse del barco y su contrabando.

Todos los complotados en el tráfico de las mercaderías, evitaban ser detenidos al hacerse a la mar el capitán Bunker y su navío “Scorpion”, justo en momentos que el Administrador General de aduanas preparaba su captura y la detención de los socios existentes en Chile. Gracias al zarpe de la fragata inglesa, se salvaba el Gobernador del país, Francisco Antonio García Carrasco Díaz, evitando el descredito al ser ser inculpado y con ello su sustitución. Eran en momentos que los países de América española empezaban a percibir su deseo de autogobernarse, al vivir España una convulsión político y social al ser invadida por Napoleón y aprehendido su Rey, Fernando VII. Las colonias, en principio, deseaban mantener una forma de protegerse de la influencia napoleónica y resguardar los intereses del rey.

El caso “Scorpion” o Escorpión, permite hoy, entender que el deseo de emancipación tuvo diferentes factores adicionales, más relacionados con tráfico de mercaderías, el deseo de generar una actividad de importaciones y exportaciones que estuviera legalmente dirigida por agentes del país, tal vez, más deseable que la motivación libertaria de un pueblo aparentemente oprimido. Curiosamente, la época colonial dentro de la Capitanía General de Chile, fue de tranquilidad y de una convivencia pacífica, inclusive con los mapuches, quienes de vez en cuando volvían a sus andanzas y malones, contra los pueblos existentes en la ribera Norte del Biobío. Esto último, fue muy corriente entre los pueblos Reche-Mapuche, (como los Puelches, Pehuenches, Tehuelches, Mapuches, Huilliches, Lafkenches, Picunches, entre otros).

La historia contada y escrita ha mostrado que estos pueblos Reche-Mapuche, no tuvieron ninguna participación activa en el conflicto emancipador chileno, lo cual no estaría totalmente claro; aún más, se sabe que los batallones que hizo marchar Mariano Osorio en dirección a Santiago en 1817, venía unas tropas montadas, donde algunas compañías del batallón “Dragones de la Frontera”, estaban conformadas por guerreros de pueblos mapuches aliados del Rey,  quienes le dieron la victoria en los dos entreveros que se dieron en el sector del Maule. El Brigadier Osorio, por temor a como se comportarían estas huestes de “gente de la tierra”, al ocupar la ciudad de Santiago, no permitió que siguieran avanzando con ellos y por ende de proseguir haciendo la guerra.

La percepción peyorativa de “indio ladrón y flojo”, que hasta hoy se expone cuando se habla de nuestros pueblos originarios, es más bien una forma de ocultar las acciones que los criollos, españoles, ingleses, norteamericanos y demás pueblos de origen occidental, (cultura greco-latina-europea), han tenido por costumbre realizar. El ejemplo del caso Escorpión, es uno de varios más que sucedieron en ese tiempo y que seguirían ocurriendo en el país. Más que hacer una historia de hechos de corrupción sucedidos durante el proceso de independencia de Chile, lo que se quiere mostrar, es la situación que se vivía en el país, donde el contrabando se realizaba por la necesidad de obtener productos industriales, que en calidad superaban a las realizadas en el territorio que conformaba Chile en ese entonces, por quienes se dedicaban a los diferentes oficios productivos, de carácter artesanal, en momentos que la producción en línea de la Revolución industrial, mostraba mercaderías de mejores terminaciones y de mayor resistencia a las elaboradas artesanalmente; así, como muestra de aquello, un plato de cerámica era más durable y “más bello”, que los hechos en base a greda cocida en el país. Las telas de diferente tipo se mostraban más resistentes y permitían según de lo que estaban hechas, utilizarse para las diferentes estaciones, mostrándose más resistentes sus colores a las producciones elaboradas en lanas de auquénidos (llamas, vicuñas, alpacas) e incluso de ovejas, en telares artesanales. En tanto las curtiembres y aperos para los caballos, eran muy codiciados, como eran los estribos y monturas elaboradas en el país, más cómodas para largos viajes que las provenientes de Europa y de otros países.

Sin el deseo de prolongar relatando sobre los procesos industriales en el país desde la época de colonia hasta nuestros días, que ameritan un estudio de mayor acabado que el simple narración expuesta,  que nos alejaría de la principal motivación de hacer este libro, que es el desarrollo de las Campañas del Sur, y el demostrar, la influencia del movimiento realista o monarquista en el país, quien ha tenido un gran ascendiente en los hábitos y costumbres que aún mantenemos y en nuestro inconsciente colectivo, dada la larga guerra por la independencia que se sostuvo entre 1813 hasta 1829. La idea de ver a la batalla de Maipú, sucedida el 5 de abril de 1818 como el fin del dominio realista en el país, logrando “liberar” a todo el país del yugo del Rey, no sería como se ha contado, pues los derrotados en aquel combate, se mantuvieron luchando por varios años más… A pesar de la consolidación de Chile como país independiente, las huestes realistas se mantuvieron activas, hasta bien entrada la conformación de la República de Chile, acabando su esfuerzo de guerra cuando fueron sorprendidas y derrotadas en Varvaco, en Neuquén, Argentina y capitaneadas por el último de los hermanos Pincheira, Antonio.  Aquellas montoneras del Rey, fueron acusadas de ladrones, asaltantes, cuatreros y bandidos, al operar con esas acciones y estar compuesta al final por diferentes tipos de individuos.

 

El Gobernador contrabandista y la lucha política por una nueva forma de Dirección

Hoy en día donde estas costumbres del Gobernador de la Capitanía General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco, son replicadas, llevan a detenerse a pensar ¿Qué epítetos, entonces, deberían tener quienes, siendo autoridades de un país, caen en actos de corrupción y abuso de poder?

Como se ha escrito en lo elaborado por el galeno Faulkner, el hacendado Fuenzalida y el subdelegado Carrera de hacerse del barco “Scorpion” y someter a su tripulación, donde el desprecio a la vida humana llegaba a tal nivel en pos de hacerse de las telas y demás cosas que transportaba la fragata inglesa, hacían casi irrelevante, si se debía acabar con la vida del Capitán Tristán Bunker y parte de la marinería del navío. Esto, sólo demuestra la codicia existente por el enriquecimiento ilícito, que venía planificando Enrique Faulkner, quien, al verse sorprendido por el hacendado Fuenzalida y el subdelegado Carrera, logra convencerlos y tramar lo anteriormente expuesto. Estos personajes planificaron todo, con una complejidad y perversidad de una forma que permitió, no fuera conocida la ubicación del buque inglés en aquella ensenada de Topocalma. El navío oculto en la puntilla de la playa de esa zona, denominada “El Chivato”, no pasó inadvertida a quienes se aventuraban en el sector, llegando a oídos del Administrador General de Aduanas, Manuel Manso, quien pronto prepararía una acción para capturar al “Scorpion”.

En los momentos que el Administrador General de Aduanas, Manuel Manso, organizaba la captura de aquel barco, el Capitán Bunker, acatando lo solicitado por los tres sujetos que deseaban aquella mercadería, elevaba velas, saliendo de su rada, navegando en dirección Norte, apareciendo en el distrito de Coquimbo el 26 de agosto de 1808, bajando el ancla en el pequeño puerto de Tangue, en la bahía de Tongoy. Tristán Bunker conseguía un caballo para dirigirse de forma oculta a La Serena donde se hallaba una de sus amistades que podían ayudarles en establecer negocios dentro del país e incrementar el tráfico de productos procedentes de Inglaterra a Chile. Uno de ellos, era Jorge Edwards, médico inglés, que acompañó a Bunker en sus primeros viajes a estas costas, quien prefirió avecindarse en los territorios de La Serena, dedicándose de lleno a su profesión dentro del país.  Como el Capitán Tristán Bunker fracasó en sus tentativas de llegar al poblado serenense, para encontrarse con su antiguo compañero de andanzas, lograba hacerle llegar algunos presentes por intermedio de un pescador de la zona, llamado Pedro Antonio Castillo, junto a una carta.

cuatro días habían pasado, cuando el Capitán del “Scorpion”, recibía una carta de carácter anónimo, en respuesta de la enviada por él a Jorge Edwards, escrita en perfecto inglés en el cual se le daba el siguiente aviso: “Precávase V.  contra una trampa en que está expuesto a caer, porque he recibido un expreso de un amigo que tengo en el palacio de Santiago, en que se me da aviso que se intenta con el auxilio de un inglés que está allí, ir a bordo de su embarcación bajo el pretexto de comprar géneros y apresar el buque. Por esta razón, me parece que por ningún motivo debe V. entrar en puerto alguno, ni tener negociación con persona alguna, de cualquiera naturaleza que sea, hasta cuando nos veamos”. (Historia General de Chile. Diego Barros Arana. Tomo VIII. Capítulo Segundo: Gobierno de Carrasco, resistencia que suscita, síntomas de una próxima revolución (1808-1809). Página 47. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile.1999). Pero, en territorio continental, dentro de la Capitanía General de Chile, se establecía la más estricta vigilancia con el fin de impedir toda comunicación con el navío del Capitán Bunker.

Hábilmente el Gobernador García Carrasco empecinado por adueñarse de toda la mercadería existente en el “Scorpion”, impartió ordenes determinantes de mantener una vigilancia extrema en los puertos existentes en el país, como las expedidas al bonaerense Hipólito Villegas, quien en un tiempo después, alcanzaría altos cargo como funcionario de la República de Chile. El rioplatense Hipólito Villegas, en esos momentos ostentaba la función de “comandante de los resguardos volantes de los distritos del norte”.  El comandante Villegas enviaba con fecha de 5 de noviembre de 1808, una carta al Gobernador García Carrasco, mencionándole que el Capitán del navío inglés, mantenía amistad no sólo con Jorge Edwards, sino también con otros dos ingleses, junto a estos se encontraban, también, Francisco Bascuñán Aldunate y el Sargento Mayor Joaquín Pérez de Uriondo, quien era además el subdelegado del distrito de Coquimbo. Las amistades de Bunker en el país, poco y nada podían hacer ahora, sólo alertarlo de la compleja situación en la cual se encontraba inmerso.

Tristán Bunker decidido a recoger más noticias y poder ver por su propia persona lo que estaba ocurriendo, tomo la decisión de dirigirse al Puerto de Coquimbo, arribando un día 11 de septiembre de 1808, aunque cuidándose de caer en alguna sorpresa. Lograba ubicarse en la rada de Coquimbo, donde divisaron un buque dirigiéndose hacia donde ellos se encontraban dentro del fondeadero coquimbano, colocándose al alcance de sus piezas de artillería, la sangre fría características de los ingleses, permitió que el navío “Napoleón I”, se aproximase tanto que les facilitara la eficacia de sus fuegos artilleros, bastándole una sola andanada para que este buque desistiera de acercarse más; Bunker tomaba la decisión de hacer descender los botes del “Scorpion”, con los cuales  avanzó en pos del barco, dentro de los cuales iba parte de su tripulación armada con los fusiles que mantenía en las bodegas del navío ballenero. En el exitoso asalto al barco proveniente de El Callao, con destino el Puerto de Valparaíso, bajo el mando del Capitán español Antonio Iglesias, haciéndose de la carga de azúcar que transportaba y de las armas en existencia en él, junto a un anclote que requerían. Aparentemente Bunker deseo pagar lo que habían tomado del barquito, pero el comandante Iglesias se negó a tal acuerdo, tal vez, por temor a las penitencias que sufrían quienes negociaban con extranjeros. El Capitán Bunker, como navío en corso expendía un certificado de la captura del buque español. Como todo fenómeno de carácter ilegal, nunca realizaban sólo una actividad, sino que emprendían todas las que la oportunidad les presentase, como fue el aparente ataque del “Napoleón I” en contra del “Scorpion”.  Posterior a este acontecimiento y viendo la necesidad de no despertar el interés de los controles aduaneros existentes en el Puerto de Coquimbo, levantaba anclas en dirección a Topocalma, para cerrar el negocio en el cual se encontraba comprometido.

El comportamiento de quienes habían fraguado la acción en contra del navío corsario que capitaneaba Tristán Bunker, demostraba como sería el actuar de quienes optarían por alguno de los partidos que entrarían en controversia en el conflicto independentista que surgiría posteriormente. La animadversión y crueldad contra la tripulación inglesa, que maniobraba el “Scorpion”, se vería replicada en cada acción bélica que vivirían los contendientes que levantaban su voz por la Patria o por el Rey, por querer que su sistema prevaleciera en el país. La forma como actuaron las autoridades políticas de ese tiempo, son la referencia del comportamiento que tendrán las que las sucederán, tendiendo siempre, hasta nuestros días, querer hacer prevalecer los intereses personales de carácter pecuniario, al bienestar de toda la sociedad. Esto último, tenderá a convertirse en habitual en cada sujeto que asumía alguna cuota del poder político imperante dentro de cada coalición y que hicieron que Manuel Rodríguez Erdoiza, al percibir esa conducta en quienes asumían algún cargo de poder en la administración del Estado, elevar su célebre frase:  “Soy de los que creen que los gobiernos republicanos deben cambiarse cada seis meses, o cada año a lo más, para de ese modo probarnos todos, si es posible, y es tan arraigada esta idea en mí, que si fuese Director y no encontrase quien me hiciera la revolución, me la haría yo mismo.”

Tristán Bunker y su fragata, el “Scorpion”, se dirigían desde el puerto de Coquimbo al sector de Topocalma, volviendo a esconderse detrás de la puntilla denominada “El Chivato”, esperando allí la señal convenida con Enrique Faulkner, la cual consistía en encender hogueras en el sector que arrojarán solamente humo y que demostraba que éste se encontraba en la playa de Topocalma. Al día siguiente descendía del barco, el segundo teniente, Isaac Ellard, enviándole con un emisario una carta a Faulkner. El médico se transformaba poco a poco, en el más vil de los asesinos, cuya sangre fría la mantuvo hasta lograr hacerse de una mercadería, que estaría teñida de sangre. El galeno subiría a bordo del “Scorpion”, el 27 de septiembre de 1808, dos días después del arribo de este, junto a dos sujetos, como eran el subdelegado Francisco Antonio Carrera y Pedro Sánchez, mayordomo del Marqués Larraín. Este último título fue usurpado por el español Pedro Arrué, con complicidad del Gobernador de la Capitanía General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco, para apropiarse de las mercaderías que el barco inglés traía para traficar en el país y donde tiene participación una connotada aristócrata, Ana Josefa de Irigoyen, quien solicito a José Toribio de Larraín, la insignia de Marqués de Larraín, la cual fue entregada al negociante español, Pedro Arrué.

Los juegos de poder y de interés económico que se habían establecido, iban a traslucir con el correr del tiempo, el entramado inescrupuloso de la rancia aristocracia criolla que ostentaba decir que su procedencia es de origen castellano-vasca. Y el caso escorpión es un claro ejemplo, de los entramados llenos de codicia que se establecían entre quienes mantenían una jerarquía en el poder público colonial chileno. No importa si eran hacendados, profesionales, agentes aduaneros, delegados políticos del gobierno, comerciantes o simples personajes que por apellido consideraban ser de alcurnia; todos de alguna forma, intentaban infringir las leyes para hacerse de una porción de las mercancías que serían traficadas en el país, no importaba que sucediera con quienes operaban como intermediarios. Los valores morales se relativizaban por los intereses económicos y políticos que se pudieran lograr con aquellas acciones.

Una vez subían el galeno Faulkner, el subdelegado Francisco Carrera y Pedro Sánchez al barco, comenzaron la negociación. Mientras el subdelegado trataba la compra de las telas por un valor de cien mil pesos, pidiendo que estas fueran desembarcadas en el sector de Quilimarí, el día 14 de octubre de 1808, donde serían pagadas en plata amonedadas y barras de cobre;  Faulkner presentaba una carta del supuesto Marqués de Larraín, donde se dejaba expuesto que Pedro Sánchez, era su mayordomo y representante en la transacción, ofreciendo ciento cincuenta mil pesos, pero que en Quilimarí podrían ascender hasta cuatrocientos mil. En tanto, si el negocio fuese en Topocalma, comprarían los productos que estaban a bordo por un valor de tres mil pesos, los cuales serían pagados de forma inmediata, al desembarcar las mercaderías que representasen ese valor. Se bajaron telas y azúcar por ese valor, y junto a ellas el Capitán Bunker también descendió, debiendo permanecer en tierra por alrededor de dos días producto de las inclemencias meteorológicas que impedían acercarse al navío. Incluso la fragata “Scorpion”, debió hacerse a la vela en dirección a alta mar, para capear el temporal, evitando de esta forma algún percance que dañara el barco y su preciosa mercancía. Una vez calmado el mal tiempo, el comandante Bunker pudo retornar a su embarcación.

Esta primera compra de mercancías, que los documentos españoles suben al valor de cinco mil pesos, se realizó con el aporte de varios hacendados, quienes nunca estuvieron informados del plan para capturar la fragata inglesa, incluso el mismo   José Fuenzalida Villela, no fue considerado en la planificación de los últimos eventos, producto del sentimentalismo con el que procedió, al exponer a los demás confabulados, que no se podía dejar en la miseria al capitán inglés, al cual habían tratado cordialmente como uno más de ellos; por lo cual, se le debía entregar una parte de la empresa a la cual se aplicaron todos…Esta expresión,  demostraba un afecto hacia el comandante de la fragata inglesa, llevando a los demás complotados a desconfiar de él y llegando a niveles donde el engaño era el padre de todas las acciones. Al hacendado Fuenzalida se le dieron fechas falsas sobre el día que se debían reunir en Quilimarí, expresándole que sería a fin del mes de octubre, además sentía que era igualmente estafado que el Capitán Tristán Bunker, producto que él había sostenido todos los gastos hechos hasta ese momento, dejándolo sin participación de las utilidades. Según el mismo Fuenzalida: “si él hubiera tenido injerencia en las últimas acciones, habría evitado los lastimosos en que terminaron”. (Historia General de Chile. Diego Barros Arana. Tomo VIII. Capítulo Segundo: Gobierno de Carrasco, resistencia que suscita, síntomas de una próxima revolución (1808-1809). Página 48. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile.1999).

El Gobernador de la Capitanía General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco, con una sangre fría pasmosa, daba las últimas directrices para el golpe que habían preparado junto a Enrique Faulkner, el subdelegado Francisco Carrera, Pedro Arrué –el falso Marqués de Larraín-, el mayordomo de este, de nombre Pedro Sánchez y el hacendado José Fuenzalida Villela. Pronto aparecerían más actores, igual o más codiciosos que quienes fraguaron la cruel forma de hacerse de todas las mercancías existentes en las bodegas del buque “Scorpion”, que comandaba el capitán inglés, Tristán Bunker. El Gobernador García Carrasco, con el fin de no despertar ningún temor en la tripulación de la fragata inglesa, había ordenado que se retirasen de Pichidangui o Quilimarí y sectores aledaños todos los guardacostas, e incluso dispuso que condujeran hasta esa zona cajas con dinero de propiedad fiscal y numerosas barras de cobre, con el fin de hacer creer a los ingleses, que estos eran los fondos para pagar su contrabando. Aunque ya el 30 de septiembre, había ordenado salir hacia estos lugares una compañía de unos ochenta marineros armados, quienes iban bajo el mando de dos españoles avecindados en el país: Joaquín Echavarría o Chavarría y José Medina. La vil acción de apoderarse de aquel tráfico ilegal, estaba en marcha. Como se ha expresado anteriormente Pedro Arrué, español de origen y amigo de García Carrasco, debía hacerse pasar por el Marqués de Larraín y quien hacía de su mayordomo, era un oscuro sujeto del bajo mundo porteño de Valparaíso, conocido como Damián Seguí acostumbrado a realizar este tipo de empresa y que mantenía una amistad con el gobernante García Carrasco.

Quilimarí ubicado al Norte de Valparaíso, y a una distancia similar entre este puerto y la sureña Topocalma, el médico Enrique Faulkner enviaba las señales previamente acordadas con el Capitán de la fragata inglesa, Tristán Bunker. Era un día 13 de octubre del año de 1808, cuando este último tocaba tierra junto a seis de sus tripulantes. En aquella playa Faulkner se encontraba con gran cantidad de mulas y de hombres, que merodeaban en la costa. Media hora después, el Capitán del “Scorpion”, retornaba junto al falso Marqués de Larraín, Enrique Faulkner, el subdelegado Francisco Carrera y el pretendido mayordomo del Marqués, cuyo nombre aparente era Pedro Sánchez. Todos ellos entraron a la cámara de los oficiales y comenzaron a tratar de negocios que ya habían iniciado en Topocalma. Estos siniestros personajes manifestaban la más cariñosa de las amistades hacia el comandante del barco inglés, abrazándolo y dándole repetidos apretones de manos, lo mismo hacían con los oficiales del navío, con una aparente alegría en sus semblantes, congratulándose entre ellos y también haciéndolo entre ellos por el feliz resultado de sus negociaciones…

Los personajes que habían abordado el buque junto a su capitán, solicitaban la necesidad urgente de embarcar el cobre esa misma noche a causa del riesgo que corrían de ser sorprendidos por agentes de Aduana. Estas crueles personas habían logrado ganarse la confianza total del Capitán, sus oficiales e incluso de la misma tripulación de la fragata. Bunker guiado por el candor de su alma y sus sentimientos de simpatía, les mostraba la carta que había recibido en el Puerto Tangue, Tongoy; donde se le informaba que debía estar alerta ante una trama que se fraguaba en contra de su nave y de él. Hipócritamente, los sujetos que habían abordado el buque precedidos por Faulkner, transformaban aquel acto de sinceridad de Bunker, en una acción que renovaba la confianza y elevaba las sinceras acciones que los motivaban a proseguir estableciendo lazos de amistad y mostrándose dispuestos y actuar con buenas intenciones, para ello llegaban a invocar a Dios, la virgen y todos los santos, como testigos de sus verdaderos propósitos.

Los confabulados lograban ocultar  sus retorcidas intenciones, amparándose en su religión, en sus santos, en las enseñanzas de Cristo sobre el amor al prójimo, en su esencia civilizadora y no de hombres salvajes, además de apelar en esos momentos, que el imperio español se encontraban en una aparente paz con Inglaterra y que la nación inglesa, se estaban convirtiendo en hermanos de sangre, al ayudarlos a combatir a las fuerzas Napoleónicas existentes en la Península y expulsar del trono a José Bonaparte. Junto a realizar demostraciones de un deseo aparente por el restablecimiento del Rey de España en el poder y la administración del imperio hispánico, como asimismo de proteger a su santa religión. Toda esta hermosa verborrea, que sonaba a dulce melodía en los oídos de los ingleses, no eran más que los cantos de sirena, para seguir atrayendo a la trampa establecida para ellos. Llegaba a tal el cinismo de estas pérfidas personas, que el falso Marqués, que en párrafos anteriores se ha demostrado que en verdad era el comerciante español, Pedro Arrué. Este vil personaje llegó a expresar una hipócrita expresión, que al leerla parece una diatriba de profunda veracidad: “Mi dinero está en la playa, mi vida está en vuestras manos: tomas una y otra si pensáis que el hombre que lleva esta insignia (poniendo la mano sobre la cruz que tenía en el pecho), como un título de honor y de virtud de sus antepasados, capaz de tal atrocidad”. (Historia General de Chile. Diego Barros Arana. Tomo VIII. Capítulo Segundo: Gobierno de Carrasco, resistencia que suscita, síntomas de una próxima revolución (1808-1809). Página 49. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile.1999).

La virtud del engaño y la mentira que siempre deja algo como creíble, hacían su presencia en la trama fraguada, haciendo pasar por sinceras las expresiones vertidas y que tradujeron Enrique Faulkner y Mr. Wolleter. La carta que había exhibido Bunker, en su ilusa percepción de los eventos, había tenido la finalidad de ver que tan cierto era lo demostrado y expresado por los españoles y chilenos con los cuales, hacia negocio y poder renovar la confianza, la cual era fortalecida aún más al estar presente un caballero de honor como el Marqués de Larraín. En esos momentos, este último expresaba sentirse mareado, ante el vaivén del navío, producto del oleaje; Bunker de inmediato pidió preparar un bote, acompañando el mismo al hombre que lucía el medallón nobiliario de Marqués. El comandante del “Scorpion”, retornaba acompañado del Capitán de Dragones, Joaquín Echavarría. Después de comer, Bunker ordenó a su Segundo Teniente, Mr. Ellard, que se dirigiese a tierra con botes y tripulantes para cargar el cobre lo más rápido posible y el mismo (Bunker), acompañado de Faulkner, Carrera, Echavarría, desembarcaba llevando algunos remedios para el Marqués, pero pronto volvía a la embarcación, dejando a Ellard con veinte hombres para cargar el cobre en los botes. El Capitán Bunker había estado dando las órdenes para preparar una espléndida cena y en cuanto dejó todo organizado volvía a bajar a tierra. Pasado un tiempo llegaban nuevas órdenes para que otro grupo de tripulante bajara a tierra para ayudar en la carga de barras del mineral cuprífero. En consecuencia, a eso de las 21:30 horas había unos 30 hombres del navío inglés en tierra y pasado unos cuantos minutos estaba el primer bote con carga al costado del “Scorpion”. El artillero del buque, que venía en el bote informaba que no existía ningún inconveniente en la playa; enseguida aparecía otra gabarra, con tres tripulantes con la orden de preparar la cena, pues pronto abordaría el capitán con sus comensales.

Mientras parte de la tripulación se abocaba a bordo del “Scorpion”, a preparar las viandas, bebidas y postres que se darían durante la cena a los comensales, en la playa el teniente segundo Isaac Ellard, dirigía el embarco de cobre a los botes, durante el transcurso de dos horas el Capitán Bunker no se había presentado a ver las maniobras que él estaba haciendo como era habitual en estas actividades y requería su presencia al necesitar más hombres para realizar el proceso de subir al navío todos los cajones de cobre existentes en la playa; más fue aquella necesidad de tener a la mayoría de los tripulantes laborando en el proceso de embarque y estiba del barco, cuando le mostraron los cajones que contenían la plata amonedada, enterrada en las arenas de Topocalma. El teniente Isaac Ellard despachaba un bote cargado del mineral elaborado en placas junto a doce de sus hombres, alrededor de las nueve de la noche, mientras él se dirigía a una cabaña donde el supuesto Marqués se encontraba enfermo, acostado en cama. Al entrar vio al Capitán Bunker sentado entremedio del subdelegado Francisco Carrera y el médico Enrique Faulkner, en tanto el Capitán de Dragones Joaquín Echavarría se encontraba reposado en una silla frente a los otros tres, siendo el oficial de la fragata inglesa invitado a tomarse un vaso de vino, momento que se escucharon afuera una serie de gritos y golpes de manos. Ante estos ruidos exteriores, el Capitán Bunker elevaba la pregunta ¿Cuál sería la causa de tanta revuelta? Faulkner respondía, de manera calmada y sin darle importancia: ¡No es nada!  Como hombre experimentado en situaciones poco habituales que hacían del contrabando una actividad peligrosa, el Capitán Bunker se levantaba del asiento, recibiendo de inmediato una puñalada por la espalda, siendo Ellard y los tripulantes que aún se encontraban en tierra, rápidamente rodeados por un número considerable de hombres armados con cuchillos y pistolas, luciendo pañuelos blancos amarrados en sus cabezas.

El Capitán Tristán Bunker herido por la puñalada salía de la cabaña en dirección a los botes, con el claro fin de ponerse a resguardo en su navío, no lográndolo, al ser alcanzado y rematado por varios puñales. Su cuerpo fue desnudado y atándole una pierna con un lazo, para ser arrastrado a una fosa que se encontraba cerca, adonde lo arrojaron. Al teniente Ellard le parecío que el Capitán Bunker, a pesar de las heridas que le habían provocado, se encontraba con vida cuando comenzaron a enterrarlo. Al pretender acercarse, varios hombres amenazaron a Ellard con sus cuchillos, lo que llevo a desistir en su intento. El Capitán de la Fragata “Scorpion”, moría por el engaño fraguado en su contra por quienes se habían ganado la confianza y una amistad de él ,  movidos por la codicia y avidez por hacerse de la mercadería que estaba en las bodegas de la embarcación inglesa. La crueldad con la cual procedieron quienes planificaron la acción de adueñarse de aquel contrabando, demostraba a lo que estaban dispuestos a llegar con el fin de obtener los que deseaban, un ejemplo de cómo actuaban criollos, españoles y extranjeros dentro de los países latinoamericanos, que en ese tiempo pertenecían al imperio español. Los actos por la independencia no estarían exentos de tales eventos, incluso una vez consolidada la independencia, sucederían hechos que aun hoy se encuentran en la memoria de los chilenos, como fue el asesinato de Manuel Rodríguez Erdoiza y otros han caído en el olvido, como fue la Matanza de prisioneros realistas en San Luis, Argentina.

Al amparo de la oscuridad de la noche los codiciosos hombres de la Capitanía General y los soldados que operaban bajo su dirección, obraban de una forma, donde no importaba la vida de quien, por evitar el robo, o por casualidad se cruzaba en el camino de ellos, podía perder su vida. El teniente Ellard y la tripulación que estaba operando en tierra fueron aprehendidos en su totalidad, sin haber podido ofrecer resistencia alguna, producto de la confianza expresada por aquellos sujetos de habla hispana. Atados sus brazos a la espalda y sentados en la orilla de la playa de Topocalma, los atracadores esperaban la llegada de algún bote del “Scorpion”. No tardo mucho tiempo en aparecer un par de ellos, siendo rápidamente sujetados, siendo los tripulantes apresados, del mismo modo que lo fue Ellard y los marinos en tierra. Con las gabarras o chalupas en su poder, los instigadores del plan y asesinos de Bunker se dirigieron al buque, que estaba estacionado en “la puntilla del Chivato”.

Con aquellas chalupas remaban hacia la embarcación, los complotados por hacerse del contrabando de la fragata inglesa, y con la muerte del Capitán Bunker, el tiempo de arrepentimiento se desvaneció; sólo quedaba dirigirse al “Scorpion”, donde la tripulación ignorante de lo acaecido en las playas de Topocalma, seguían preparando la cena que su capitán les había solicitado desarrollar. Fue cerca de las 22:00 horas, que el centinela de la fragata vio aparecer los dos botes con tripulantes, permitiéndoles proseguir después de haber confirmado que eran las chalupas de la embarcación. Una vez que estas estuvieron al costado de la fragata, se hizo fuego contra las lámparas que traían los de a bordo para iluminar a quienes creían eran los comensales que estaban en la playa, y confiando de ello se acercaron sin ningún temor al borde donde se encontraban los botes. Rápidamente una vez realizada la descarga, la embarcación inglesa, fue abordada por diferentes costados por ochenta hombres de cuchillos y pistolas. En toda esta acción la tripulación del “Scorpion”, tenía que lamentar además de la pérdida de su capitán, de otros dos marineros y un tercero herido. El ataque al barco, fue dirigido por Damián Seguí, alias “Pedro Sánchez”, el aparente mayordomo del también falso Marqués de Larraín.

Este sangriento plan, preparado con premeditación y realizado con una perversidad donde cualquier gesto de humanidad fue sepultado en la fosa más profunda, lleva a ver la crueldad a la que puede llegar el hombre que codicia enriquecerse y hacerse de dinero. En aquel evento por obtener las mercaderías traídas para contrabando por la fragata inglesa “Scorpion”, llevo al Capitán Bunker y ocho tripulantes a sufrir la desafortunada experiencia de ser asesinados; sin contar a los numerosos heridos que sufrió la marinería del buque ballenero en corso. Los supervivientes de la embarcación inglesa fueron enviados a Valparaíso en calidad de prisioneros por contrabando y las existencias dentro del navío, ascendían a unos seiscientos mil pesos. Fue este el momento que los actores principales del acontecimiento y sus ideólogos, tener que declarar la legitimidad de lo ocurrido, para posteriormente comenzar hacer el reparto de las mercaderías o entregar el valor en monedas correspondiente a estas.  Esto último al llegar a conocimiento de la ciudadanía, suscitó en estos una reprobación total hacia los intrigantes y asesinos de los marineros ingleses del “Scorpion”, que finalmente le costaría el cargo al Gobernador de la Capitanía General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco.

El proceso de reclamación que incurrían el Gobernador de Chile, Antonio García Carrasco, sus secuaces, junto al Médico Enrique Faulkner, al Subdelegado Francisco Carrera, permitió abrir un juicio donde el Administrador General de Aduanas, Manuel Manso y otros altos funcionarios, exponían que hallándose España en armisticio con Inglaterra, no se podía considerar a la fragata de origen inglés “Scorpion”,   como un navío enemigo, sino como un simple barco dedicado al contrabando, no correspondiendo el juicio y repartición de las existencias de las bodegas de la embarcación, sino que, sólo se debía hacer un decomiso de estas (mercaderías ). Esta interpretación judicial daba al fisco una participación principal en el barco y las mercancías que estaban en sus bodegas, mostrando a quienes participaron en la toma de la fragata inglesa, como verdaderos delincuentes que obraron con premeditación y alevosía contra la tripulación de esta embarcación. El Gobernador García Carrasco, movido por su codicia y no escuchando lo sentenciado por los tribunales, resolvía como presidente de la Capitanía General de Chile, que el “Scorpion”, era una presa y se debía realizar el reparto entre todos los que confabularon contra el Capitán Bunker y su nave.

Producto de lo expuesto como sentencia en juicio, de la cual se enteraba la población del país y en especial de la región de Valparaíso, en quienes se generó al ver aparecer a quienes estaban implicados en los hechos expuestos en los párrafos anteriores,  en el puerto de Valparaíso, como eran Damián Seguí alias “Pedro Sánchez”, el mayordomo del falso Marqués de Larraín, el Capitán de Dragones Joaquín Echavarría, y un hombre apellidado Medina, fueron insultados, con los epítetos menos soeces fueron a los que se referían a ellos eran como ladrones y asesinos. Pronto en Santiago explotaba una especie de rebelión de las personas de las clases altas y bajas de la sociedad, al enterarse de los hechos, colocándoles el apodo de “escorpionistas” a los cómplices y autores de aquel acontecimiento.

Así chilenos como españoles, como también los oidores de la Real Audiencia y muchos otros altos funcionarios y comerciantes más destacados, tuvieron palabras de reprobación ante aquel acto, revestido de un sadismo y crueldad sin precedentes para altos personeros de la administración del gobierno. Incluso José Toribio Larraín, el verdadero Marqués de Larraín, siguió ante la Audiencia un juicio con el fin de probar que Pedro Arrué, comerciante español había plagiado a su persona, con el claro objetivo de engañar al Capitán Inglés, Tristán Bunker, logrando obtener la reparación que él buscaba, a pesar de los intentos de Antonio García Carrasco por impedirlo. EL Marqués de Larraín, hacía llegar al gobierno de Inglaterra, copia de la carta donde se dejaba en conocimiento el plagio sufrido por José Toribio Larraín y su título nobiliario, con el fin que nadie pudiera imputarle tan grave asesinato que dañaban su honor y prestigio.

Con el proceso realizado por la Real Audiencia donde se transparentaba la complicidad del Gobernador García Carrasco, en aquellos actos de contrabando y de apropiarse de estos para su propio beneficio, hizo que las familias más destacadas de la sociedad chilena, dejaran de frecuentar el palacio de los gobernadores. Las personas evitaban tener cualquier contacto con Francisco Antonio García Carrasco.  La actitud de este gobernante del país, que no sólo lo desprestigio a él, sino que también a todo el Gobierno español, desde el monarca y la misma Junta Central de Sevilla y toda autoridad que proviniera de las colonias del imperio o de la misma Metrópoli imperial (España).  El apresamiento de la fragata ballenera de origen inglés “HMS Scorpion”, dejaba entrever las actitudes de quienes dirigían el país, donde la corrupción era mayor a quienes se dedicaban a contrabandear mercaderías de productos elaborados industrialmente en Inglaterra, Estados Unidos o en otros países de Europa o con especias e infusiones, -como el té o el café-, traídas desde las colonias orientales de la Gran Bretaña.

Lo realizado por Francisco Antonio García Carrasco, en referencia a lo que escribía a España en oficio el 20 de diciembre de 1808, en tiempo que gobernaba la Junta Central residente en Sevilla, llevan a pensar que la mentira como medio para tergiversar la información, siempre ha existido. Una vez abierta la herida, como fue el caso escorpión dentro de la Capitanía General de Chile, queda con el tiempo la cicatriz y esta sería de aquellos actos que serian copiados posteriormente y a través de los años por quienes asumen algún cargo dentro del gobierno del país y también de las personas que viven en este largo y angosto territorio, en el confín de América. La capacidad de mentir para encubrir acontecimientos de gravedad y que dañaban a otros, será una situación que al parecer se heredará de quienes dirigieron el país en algún momento, desde tiempos coloniales y posteriormente durante la consolidación de la independencia de Chile. El desarrollo del país seguirá un derrotero de encubrimientos, que una vez se hagan públicos, se procederá a una serie de eventos comunicativos, donde se mentira, para que la cicatriz perdure y deje la huella.

Pronto la verdad saldría a flote en la Metrópoli española, dejando a la gente de alta alcurnia del país y a su dirigencia política y social, como mentirosa y ladrona. El Gobierno de Inglaterra, comenzó una serie de reclamaciones que mostraban el hecho vivido por la Fragata ballenera “Scorpion”, armada para corso y contrabando, a pesar que por real orden, emitida el 22 de agosto de 1809, habían dado conformidad a lo obrado por el Gobernador de Chile, Francisco Antonio García Carrasco y quienes habían apresado al navío de origen inglés. En estas demandas, los ingleses entregaban nuevos antecedentes que daban un giro total a lo expuesto por García Carrasco, influyendo en el descrédito del Gobernador de la Capitanía General de Chile, como también en las medidas que tomo el gobierno español a los hechos expuestos por García Carrasco. Además, llevó a que el gobierno imperial español impusiera la devolución total de los valores repartidos entre los asesinos de los marineros ingleses y del Capitán Tristán Bunker, debiendo hacer entrega a las arcas fiscales las cantidades percibidas en el hecho criminal. Como las ganancias que les entrego la venta del azúcar y de las telas existentes en el “HMS Scorpion”, habían sido malgastadas, el Consejo de Regencia ordenaba endurecer la injerencia del Gobernador y Capitán General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco, llegando a proceder a su detención y respectiva prisión, junto al embargo de los bienes de esta autoridad política del imperio español en Chile.

Aquella orden del Gobierno español de proceder a tomar prisionero a García Carrasco, llegaba muy tarde, pues Chile comenzaba a distanciarse del imperio hispánico para tratar de lograr su propio camino independiente. Las relaciones político-económicas, quedaban rotas, manteniéndose así por un largo tiempo y bien adentrado el proceso de independencia del país, aunque hasta la conformación de la Primera Junta de Gobierno, se mantendrían los lazos políticos- sociales con la metrópolis. Así, los perversos actores del caso escorpión quedaban sin castigo y con la gracia de seguir malgastando lo obtenido de mala manera, marcando un precedente que aún hoy en pleno siglo XXI se ven actos de corrupción muy similares al descrito. Llevan a creer que el precepto de “chileno ladrón”, es parte de nuestro acervo cultural heredado de quienes nos han gobernado, por lo tanto, mostrado como ejemplo para que el populacho lo imite. 

Lo ocurrido con la fragata inglesa “Scorpion”, su Capitán Tristán Bunker y la tripulación de este navío, conocido como “caso escorpión”, sería el más connotado de los eventos donde estuvo implicado un Gobernador dentro de la Capitanía General de Chile. Antonio García Carrasco, quien como se ha visto, tenía a unas amistades dedicadas a los ilícito de apoderarse de los contrabandos para enriquecimiento de ellos y tal vez, cuantas veces lo habría realizado y cuantos más deben haber hecho sus amistades y otras personas con poder dentro de la administración del gobierno colonial o conspicuos individuos que por sus actividades agro-ganaderas, sus haciendas o comercio, tenían la capacidad para establecer planes que les permitieran hacerse de estas mercancías, con el fin de enriquecerse  a costa de su venta dentro del país o en otras regiones de América a un precio mayor de lo que realmente costarían, evadiendo a su vez, toda las reglas y políticas establecidas por el imperio y que instituye el buen vivir en sociedad.

No eran sólo criollo, nacidos en estas tierras dedicados al comercio o en funciones administrativas dentro del gobierno colonial hispánico quienes se vieron implicados en estos eventos, sino también existían, españoles dedicados a estos robos a contrabandistas de origen inglés, estadounidense y de diferentes países europeos. Justificaban su proceder al calificar estas actividades como positivas realizarlas, dado que quienes llegaban a las costas chilenas y a cualquier región de América ofreciendo productos elaborados con procesos mecánicos y utilizando la tecnología y maquinaria en los países que lideraban la revolución industrial y que eran predominantemente de habla inglesa, operaban en corso y contrabandeando productos apetecidos por las clases sociales más connotadas en la región. Se aprecia en el transcurrir del tiempo como los productos apetecidos por las clases altas en los virreinatos y capitanías generales del imperio español, incumplían las leyes imperiales instituidas para sus territorios, total “las leyes fueron hechas para romperlas”, aunque el dicho que más se ajusta hasta hoy en día es: “hecha la ley, hecha la trampa”.

El caso escorpión, será un ejemplo de los niveles de intriga a los cuales podían llegar tanto partidarios del rey como de la patria para obtener riquezas bajo costo, tal como era apropiarse de mercancías que llegaban de contrabando a las costas del país, en navíos de diferentes banderas. La vida de las personas pasaba a un segundo plano, y las ambiciones de los individuos con el transcurrir del tiempo, ya no bastarían con la obtención de los productos de contrabando, sino, el poder o dominio del territorio conocido como Capitanía General de Chile. Un poder que ya no era de fuerza política, con el desembarco de Pareja en el Puerto de San Vicente, a fines de febrero de 1813, transformaban estas, también en una pugna de fuerza armada y arrastre de personas hacia la bandera del Rey o de la Patria.

 En el conflicto por la emancipación de Chile se irá viendo, también, como entraban en juego el deseo de figurar, el poder que les otorgaban ciertos rangos militares y cargos públicos, predominando la intriga para hacer primar los intereses por hacerse del mando de tropas y de personas en las fuerzas en conflictos, por sujetos que no poseían la valentía, osadía, inteligencia y el conocimiento para estar al mando de cientos o miles de hombres. En un comienzo prevalecerán las personas con gran influjo social dentro del bando patriota; en tanto, en el bando del Rey, con el fallecimiento por pulmonía o bronconeumonía, el Brigadier Antonio Pareja, al lograr nombrar a su sucesor durante su agonía, surgiría la intriga dentro de los oficiales “de alcurnia”, que por tradición y estudio consideraban que la dirección de los batallones realista les debía ser entregado a uno de ellos, contra quien juzgaban un advenedizo y bruto hombre rustico, carente de inventiva y capacidad de liderar, pero que supo obtener el respeto y tal vez, una cuota de admiración entre los hombres a su cargo, teniendo la habilidad de obtener la ayuda y asesoría de sujetos con una destreza y habilidad política y conocedores del alma humana, como lo fue el Padre Almirall. El coronel Juan Francisco Sánchez y Seixas, desde que asume la comandancia en jefe del Ejército Real en Chile, sufriría el embate y la maquinación por parte de oficiales y religiosos, para derrocarlo del mando, llegando a inventar difamaciones en su contra que llegarían a los oídos del Virrey.  Esto llevaría a ver pasar una serie de comandantes en jefes en el Ejercito del Rey en Chile o mal llamado Ejército Nacional. Así llegan Gabino Gainza, Mariano Osorio, Rafael Maroto, José Ordoñez, Mariano Osorio, para retornar nuevamente al coronel Juan Francisco Sánchez, quien le delega los restos del ejercito realista al capitán Vicente Benavides, a quien le sucederían, Manuel Picó, el cura Mariano Ferrebú y Antonio Pincheira, el menor de los hermanos que dirigían una montonera realista que operaba en el sector cordillerano en  el sector de Chillan y Neuquén, llegando por los contrafuertes de la cordillera  de los Andes, hasta Mendoza y el sector de San José de Maipo, en Santiago de Chile.

La relación expuesta en el párrafo anterior, tiene por finalidad, apreciar que las intrigas que se esbozaron durante todo el proceso para lograr la emancipación del país, no estaban muy alejadas del actuar del Gobernador Francisco Antonio García Carrasco y sus cómplices en el Caso Escorpión.

 La perfidia de quien ostentaba el sitial de máxima autoridad dentro de la Capitanía General, llegaría a niveles de emprenderlas contra personas de avanzada edad. Francisco Antonio García Carrasco, para justificar que estaba desarrollando actividades que protegían al Imperio, acabando con aquellos individuos que incitaban a una sublevación o revolución en contra del Rey Fernando VII, de la Junta de Cádiz que se había conformado para sostener el imperio hasta que el rey retornara.  Es así, que la conocida historia de “La Conspiración de los Tres Antonios”, ocurrida en 1781 y de la cual se basó Gracia Carrasco para emprenderla contra quien, en ese tiempo había salido casi incólume: don José Antonio Rojas.

La acción perpetrada por el Gobernador García Carrasco contra los ancianos (hoy se denominan,” adultos mayores”):  José Antonio Rojas, Juan Antonio Ovalle y Bernardo Vera y Pintado, a quienes, hacia arrestar, bajo el pretexto de sedición contra el imperio y al Rey. En momentos que España sufría, en 1808, la invasión de las fuerzas napoleónicas y la aprehensión del Rey Fernando VII, a quien se envió cautivo a Francia, asumiendo el poder hegemónico del Monarca, el hermano de Napoleón, José Bonaparte, a quien los españoles apodaron “pepe botella”, por tener una conformación física que llevaba a recordar a un envase de licor.  Para muchos esta acción sucedida en Europa y afectaba a la Metrópoli en su totalidad, de la cual dependía todo el imperio “donde el Sol no se oculta”, como era conocido el español, fue el causante para que las colonias de América determinaran formar sus propias Juntas de Gobierno a usanza de la Junta Central establecida en Sevilla.

Antonio García Carrasco basa su acusación en lo experimentado con fecha de 12 de diciembre de 1780, es decir, más de 25 años antes, donde los franceses Antonio Alejandro Berney, Antonio Grammuset y el mencionado anteriormente, José Antonio Rojas, y el peruano Manuel José de Orihuela, fueron sorprendidos por el entonces gobernador de la Capitanía General de Chile, Ambrosio de Benavides, de conspirar contra el imperio para convertir a Chile en un Estado independiente. Aquella idea se basaba en el estallido de la Revolución francesa y en el proceso que llevó a la firma de la Constitución de los Estados Unidos (EEUU). La propuesta de “la conspiración de los Tres Antonios”, consistía en: Sustituir el régimen monárquico por el republicano; un gobierno colegiado, donde existiese un senado soberano de la “muy noble, muy fuerte y muy católica república chilena”; elección popular, donde incluso votarían los miembros de los pueblos mapuches; abolición de la esclavitud y la pena de muerte; Redistribución de la tierra, repartiéndola en lotes iguales entre todos los chilenos; y exportar la revolución al resto de la América y del mundo.

Estas ideas, comenzaron a ser aplicadas desde el mismo triunfo de las fuerzas patriotas en Maipú (5 de abril de 1818), al crear una fuerza y una armada que liberarían el Perú del “yugo imperial español”, y el establecimiento de un Senado y un proceso de elección popular, aunque limitado, en sus comienzos. Además, se terminaban los títulos nobiliarios y se abolía totalmente la esclavitud, los cuales se aprobaron mediante decretos durante los gobiernos de Bernardo O´Higgins y de Ramón Freire.

Las ideas de la Revolución francesa (5 de mayo de 1789 – 9 de noviembre de 1799), que, surgidas de las propuestas burguesas de Igualdad, Fraternidad y Libertad, despertaron una serie de emociones, en todo el mundo y en América se fundirían al sentimiento emancipador. En tanto, La Primera Revolución industrial, surgida en la misma época de la revuelta de “la burguesía francesa”, marcarían una diferencia económica y social en relación a España y a los países latinoamericanos que estarían hasta hoy en día por detrás de las potencias socio económicas e industrial de Europa, en especial Inglaterra y países de habla inglesa, como Estados Unidos junto a otros estados europeos. Estos países promoverían las ideas emancipadoras en las poblaciones coloniales de América, con el objetivo de abrir nuevos mercados a las producciones industriales existentes en sus territorios, que elaboraban diferentes tipos de productos tan apetecidos y necesarios para la gente y a la necesidad de ampliar sus mercados. 

Las guerras internas dentro de los países americanos ya independizados generarían más la brecha entre las sociedades industriales y la precariedad productiva de las excolonias, que aun mantenían un sistema de elaboración de carácter artesanal incluso hasta finales del siglo XIX. Riquezas como el guano, el salitre, el oro y otros recursos no renovables, cuya explotación podría haber permitido a muchos países americanos, con esta riqueza en productos no renovables haber sido parte del mundo industrial y desarrollado.

En esencia, la Capitanía General de Chile seguía siendo una economía agrícola precaria y además, dependiente de muchos productos de carácter importado de otras colonias y traídas desde la metrópoli española. Curiosamente, aquel sistema socio-económico, se encontraban en poder de la elite socio-cultural chilena, cuyas ideas conservadoras, aún perviven en la cultura del país. Doscientos años y aun dependemos en su totalidad de las importaciones de productos: vestuario, artículos electrónicos, vehículos, implementos para la construcción de casas y edificaciones, ampolletas y un sinfín de implementos e incluso hoy por hoy, agrícolas y ganaderos.

El mundo se había abierto al libre mercado, con el surgimiento del Renacimiento y con él, también una ola de teorías socio políticas, de poder, de ideas para hacer del mundo un lugar mejor para el hombre-; de avances científicos e incluso de descubrimientos, como el de nuevos territorios y continentes, como el realizado por Cristóbal Colón un día 12 de octubre de 1492. El nuevo continente, cuyo nombre de América lo recibe del Navegante Italiano Américo Vespucio, quien fue el primero en circunnavegarlo (Primer viaje 1497), a quien en esos años se le atribuyo el descubrimiento de este “Novus Mundu”, cuyas regiones establecidas geopolíticamente en la conquista y afianzadas en las etapas coloniales, ya en los inicios del siglo XIX, clamaban por obtener su emancipación del Imperio español, entregaba no sólo la riqueza de sus entrañas, sino también, la sangre de sus habitantes seculares. Literalmente el nuevo continente nacía al mundo, “con sus venas abiertas”.

La codicia fue el cimiente que permitió a los conquistadores españoles avanzar por el continente y su selva, descubriendo nuevos pueblos y territorios. Hernán Cortés, descubridor de México, los hermanos Pizarro y Diego de Almagro, hicieron el hallazgo del imperio incaico y su fabulosa riqueza en oro, que labraban sus pueblos, haciendo fabulosas obras de arte, las cuales los españoles transformaron en barras de oro, para ser enviadas a su Rey en la Península Ibérica. La riqueza primaba por sobre cualquier acción notable del humano de estas tierras. Aun hoy, la extracción de minerales en estos países es de gran demanda. Ya no sólo es el oro, ahora el manganeso, el cobre, la plata, las esmeraldas e incluso el petróleo descubierto en el rio Orinoco, en lo que hoy es Venezuela, son apetecidos por empresas multinacionales dedicadas a la extracción de lo que se conoce desde finales del siglo XIX, como “Oro Negro”.  Aunque en tiempos de la colonia y hasta bien mediados del siglo XIX, su extracción aún seguía siendo de carácter artesanal y no afectaba al medio ambiente de la forma que hoy se hace. Los metales preciosos extraídos de la tierra americana servían para acuñar monedas y elaborar los lingotes, que serían enviadas a España o para hacer negocios de contrabando con “piratas o corsarios”, que se dedicaban a este mundo comercial de carácter ilegal dentro de los territorios que conformaban el imperio español, donde sólo estaba permitido el comercio entre los países y/o colonias.

Como se ha ido viendo no fue sólo un factor el que originó el proceso emancipador de los países americanos y de la Capitanía General de Chile. Aunque la reacción que tuvo la población al recibir las primeras noticias de la invasión de Napoleón a España, fue de una absoluta lealtad al monarca español. Los eventos fueron ordenándose a través del tiempo, de tal manera, que los habitantes de esta región comenzaran a cuestionar el dominio de España y su gente sobre la región y sus personas; tal vez, no conocían y nunca verían a Fernando VII, vinculándose al imperio sólo por la idea de ser vasallos de un Rey apresados.  Los nacidos dentro de la Capitanía General de Chile, junto a quienes provenientes de España y otros países, tanto de Europa como de América, generó en ellos el optar a uno de los dos bandos en el cual comenzaba a dividirse la sociedad al interior de Chile.

La Capitanía General de Chile, poco a poco, dejaba traslucir aquello que se había mantenido cubierto bajo el manto del secreto, a pesar que era apreciado en cada conversación o reunión social que se daba en Santiago, pueblos y haciendas. Se había establecido la conformación de dos grandes opciones político-sociales e incluso geo-económica:  por un lado, se encontraban aquellas personas que aceptaban la injerencia de las instituciones españolas en el país, que, reemplazando al Rey cautivo, condenaban toda acción que llevará a establecer un gobierno autónomo al establecido por el Imperio Español, llamados “monarquistas”, en sus inicios y posteriormente “realistas”.  Y quienes, en una aparente fidelidad al Rey, deseaban la emancipación del país por medio de alguna institución que liderara esto, y demostrara una autonomía en su gestión y decisiones sin la intrusión total de las instituciones españolas existentes en la Península Ibérica, en las actividades y determinaciones que podían tomarse al interior del país, aunque en un principio se harían a nombre del Rey… opción que recibiendo la denominación de “patriotas”.

El Corrupto Gobernador de la Capitanía General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco Díaz, en 1809 determinaba la detención de tres connotados hombres de la ciudad de Santiago. La historia cuenta que una vez que regreso de su viaje a Europa, don José Antonio Rojas, su hogar fue centro de tertulias de ideas surgidas en tiempos de la ilustración y del Renacimiento, como fueron los escritos de Nicolás de Maquiavelo, Thomas Hobbes, Gottfried Leibniz, Adam Smith, John Locke, Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau, Voltaire, Diderot o de temas como la Gloriosa Revolución Inglesa y las acciones de Oliver Cromwell. Producto de aquellos debates, las autoridades llegaron a creen que en una de esas reuniones los tres sujetos antes mencionados – Antonio Rojas, Antonio Ovalle y Bernardo Vera-, hicieron referencia a las posibilidades de establecer un régimen republicano, que sucediera al monárquico e imperial existente en ese tiempo, donde su administración sea conformada por la gente que la gente eligiera. Llegando, en aquellas platicas, en aspectos sociales opinaban por terminar con las penas de muerte y la esclavitud, el fin de las jerarquías sociales y de los títulos nobiliarios, como también, de la redistribución de las tierras del país.  Para que estas ideas fueran difundidas en la población de Santiago, tramaron que cada uno de ellos debía comprometer a otra persona, que juzgaran pensara de manera similar, pero sin contarles a los nuevos sujetos el nombre de los otros dos complotados, con el claro fin de evitar acusar a los otros en caso de ser descubiertos. La idea de estos hombres era promover una rebelión que derrocara al Gobernador y a todos quienes poseían una cuota del poder monárquico existente en el país, como ya había ocurrido en el caso de “los tres Antonios”, donde el Gobernador Ambrosio Benavides, levanto un proceso en contra de los franceses Antonio Berney y Antonio Gramusset, junto a don José Antonio Rojas y al peruano Manuel de Orihuela.

Las intrigas y eventos ocultos eran una actividad política habitual, jugando en contra o a favor de quien figuraba liderando una de las tendencias ideológicas. Aspecto que ya se veía en esos tiempos, al interior de los mismos partidos beligerantes. Quienes lideraban las fuerzas patriotas o realistas, tendrán detrás de él a sujetos que hoy son denominadas como “Enemigos Internos”. Estos oscuros personajes tendían a generar una serie de actividades, que buscaban el derrocamiento de quien se encuentra en el cargo de autoridad. En 1778, la idea de realizar la rebelión, debería haber comenzado con la reunión de todos los conjurados en la Chimba, ubicada en la ribera Norte del Mapocho, (lo que hoy es Patronato), y desde allí saldrían en dirección a la plaza mayor para detener al Gobernador, tomarse el almacén de pólvora, la sala de armas y las cajas reales que les proporcionarían dinero suficiente. En tanto, otros implicados se disfrazarían de religiosos, y vestidos así, incitarían al pueblo y demostrando el descontento por las reformas aplicadas a las órdenes por las autoridades coloniales y provenientes de la misma España, la cual sería la supuesta razón del movimiento. incluían, además, darle la libertad a los esclavos con el objeto de que participasen en la empresa. Este plan redactado por Antonio Berney, fue extraviado en la hacienda de Polpaico de Antonio Rojas, las cuales fueron halladas por un amigo de este, apellidado Pérez de Saravia, quien hizo la denuncia al Regente Tomás Álvarez de Acevedo. Este último personaje, iniciaba una investigación basado en la información hallada por Pérez de Saravia, logrando recabar una serie de información que implicaban a los dos franceses, colocando en conocimiento al Gobernador Ambrosio de Benavides Medina (a quien muchos historiadores vinculan un parentesco con Vicente Benavides Llanos), disponiéndose de inmediato la detención de ambos los dos franceses antes mencionados y de un español de origen gallego, apellidado Pacheco.  Todos ellos fueron enviados a la prisión del Callao. La desgracia acompañaba a Antonio Gramusset y Antonio Berney, hizo que el barco naufragara producto de un temporal que se abatió sobre él, pereciendo Berney el gallego Pacheco, generando grandes lesiones en Gramusset que lo llevarían tres meses después a fallecer. Antonio Rojas no fue apresado al considerarlo la Real Audiencia, inocente, aunque tras los acontecimientos fue exiliado por un corto tiempo a España.

Los intentos e intrigas por explorar nuevas formas de autogobierno comenzaban a visualizarse antes de la ocupación de Napoleón en la Península Ibérica, estimuladas por el proceso que estaba viviendo Estados Unidos por emanciparse de Inglaterra; la sociedad chilena, en especial sus familias más conspicuas, harían que el país fuera  adquiriendo procedimientos muy similares a los que se desarrollaban en Estados Unidos por hacerse de los contrabandos que traían los navíos ingleses o de otros países europeos a sus territorios.  Como se mencionó en párrafos anteriores, hasta las autoridades se implicarían en ello, como fue el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco. La imagen de esta autoridad se había deteriorado, producto de sus conductas inapropiadas para un gobernante y que más se asemejaban al de un delincuente de poca monta que busca hacerse dueño de los contrabandos de otros, debiendo enfrentarse a la explosión de la población de la Capitanía General de Chile al conocer la macabra acción en la cual estaba implicado, no estaba exenta de los deseos de aplicar castigo por sus propias manos. El temor de haber sido sorprendido y la divulgación de los hechos a todas las personas del país, lo llevaba a ver que sufriría una convulsión social y política producto de su mal obrar.

El caso “Scorpion”, dio luces a la Opinión Pública de esos tiempos de su verdadera forma de ser, adquiría una conducta asolapada ante los rumores que acusaban a destacados personajes de la época, como eran José Antonio Rojas, Bernardo Vera y Pintado o el procurador de Santiago Antonio Ovalle de ser instigadores de una sublevación como la ideada por Berney, Gramusset, Rojas y Orihuela en 1780. José Antonio Rojas nuevamente se ve inmiscuido en una conspiración para establecer un régimen republicano y liberal, y el no claudicar por cumplir aquel sueño de independencia del imperio español. Si bien Gramusset, Berney, Orihuela y Rojas comenzaron a difundir las ideas que llevarían a la revolución emancipadora que soñaban, y haciendo sentir a todos los habitantes que toda la suerte y felicidad de este reino consistía en sacudir el yugo de la fidelidad y vasallaje a un monarca que no se conocía en persona. A estas ideas se les inculpaba de volver a realizar a los beneméritos hombres de avanzada edad como eran Antonio Rojas, Antonio Ovalle y Bernardo Vera, a lo cual se le sumaba, el propugnar la idea que no sólo a Fernando VII no se le conocía en persona y que sólo mostraba su presencia ante los dictámenes de normas y leyes que provenían de la junta Central de Sevilla y del Virreinato del Perú; a pesar de asignárseles esto ideario y objetivo revolucionario, demostraban el profundo deseo  en parte de los habitantes de Chile adoptar la idea de una emancipación absoluta y que utilizo García Carrasco para desviar la atención hacia su persona y encubrir sus acciones al Virrey del Perú y a la Corte de Cádiz.

El Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, demostraba tener la determinación de cortar de raíz el proyecto de insurrección que se había transformado en un “rumor a voces”, dictando el 18 de mayo de 1810 un decreto que obligaba a que fueran interrogados todos los testigos que conocían el rumor y los acontecimientos, supuestamente, que ocurrirían. En vista de las exposiciones y los resultados que arrojarían, se tomarían acciones contra todos quienes aparecieran culpables, siendo el primer objetivo el expulsarlos del territorio, sufriendo también, un escarmiento ejemplar para que todos los habitantes de Santiago y del país, se mantuvieran dentro de los límites de sujeción, obediencia y respeto a la superioridad del monarca, sus leyes y de los funcionarios del Imperio Español. Una vez expedido el decreto, el 25 de mayo de 1810, don José Antonio Rojas, Antonio Ovalle y Bernardo Vera y Pintado fueron detenidos y procesados por el delito de conspiración.

Las intenciones del Gobernador Francisco Antonio García Carrasco eran una demostración que aun tenía el poder y la autoridad del país, junto a ello demostraría al Virrey que no dejaba de realizar sus funciones en favor del Imperio a pesar de estar implicado en eventos delictuales, de contrabando y asesinato. Por ello hacia todos los preparativos de manera que los habitantes de Santiago y alrededores hasta Valparaíso, no se percataran que estaba enviando a los ancianos Rojas, Ovalle y Vera a las mazmorras del Callao. Aquella acción se vio frustrada, producto de la revocación de la orden exigida por el Cabildo y la Real Audiencia a él, debiendo acatar lo solicitado por estas instituciones; pero, no dejaría de insistir en hacerlo en una segunda tentativa, amparándose en la amenaza de aplicar la fuerza en caso necesario, si se interponían a su disposición. Pronto Antonio García Carrasco, se dio cuenta que no eran solamente las instituciones del Gobierno las que le pedían esto…

El Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, nuevamente con sus argucias y mentiras encubría su actuar a la población de Santiago, quienes ya apreciaban en su proceder, la existencia de medidas arbitrarias y violentas, y diferían mucho de lo que el Gobernador expresaba. El viaje llevado a cabo por el oficial Manuel José Bulnes Quevedo, (padre de Manuel Bulnes Prieto, el futuro presidente de Chile entre 1841-1846), a Valparaíso, llegaba a conocimiento de la población santiaguina a pesar de todos los resguardos que había establecido el Gobernador Antonio García Carrasco, para que no se supiera de ella, generando en esta una gran inquietud, que pronto se transformaría en un movimiento que demandaba su renuncia al cargo.

Muchas personas de gran respeto social, incluso familiares de los apresados, se acercaron al Gobernante Francisco Antonio García Carrasco para obtener una información fidedigna de lo que estaba sucediendo con Ovalle, Rojas y Vera. El Gobernador, aseguraba que no existía motivo para tal alarma y haciendo entender que el viaje del Capitán Bulnes se debía principalmente al robo de pólvora ocurrido en uno de los almacenes reales y según informes recibidos estos habían sido embarcados en un navío que pronto zarparía…El 11 de julio, al amanecer llegaban dos misivas escritas por Rojas y Ovalle, con una diferencia de media hora (entre las 6 AM y las 7 AM), procedentes de Valparaíso, anunciando que estaban siendo embarcados. La noticia pronto fue divulgada por todo Santiago; así, con los primeros rayos de sol asomándose en la ciudad, la plaza pública se atestaba de sus habitantes, con el objeto de imponerse si era verdad que el Gobernador Antonio García Carrasco había actuado con tanta perfidia e inaudita violencia. Este Gobernante volvía a demostrar lo inescrupuloso de su proceder. Sus argucias y mentiras pronto lo llevarían a sufrir la demanda de una población sublevada para que dimitiera del gobierno de la Capitanía General de Chile.

Fue el día 11 de julio de 1809, cuando asomaban las primeras luces del nuevo amanecer, en pleno invierno, cuando los santiaguinos y vecinos de sus alrededores habían abandonado sus casas y algunos avanzando a paso apresurado y otros corriendo, se dirigían a la plaza pública (hoy plaza de armas), con la finalidad de ser informados sobre si era o no verdad que se había consumado el acto de enviar a Rojas, Ovalle y Vera al Callao, donde quedarían en presidio. Este acto, considerado de gran maldad, alevosía e inusitada insidia, hizo que la población en su totalidad solicitara a gritos la conformación de un Cabildo Abierto, con la finalidad de hacer oír sus quejas y obtener, a su vez, la reparación de aquel atropello. Sería recién a las 9 de la mañana, que las puertas del ayuntamiento se abrían, habilitándose la sala capitular, donde acudieron en tropel más de trescientas personas de un cierto nivel social. Mucha gente que había ingresado a este edificio ocupaba las escaleras y pasillos del palacio municipal, quedando la mayoría en las afueras, en la plaza pública, como expectantes de lo que se determinaría. Era, tal vez, la primera vez que la ciudad de Santiago veía una manifestación popular de tal magnitud.

Producto de todo lo acaecido, en el Cabildo existía en quienes lo conformaban un alto grado de nerviosismo. No se encontraba una diferencia de parecer y todo aunaba en contra del proceder del Gobernador Antonio García Carrasco, quien, en su breve dirección del país, dejaba entrever una falta de ética, que superaba los límites aceptados de inmoralidad política y codicia.  La sociedad colonial,  comenzaban a vestirse con las tendencias ideológicas pro libertad de la Capitanía General de Chile y su independencia, y las de seguir fieles al Monarca Español; pero todos los partidarios, de uno y otro bando hablaban con altos niveles de violencia y comentaban  en términos muy agresivos el atropello a las leyes, junto a la persecución, trato y destierro a dos ancianos venerables de la sociedad santiaguina y de los procedimientos utilizados por el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, donde la mentira y el engaño, nuevamente las utilizaba en beneficio de su persona. Producto de la unánime posición de los participantes y concurrentes, se nominó al alcalde Agustín Eyzaguirre y el procurador sustituto de Santiago, Don José Gregorio de Argomedo, para que fueran donde el Gobernador Antonio García Carrasco y lo conminasen a que asistiera a la sala capitular en el edificio de regencia, para que diera cuenta de su proceder.

Como todo sujeto ávido de poder y codicia, el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco había previsto toda la convulsión, -que se podría llamar social-, al ser toda la población de Santiago y sus cercanías. Su error, fue el haber confiado en la autoridad y poder que le otorgaba el cargo supremo dentro de lo que era la Capitanía General de Chile, además, el prestigio con el cual el cargo de Gobernador o presidente del país daba a quien lo ejercía, producto del proceder con el cual habían actuado sus sucesores en el mando. Jamás imagino que la noticia de la orden que impuso a los tres acusados (Ovalle, Rojas y Vera), llegase con tanta prontitud a Santiago y por vías de información que no fueron la red de comunicaciones existentes y que sus subalternos utilizaban. Antonio García Carrasco días atrás había comenzado a tomar todos los resguardos posibles, logrando tener alistadas a las tropas de la guarnición de la ciudad, con la finalidad que concurrieran ante cualquier acto de insurrección de la población, junto a ello había reunido por intermedio de sus agentes, a sujetos que hoy serian denominados lumpen; es decir, aquellos sujetos marginados y sin conciencia de clase, simplemente miserables dispuestos a todo por obtener algo vía saqueo o destrucción.  A estos individuos el Gobernador, Francisco Antonio García Carrasco confiaba la defensa de su administración. Sin embargo, con la celeridad con la cual llegaron las cartas desde Valparaíso, no permitieron que el gobernante pudiera activar los aprestos ya establecidos. Aun sorprendido y a los hechos perpetrados por él, mantenía una conducta arrogante, sin querer-aparentemente-, escuchar a los representantes del Cabildo, quienes habían concurrido para anunciarle las exigencias impuestas por la población. Francisco Antonio García Carrasco con soberbia arrogancia, les mandaba a decir que se retiraran del palacio de gobierno y que obligasen al pueblo a disolver el Cabildo Abierto solicitado.

Aquella conducta altiva y pedante del Gobernador García Carrasco, no produjo lo que él deseaba en los representantes del Cabildo, al contrario, rechazaba a estos, generando en la población un aumento en odiosidad hacia Francisco Antonio García Carrasco. Aquel furor popular, hizo que los habitantes marcharan en masa en dirección al Palacio de la Real Audiencia (Hoy Museo Histórico Nacional), ocupando en su totalidad, los pasillos, escaleras y patios de la edificación. Los sujetos más connotados de aquella improvisada asamblea, ingresaron sin miramiento alguno a las salas del piso superior, en donde en una de ellas funcionaba el supremo tribunal. Hubo un momento en que el clamor popular no dejaba hablar y menos escuchar, pero una vez que se lograron acallar, los dos alcaldes del Cabildo, José Nicolás Cerda y Agustín de Eyzaguirre, expusieron sus quejas delante de los oidores. Después de explicar lo sucedido, solicitaban que el Gobernador fuese citado a exponer sus determinaciones, como clamaban los vecinos de la ciudad, evitándose de esta forma una explosión social que no tendría comparación alguna.

El tribunal supremo se encontraba atónito ante la situación, donde el poder se encontraba en pugna. Por un lado, la presión de la población, que, sin respeto a nada, se comprometía cada vez en los reclamos hacia el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, llegándose a proliferar ofensas de carácter soez en su contra. Aunque el mayor daño a la imagen del Gobernador la daba el mismo Francisco Antonio García Carrasco, quien con su despótico proceder y embaucador degradaba la autoridad que emanaba del mismo cargo y del imperio español, produciendo aquella peligrosa efervescencia en las almas de los habitantes del país y que en ese momento eran representados por la población de Santiago y sus alrededores.

El Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, producto de su proceder y en varios hechos en los cuales su nombre se vio comprometido, se había transformado para la gente de la cúspide social de la sociedad colonial existente, en un sujeto despreciable y odioso; sólo le quedaba el poder y el prestigio del cargo  de gobernante del país, pero la autoridad del mandatario Francisco Antonio García Carrasco, iba declinando, al carecer del respaldo de los habitantes del país, quienes viendo sus acciones se mostraban opuestos a las facultades que le otorgaba el cargo a Francisco Antonio García Carrasco. Si bien, el trágico acontecimiento del caso Escorpión, hizo que la población del país, en su totalidad, se expresaran en su contra y de quienes realizaron el cruel hecho;  ahora, con su actuar contra los ancianos Rojas, Ovalle y Vera Pintado, de enviarlos a los cadalsos de El Callao, en una acción secreta y oculta hasta de las mismas instituciones coloniales de la Capitanía General de Chile, demostraba la perfidia con la cual procedía contra todo aquel que representaba un escollo a sus pretensiones y ambiciones. En este panorama, la única institución con la cual mantenía una relación de carácter formal, era el Cabildo, el cual pronto comenzaría a dejar de ser respetuosa y atenta hacia la figura del Gobernador de Chile.

Ante tanto suceso que no respetó las leyes coloniales impuestas por Imperio español y en los cuales aparecía vinculado el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, hizo que la sociedad colonial chilena, en todo su entramado político y social, se mostrara con una animadversión hacia la figura del Gobernante. Esto comenzaría a impregnar a los funcionarios del Cabildo de la ciudad de Santiago, que pronto García Carrasco sufriría el frio tratamiento que le daban los oidores de aquella institución política del país. Pronto el Gobernador sentiría estar totalmente aislado del quehacer social en el Chile de comienzos del siglo XIX y la relación con el Cabildo se iba mostrando cada vez más distante, llegando a un nivel que se mostraba una animadversión clara hacia su persona. El Gobernador de Chile, Francisco Antonio García Carrasco sentía aquella presión ciudadana en su contra, que al transcurrir del tiempo lo obligarían a renunciar al sitial de gobernante del país.

Ya en los mejores momentos del Gobierno de Francisco Antonio García Carrasco, la población había comenzado a tomar partido por la emancipación del país o para permanecer bajo el amparo del Imperio español; aunque, en este período de diseño partidista sus propósitos y aspiraciones en ambas tendencias no estaban plenamente definidas. Muchas personas comenzaron a tratar de tener influencia en la población y con ello alcanzar una cuota del poder de la administración que daba orden y organización al país. Dentro de estos personajes sobresalía uno que ya había desempeñado el cargo de consejero en el Gobierno de Ambrosio O´Higgins, y había estudiado en la primera universidad del país: La Universidad de San Felipe. Era Juan Martínez de Rozas quien lograba volver acceder al poder político, al retornar a funciones de asesor, ahora del Gobernador Antonio García Carrasco, después de haber orientado al Marqués de Osorno, de Vallenar y barón de Ballenary, como fue conocido, Ambrosio O´Higgins, cuando fue Intendente de Concepción y posteriormente como Gobernador de la Capitanía General de Chile.

La Capitanía General de Chile, comenzaba a dar indicios de una convulsión política y social con el fin de alcanzar la autonomía social, política y económica, al ver que el Monarca Fernando VIII, fue tomado como cautivo por Napoleón Bonaparte al invadir la Península Ibérica, colocando en la regencia de España y su Imperio, a su hermano José Bonaparte.  El poder monárquico del Rey Cautivo fue asumido por la Junta Central establecida en Sevilla; pero, esta convulsión social fue, también, producto de la lucha establecida entre los seguidores de Fernando VIII y el padre de este, Carlos IV, quien debió abdicar en favor de su hijo Fernando, para así evitar una revolución dentro del reino español.  Napoleón Bonaparte aprovechaba aquella coyuntura, y el permiso de ingresar a España para invadir Portugal; hábilmente colocaba en el primero de estos países bajo el gobierno de su hermano José. 

La confianza de quienes deseaban la emancipación de los virreinatos y capitanías existentes, estaba dada en la distancia geográfica existente entre las colonias y la metrópoli, permitiéndole a toda la América hispánica, alzarse con la misma pretensión: lograr su independencia de España. Unos años atrás al inicio de los movimientos emancipadores dentro de la América hispánica, la Junta Central en España tuvo un breve tiempo de vida (2 años); desde su constitución, fue sometida a una gran presión, debiendo hacer frente con un ejército semiprofesional a las poderosas y mejor organizadas tropas de Napoleón. Además, la Junta Central de España tuvo la responsabilidad de dirigir un país en plena ebullición revolucionaria, totalmente sumergido en el caos; debiendo, también, lidiar con las diversas corrientes –para ello sólo contaba, únicamente con su pericia-, liberales o absolutistas. Las primeras reclamaban la convocatoria de Cortes y las segundas el mantenimiento del Antiguo Régimen. La situación era tan extraordinaria que no existían precedentes en la historia de España. Esta diferencia entre monarquistas y liberales dentro de la Metrópoli imperial española, es la que sería imitada por sus colonias en América.

La incapacidad de las instituciones tradicionales en España, por canalizar el descontento de la población y organizar la resistencia frente al invasor, como eran la Junta Suprema de Gobierno o el Consejo de Castilla, produjo que en la Península Ibérica se vivieran las sublevaciones populares en distintas ciudades, siendo organizadas por medio de las Juntas Supremas Provinciales. Las ciudades de Sevilla Oviedo, Santander, La Coruña o Cádiz, fueron las primeras en reaccionar contra las fuerzas de Napoleón, logrando durante la campaña contra estos invasores de origen francés en su mayoría, incrementarse a la cifra de trece urbes, comandadas por dos Capitanes Generales. Producto del carácter local de las Juntas conformadas en cada región de España, obligaron para unir bajo un solo mando la creación de un órgano nacional que pusiese orden, así el 25 de septiembre de 1808 se creaba en Aranjuez la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino, dos meses después de la victoria española en Bailén (18 de julio de 1808), siendo presidida por el conde de Floridablanca y estuvo compuesta por treinta y cinco miembros.

  La inesperada y sorprendente victoria de Bailén, obligó al ejército francés a retirarse al norte del Ebro. Esta primera gran derrota en campo abierto, que sufría la Grande Armée, despertó los ánimos de los españoles para enfrentar en cada terreno español a los soldados invasores.  Aunque no era la primera vez que salían vencidos los franceses en una batalla o combate, pues ya habían sufrido una derrota naval entre los días que iban desde el 8 al 14 de junio de 1808, en manos de los españoles, en la denominada Batalla Naval de la Poza de Santa Isabel, en la bahía de Cádiz.  Las fuerzas francesas, nuevamente reorganizadas después de la derrota de Bailén, iniciaban un nuevo avance que obligaba a los miembros de la Junta abandonar Madrid, en noviembre de 1808 para dirigirse a Sevilla. Algunos meses más tarde, la derrota de Ocaña abría las puertas de Andalucía a los ejércitos de Napoleón, exigiendo a los «centrales» a trasladarse nuevamente, esta vez a Cádiz, en enero de 1810.  Los españoles en la defensa de su país llegaban a un nivel de desastre tan grave, que generó el desprestigio de la Junta, la cual se veía atacada por todos los frentes, y acabando por disolverse el 30 de enero, situación que era más que evidente. Cedía el poder a un Consejo de Regencia, la cual convocaba a las Cortes a estar bajo su dirección.

Una serie de acusaciones e intrigas rodearon las actuaciones de la Junta durante los meses que permaneció en Sevilla. Personajes como Francisco Palafox, el conde de Montijo o el marqués de La Romana realizaron una incansable labor de propaganda desfavorable para la Junta Central, colocando a la población española en contra de ella. Las Juntas Provinciales, privadas de su poder original, y el Consejo de Castilla, temeroso de algunas de las propuestas que estaban discutiendo, estimularon también una odiosidad contra los centrales; incluso, los ingleses, preferían tratar con la Regencia antes que la Junta Central, estableciendo una serie de intrigas con la finalidad de menoscabar su autoridad. La circulación de falsedades y acusaciones en una población atemorizada ante el imparable avance francés, no permitieron ver que las medidas adoptadas por la Junta Central fueron razonables y coherentes en aquel turbulento y cruel período para los habitantes españoles. La Junta Central poco pudo hacer frente al inexorable devenir de los acontecimientos.  Incluso la partida de Sevilla a Cádiz, sería el golpe de gracia a su autoridad, a pesar de haber sido una decisión tomada en aras de la defensa de la nación. Las difamaciones vertidas contra la Junta Central habían llegado a Cádiz antes que sus propios delegados, por lo que el recibimiento de los gaditanos fue muy hostil. Considerados sus miembros como traidores, el trato que se les dio fue acorde a tal condición. Muchos de ellos intentaron trasladarse a Canarias, a Ceuta o a sus ciudades de origen, pero la Junta Provincial de Cádiz dificultó sus desplazamientos y les prohibió, en especial, embarcarse para América.

Las intrigas a las cuales, al parecer el español estaba acostumbrado a realizar, hacía que la exposición simple de los delitos que se asignaban a la Junta Central y a sus miembros, permitían, además, probar la falsedad de ellas mismas, producto de la naturaleza de estas, como el número y carácter de las personas a quienes se imputaban.  Hoy se puede inferir que en tiempos de guerra el grado de insensatez hace su imperio, donde lo absurdo e inconveniente toman los espacios de lo beneficioso y lógico.  Es así, que varios de sus personeros, como el conde de Tilly o Lorenzo Calvo de Rozas, serian arrestados, llevándose a cabo investigaciones para determinar si las denuncias de malversación de caudales públicos eran ciertas. Las acusaciones imputadas a los miembros de la Junta Central eran: por usurpación de la autoridad soberana, usurpación de la autoridad de la Central sobre las Juntas Provinciales y la mencionada malversación de los fondos públicos junto a la infidelidad a la patria. El inicio del proceso contra los miembros de la Junta Central y las acciones que llevaron a cabo para defender su inocencia y justificar las medidas que habían adoptado, permite apreciar la voluntad de los acusados por tratar que sus testimonios fuesen escuchados por las Cortes, lo cual fueron ejecutados a cabo mediante un Manifiesto donde expusieron ante los diputados sus alegatos y rebatieron las acusaciones vertidas contra ellos. Jovellanos, Antonio Valdés o Calvo de Rozas también publicaron o, al menos redactaron, escritos en su defensa.

En el tiempo que estuvo en ejercicio la Junta Central (1808-1810), había logrado establecer un ordenamiento y una autoridad que permitió aunar los esfuerzos de cada Corte establecida en España para hacer frente a los invasores franceses y también fue un factor de cambio al sistema colonial vigente. Al ser un organismo centralizador del esfuerzo nacional español por preservar el imperio, provocaba también, que en las naciones de ultramar que conformaban el imperio español se encendieran la antorcha de la emancipación o independencia. Surgido de la necesidad de defensa de todos los territorios que conformaban el Imperio Español, y en España el deseo de independizarse del yugo opresor francés, se avivaban las ideas liberales, las mismas que originaron la Revolución Francesa. Y son, además, las que motivaron el anhelo emancipador en las colonias de América; esto termino por alterar muchas de las normas establecidas para proteger el antiguo régimen, que se desvanecía dentro del desorden interior de los españoles divididos en seguidores liberales y monarquistas, que en las colonias se transformaría en patriotas y realistas, trastornando para siempre el orden del poder y la representación de la Nación española, que  ya no radicaban en el rey, sino en el pueblo español y la Junta Central unida a las Cortes.

La Capitanía General de Chile por ser parte del imperio español, también comenzaban a mostrar una división entre los habitantes del país, principalmente entre las clases más conspicuas de Chile y la población que ya se percibía como clases media. Estas opciones estaban directamente vinculadas a las ideas liberales que promovían la independencia del país y su capacidad de autogestionarse, en oposición a estas, se encontraba otra más conservadora, que deseaban la conformación de una Junta o Corte al estilo de las establecidas en España, con la finalidad de preservar los territorios hasta el retorno al trono de Fernando VIII. Dentro de los sujetos con un espíritu revolucionario radical se encontraba Juan Martínez de Rozas, quien figuraría como uno de aquellos miembros que deseaban realizar reformas administrativas de carácter radical y el haber vuelto a un cargo político y de poder, como era la de ser asesor del Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, lo llevaba a creer que podría influir  en este último y las determinaciones que tomase, pero se encontró con que el Gobernador se relacionaba con sujetos de ambientes de dudosa reputación y sujeto en el plano de dirección y de la administración a personajes enemigos de toda innovación y por sobre todo, de cualquier injerencia de la población en cuestiones sociales y políticas, era la idea de “dejar a los gobernantes y políticos los asuntos socio políticos y económicos que afectaban al país”, por lo cual los Cabildos, en las cuestiones públicas,  debían estar vetados.

Don Juan Martínez de Rozas en su labor de Asesor quedaba relegado a un segundo plano de la actividad política,  dadas sus tendencias de radicalizar los procesos políticos, cosa que distaba de las opiniones del Gobernador  Francisco Antonio García Carrasco, quien acataba las sugestiones proporcionadas por su Secretario, Judas Tadeo Reyes, persona muy dedicada en el trabajo, pero resistente por educación y costumbres a toda medida en que creyera ver algún  detrimento en los privilegios y poderes ilimitados de la autoridad real. Es así, que Martínez de Rozas notaba que sus recomendaciones y consejos eran completamente ineficaces y el Gobernador García Carrasco influenciado por las personas con las cuales se relacionaba, empezó a escucharlo y mirarlo con recelo y suspicacia; por lo cual, optaba por separarse de la Gobernación de la Capitanía General de Chile y regresaba a Concepción, retornando con el fin de poder atender sus intereses particulares, aunque, su prestigio y liderazgo en esta región, le otorgaba un influjo decisivo para lograr sus aspiraciones. Pronto, Juan Martínez de Rozas, se transformaría en una de los caudillos más fervorosos por lograr la independencia de Chile, desde la colonialista provincia de Concepción.

No sólo la población de Santiago  pedía la renuncia de  Francisco Antonio García Carrasco, como también, lo solicitaron oidores del Cabildo y funcionarios de la Real Audiencia, incluso el Consejo de Regencia establecido en España decretó la remoción del cargo de aquel Gobernador de la Capitanía General de Chile; pero la llegada del nombramiento de una nueva autoridad por parte de este Consejo de Regencia establecido en la Metrópoli imperial, despertó el rechazo de la población existente en el país. García Carrasco aceptaba su destitución, accediendo a la oferta de seguir habitando el Palacio de los gobernadores…Como sucedió; García Carrasco a la una de la tarde y después de una ardua insistencia de los oidores de la Asamblea  establecida por la Real Audiencia con el fin de evitar que el Cabildo desarrollara una acción política que conllevara a emanciparse de España, en un golpe de mano sin efusión de sangre, apelaron para convencer a Francisco Antonio García Carrasco,  “a decidirse por el partido que dicta la razón”. Desde las once de la mañana, que habían estado intentando que el Gobernador manifestara su voluntad de dimitir al mando del país. Este lo hizo, justificándose en su quebrantado estado de salud y la serie de sucesos acaecidos en su administración.  Se olvida del encono con la que había actuado, no sólo contra quienes profesaban ideas contrarias a la autoridad colonial, sino también, contra quienes podían establecer querellas y denuncias en su contra, dado los hechos de contrabando y corrupción en los cuales estaba comprometido. Esta misma aversión las sufrirían, el Alférez Real que logró llegar a tiempo a Valparaíso para rescatar a Ovalle, Rojas y Vera; los alcaldes Cerda y Eyzaguirre, el procurador de la Ciudad, José Gregorio Argomedo, el Coronel de Milicias Manuel Pérez Cotapos, quienes eran los más ardorosos funcionarios dentro de la asamblea que deseaban la renuncia de García Carrasco a su cargo de Gobernador.

Perverso Gobernador, no puede dársele otro apelativo a Francisco Antonio García Carrasco, dado su proceder había perdido la confianza de la oficialidad de las milicias, lo cual le implicaba no poder contar con los regimientos de línea, quienes estaban totalmente desafectos a él. Francisco Antonio García Carrasco sólo había logrado reunir a trescientos soldados de las fuerzas existentes entre Santiago y Valparaíso, para ser llamados en caso de necesidad, y que el Regente de la Audiencia, José Rodríguez Ballesteros, le imploraba no hacer uso de ello, producto del conflicto que conllevaría aquello y la efusión de sangre, que aumentaría aún más la animadversión de la gente ante su deleznable actuar. Pero, la vileza de su alma, lo habían llevado a confiar en uno de sus agentes, Damián Seguí alias “Pedro Sánchez”, quien había participado en los hechos del “Caso Escorpión”, y  acostumbraba a reunirse en lugares de bajos fondos en Valparaíso y Santiago, quien lograba reunir una turba de sujetos armados con puñales, para que llegado un momento  se abalanzaran contra los más fervorosos enemigos del Gobernador, que también comenzaban a dar luces de ser partidarios de los movimientos de emancipación del país, cuyas muertes le devolverían el cargo y la paz a la Capitanía General de Chile.

La población en la ciudad de Santiago, vivía aquella noche de tranquilidad, inquieta y adornada por el frio glacial del invierno en la urbe, gracias a que estaba entre dos cordones montañosos: la cordillera de la costa y la cordillera de Los Andes. Santiago vivía en ese tiempo una aparente calma, sus habitantes albergados en sus respectivas casas, comenzaban a armarse y quienes transitaban por las gélidas, desoladas y oscuras calles santiaguinas, mostraban bajo sus vestimentas y capas, el armamento que portaban. Cada sujeto de la localidad se había armado con lo que pudo, cuchillos, machetes, pistolas hasta escopetas, dejaban traslucir en los pocos peatones que se avizoraban en las calles el nivel de tensión existente en cada esquina de la urbe. Los ciudadanos presentían que pronto vendría un peligro que pondría la vida de todos en peligro, al igual que las aves que emprenden el vuelo y los animales domésticos a esconderse acompañándolas de sus aullidos, mugidos, rebuznos o relinchos al sentir que esta próximo un fenómeno natural, como tormentas o terremotos. Esto no había amilanado a los habitantes, quienes se congregaron a las nueve de la noche en plena plaza de armas. En las casas de los alcaldes se reunían agentes partidarios de la emancipación y enemigos del Gobernador García Carrasco, quienes se habían juntado para defenderse de los siniestros planes que atribuían a Francisco Antonio García Carrasco. A pesar del temor que generaba la supuesta intriga de quien detentaba la máxima magistratura del Gobierno dentro de la Capitanía General, se reunían alrededor de la plaza más de ochocientas personas a caballo o a pie. En tanto, en una de las casas de los alcaldes Eyzaguirre o Cerda, se determinaba el desplazamiento de cien hombres montados, quienes debían ubicarse en las bocacalles colindantes a la plaza de la Moneda, con el objeto de incomunicar a los soldados establecidos en el cuartel de artillería e impedir que llegaran órdenes de afuera o que la tropa intentase mover los cañones en dirección a donde estaba la gente frente a los palacios de la Real Audiencia y el Cabildo.

Mientras todo esto sucedía, el futuro vocal de la Junta Nacional de Gobierno que se instaurará en 1810, coronel Francisco Javier de Reina Fernández de Cáceres, comandante de los artilleros, sufría el oprobio de quedar relegado y sufría esa noche la vigilancia de veinticinco milicianos que rodeaban su casa, impidiéndole que saliese de ella o que pudiese recibir oficios del gobernador o de sus secuaces. El cuartel ubicado en San Pablo, fue vigilado por otro destacamento de cien hombres, junto a esto, se ubicaron varias partidas de sujetos con armas de fuego en varios puntos de la ciudad y otros realizaban rondas de patrullaje por las diversas calles. Los mismos comprometidos en ser asesinados por los individuos contratados por el socio del Gobernador, cuyo nombre era Damián Seguí y quien también había estado implicado en el “Caso Scorpion”, fueron quienes dirigían aquellas partidas de protección y seguridad dentro de Santiago. La noche del 13 de julio de 1809, transcurrió sin ninguna novedad. Las tropas no se movieron de sus cuarteles y la ciudad no mostraba ninguna señal de actividad hostil.  El Gobernador, que en cualquier otra circunstancia hubiera procedido a reprimir y castigar  el alboroto que aparentemente perturbaba la tranquilidad pública , se abstuvo de tomar medidas, dado que el gran culpable de ello era el mismo, producto de sus acciones anteriores y de los vínculos con gente de dudoso proceder y con los cuales se relacionaba no sólo por hacerse de contrabandos y otros eventos que se pueden describir como actos de corrupción, a los cuales García Carrasco tenía fuerte inclinación. La actitud tomada por Francisco Antonio García Carrasco, no afectó a quienes veían en la inacción de este último y de las tropas de línea, manteniéndose con la misma intranquilidad al tener la fuerte creencia que en el palacio se tramaban planes de represión y violencia.

Los que aparecían como instigadores de un movimiento en contra del Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, fueron quienes sentían que el administrador del país, al tenerles antipatía buscaba el momento oportuno para acabar con sus vidas; para ello, Damián Seguí había reunido una serie de sujetos de cuestionable proceder y los armó con armas blancas para llegado el momento, perpetrar lo solicitado por el Gobernador de la Capitanía General. Los alcaldes Cerda y Eyzaguirre, quienes tenían reunidos a varias personas, destacándose el Procurador José Gregorio Argomedo y el Coronel de Milicias Manuel Pérez Cotapos, intuyeron que un peligro les acechaba y debían tomar los resguardos adecuados, comenzaron a considerar de modo resuelto un cambio de gobierno, similar al ocurrido en Buenos Aires y las provincias de La Plata.

Pronto aquellos hombres reunidos en casa de uno de los dos alcaldes que estaban dentro de la nómina que Damián Seguí tenía para liquidar, determinaban trasladar la siguiente reunión a casa de uno de los más connotados vecinos de Santiago, don Antonio de Hermida, -se ubicaba en calle Huérfanos esquina Ahumada-, al considerar imprudente realizarlas en la sala capitular del palacio de la Real Audiencia y tan cercano a donde se encontraba el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco. En su primera tertulia en casa de Antonio de Hermida, el día 14 de julio de 1809, determinaban las primeras medidas para la ejecución del plan de poder hacerse del Gobierno de la Capitanía General de Chile. Este consistió en juntar a la población de los campos cercanos a Santiago, por medio de la gestión de los hacendados que se eran fervorosos patriotas, para marchar a la ciudad un día determinado y apoyar la acción de los habitantes de la urbe. La finalidad era demostrar un número de ciudadanos tan grande que las tropas de línea no pudiesen oponer defensa alguna y acción en contra de las personas.

El domingo 15 de julio, acudieron todos los confabulados a la quinta de don Juan Agustín Alcalde, Conde de Quinta Alegre, ubicada al oriente de la ciudad, miraba al frente de los tajamares (donde hoy se ubica la plaza Baquedano y el puente de Pio Nono). Congregados en este lugar, posterior a la información sobre las diligencias practicadas, acordaban otras medidas y actividades, tomando como resolución el realizar el golpe el día martes 17 de julio de 1809. Debian llegar en las primeras horas de ese día las partidas de campesinos armados. Los partidarios de la emancipación se habían reunido en las haciendas vecinas a Santiago y en los pueblos vecinos, donde los jóvenes de las más ilustres familias tuvieron un papel importante, debiendo encabezar a los diversos grupos que avanzarían por las calles en dirección a la plaza mayor (Plaza de Armas), y debiendo ubicarse frente a la Real Audiencia y el palacio de Gobierno. Según lo planificado, el Cabildo seria quien asumiría la dirección del movimiento y una vez logrado el derrocamiento del Gobernador, debía tomar el mando supremo de la Administración de la Capitanía General de Chile, hasta que la ciudadanía citase a una asamblea popular, donde se acordaría la nueva forma de gobernar, que perduraría hasta que se reuniera un congreso general en que estuvieran representados todos los pueblos existentes en el país.

No pasaron inadvertidos para las autoridades del gobierno, aún más se cree que dos de los participantes de estas asambleas revolucionarias, se  habían dirigido después de haber participado en la última a la casa del Regente de la Audiencia, José Rodríguez de Ballesteros y Taforeant, dándole cuenta de las alteraciones al orden público que se estaban gestando por connotados miembros de la sociedad santiaguina, expresándole  la imperiosa necesidad de tomar medidas para evitar una efusión de sangre. Seria esa misma noche del domingo 15 de julio de 1809, que Rodríguez Ballesteros citaba a los oidores de la Audiencia y del Cabildo, al igual que a los alcaldes Cerda y Eyzaguirre, y al procurador José Gregorio Argomedo para ver el modo de acabar esto sin violencia. Aquellos alcaldes y el procurador de la ciudad, expusieron los últimos eventos, que sólo demostraban la necesidad de deponer al Gobernador  Francisco Antonio García Carrasco, y así reestablecer la paz. Estas exposiciones a modo de reclamo, por quienes eran los más connotados hombres de la provincia santiaguina, contaban con el apoyo de toda la población, y a pesar de los ánimos violentos, aun se podían evitar la explosión social y libertaria.

No importaba quien le iba a suceder, quien tomaría la dirección de la administración de la Capitanía General de Chile, lo relevante era sacar del cargo de Gobernador a García Carrasco. Un fenómeno muy similar al que sucede en el país en cada elección, donde “el mal menor”, es preferible “al mal mayor”; como si la maldad tuviera grados o una escala que permite ser medible, cuando en verdad son los instrumentos utilizados los que darán a la perversidad la apreciación de ser mayor o menor. ¿Quién iba a suceder en el mando a García Carrasco? ¿Qué iba a suceder después de su deposición en el cargo? Eran preguntas que muchos de los oidores y habitantes de la ciudad, se hacían. No era secreto que el Cabildo y los más connotados hombres de la provincia pretendían conformar una Junta de Gobierno, cuyo establecimiento conllevaría a una formidable revolución emancipadora. La Real Audiencia determinaba que esto se debía impedir a todo trance, por lo cual los oidores pensaron una alternativa que acabaran con esta tempestad en formación. Se ideaba solicitar la renuncia del Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, del mando del país y se determinaba que su reemplazante sería el militar de mayor graduación existente en Chile, según lo dispuesto por la real orden de 1806.

Se suponía que el nuevo Gobernador, ajeno a las odiosidades que se había atraído García Carrasco, podía calmar la efervescencia de los espíritus y lograr restablecer la paz y armonía del país, el cual se había perdido por las perversidades de Francisco Antonio García Carrasco al mando del Chile.  Dentro de la real Audiencia surgía el problema que en ese tiempo existían dos Brigadieres que reunían todos los requisitos para asumir el cargo de Gobernador de la Capitanía General de Chile. Estos dos oficiales de alto rango en el territorio, habían sido ascendidos en el mismo tiempo, dada su educación, carácter y hábitos, además de mostrar siempre una fuerte inclinación al Imperio, pero su edad avanzada llevaba a considerar que tendrían un debilitamiento en su ánimo y reducida capacidad intelectual para tomar decisiones, casi como una demencia senil, pero eso no fue impedimento para que la Junta Central de España los ascendiese. Don Mateo de Toro y Zambrano, Conde de la Conquista, acaudalado vecino de Santiago, cuya casa se encontraba a media cuadra de la Plaza de Armas (hoy en día Museo de la Casa Colorada, en calle Compañía hacia el cerro Santa Lucía), y don Luis de Álava, Intendente de Concepción, de ellos debía salir el futuro Gobernador de la Capitanía General de Chile. Complicada situación tenía la Regencia del país, al tener que elegir por uno de los dos para asumir el cargo de Gobernador, pero, de fondo existía otro interés cuya principal motivación era ver cuál de los dos era fácil de persuadir y convertirlo en un títere posible de manejar y dirigir según los propósitos de quienes deseaban la emancipación de Chile.

Mientras la Real Audiencia determinaba quien sucedería como Gobernador a Francisco Antonio García Carrasco, aún seguía faltando lo más importante: que García Carrasco al mando del país aceptara renunciar al cargo, como sacrificio por el bien de la Capitanía General de Chile y de sus habitantes.  Aislado totalmente, desde el 11 de julio de 1809, producto que sus tres consejeros, su secretario, Tadeo de Los Reyes, el asesor de apellido del Campo y un tal Meneses que operaba como escribano, se ausentaron de Santiago, dada la animadversión existente por gran parte de la población que ya mostraba signos de lograr la emancipación del yugo español; como también, contra todos quienes tenían vínculos laborales, políticos, económicos o de amistad con el mandatario García Carrasco. Es así, como el mismo Francisco Antonio García Carrasco, sus amistades y adeptos sufrieron una aversión que pudo transformarse en una verdadera guerra civil, donde podrían haber existido acciones violentas contra ellos y sus familias, debiendo soportar el ultraje y vilipendios, con sus consecuentes desagrados, determinaban a muchos partidarios del Gobernador García Carrasco a imitar a los tres consejeros del Administrador del país colonial. Se apreciaba en Santiago, ese tiempo, como militares de baja graduación, comerciantes de escasa importancia y una infinidad de sujetos de dudosa procedencia que no tenían las capacidades, ni la sagacidad para convertirse en funcionarios de gobierno, optaban por desaparecer de la ciudad.

La predisposición conservadora del país se fue notando dentro del conflicto independentista de Chile como Realista, el cual no estaba conformado como partido, pero existían personas de carácter más conservador que concordaban en seguir bajo la tutela del Imperio español, pero en los años de  1809 a 1810, al igual que toda la población se mostraron totalmente contrarios a Francisco Antonio García Carrasco, producto de las acciones que tuvo este personaje en el ejercicio de cargo de Gobernador del país. La determinación del Consejo de Regencia en España, ratificaba lo aplicado por los miembros de la Real Audiencia de la Capitanía General y que el mismo García Carrasco en su Junta de Guerra realizo al presentar su renuncia. Las acciones obradas por Francisco Antonio García Carrasco, como gobernador del país, había encendido la desconfianza generada en los habitantes de Santiago y del país, contra las autoridades de la administración del Estado, motivaron a muchos de los hombres que poseían alguna cuota de poder el sentir el deber moral de solicitar al Gobernador García Carrasco el dejar el cargo.

Ninguno de los asiduos visitantes al palacio de la Real Audiencia, donde se permitió que habitase Francisco Antonio García Carrasco, estaba dispuesto realizar la tarea que los oidores requerían que se hiciese, de informar a esta autoridad sobre la petición de la Regencia, que era su dimisión. Sólo mantenía sus labores, de carácter religioso el fraile dominicano, Francisco Cano, quien, además, obraba como confesor del Gobernador y que, según los oidores de la Real Audiencia, fue al único a quien García Carrasco podía escuchar, al poseer una gran influencia en las conductas de aquel gobernante. El padre dominicano, Francisco Cano, informado por los oidores de la Real Audiencia, llevándolo a exponer al gobernante la vital necesidad que dimitiese al cargo, mostrándosela como la única alternativa para evitar la crisis revolucionaria que se estaba gestando. Francisco Antonio García Carrasco escuchó estos consejos manifestándose dispuesto a hacerlo, pero tampoco a ejecutarlo esa misma noche, sin dar una respuesta taxativa a realizar su renuncia.

La respuesta entregada al fraile dominicano, Francisco Cano, por el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, provocó que esa noche se repitieran lo mismo que los anteriores: los alcaldes, el procurador y varios connotados vecinos de Santiago, recorrían las calles de la urbe dirigiendo a grupo de personas armadas. El temor popular se hacía eco en la Real Audiencia, al ver como la arrogancia sr había empoderado de quienes profesaban el partido de la emancipación, llamado patriota, que no les permitió llevar a cabo lo planificado en lo que se habían comprometido. El día lunes 16 de julio, día de la virgen del Carmen, tiempo en el cual era festivo, se reunieron los oidores en el tribunal, deliberando en un corto tiempo, determinaron apersonarse sin demora al Gobernador y pedirle que renunciara durante esa misma jornada, antes que el movimiento patriota lograra realizar las acciones que tenía planeada, de tomarse el mando del país. Colocado en una situación complicada para quien detentaba el poder y las ganancias que este le daba, el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, quien hasta ese momento había salido incólume de cuanta acción ilegal que se comprometía, vacilaba por un largo periodo e imaginaba que aún tenía el tiempo para conciliarse con la opinión pública, sus líderes y ganarse el aprecio del pueblo. Francisco Antonio García Carrasco con ese fin daba un discurso a los oidores, demostrando que no guardaba animadversión hacia nadie y menos a las personas que se suponía había mandado a matar, perdonaba a sus enemigos y estaba dispuesto a dar las más amplias satisfacciones a quienes creyesen haber sido ofendidos por su administración.

Mientras sucedía lo anterior al interior de los palacios de gobierno y tribunales, oficiales de distintas graduaciones recibían misivas remitidas por la Secretaria de Gobierno, con la finalidad de asistir a una Junta de Guerra que debía desarrollarse dos horas más tarde en el salón de ceremonias del palacio. El cabildo fue citado a esta diligencia, pero producto de haber recibido la carta muy tarde, tal vez, producto de un fin determinado, no asistieron la mayoría de sus miembros, y sólo concurrieron cinco regidores, a quienes se les unieron los dos alcaldes que habían sido objetivo de ser asesinados por Seguí y sus secuaces, como también el procurador, José Gregorio De Argomedo, cuya asistencia no pasó inadvertida.

El Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, una vez que se abrió la sesión, manifestaba su “decidida voluntad”, de dejar el mando producto de su situación de salud, la cual demostraba una imagen de gran quebrantamiento anímico, lo cual, tal vez, era por los eventos ocurridos en ese tiempo, procediendo a interrogar a los presentes sobre si su renuncia evitaría que prosiguiesen los males atribuidos a la culpabilidad de sus actos. “Uno por uno contestaron los presentes que no les ocurría impedimento alguno en atención a su voluntad de abdicación, y que ésta no se oponía a las ordenanzas militares ni al real servicio”. (Historia General de Chile. Diego Barros Arana. Tomo VIII. Capítulo Tercero: Fin del Gobierno de Carrasco; la conspiración de 1810; separación de García Carrasco del mando (enero-julio 1810). Página 118. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile.1999).

Durante el proceso de abdicación de Francisco Antonio García Carrasco, como Gobernador de la Capitanía General de Chile, surgía de la misma boca del renunciante la pregunta: ¿Quién sería su reemplazante en el cargo? Realizaba esta pregunta al estar en conocimiento de la existencia de dos personas con el mismo rango, de Brigadier General en esa época. La respuesta no tardaría en dárselas todos los asistentes, que en forma casi unánime, expresaban que don Mateo de Toro y Zambrano sería el sucesor, producto del orden de antigüedad. El Brigadier Mateo de Toro y Zambrano, se encontraba en la asamblea, dado su rango militar. Francisco Antonio García Carrasco, renunciaba al cargo con todas las formalidades establecidas, entregándole a su sucesor el bastón del mando de Gobernador.  La extensión del acta de acuerdo, expresaba también, que García Carrasco permanecería con todos los honores y preeminencias del alto puesto al cual renunciaba, como igualmente, el sueldo de presidente, que recibiría hasta el arribo de su sucesor que debía nombrar la Junta Central de España en nombre del Rey cautivo, Fernando VII, concediéndosele, además, una habitación en el palacio de Gobierno si fuese de su agrado. La asamblea concluía su reunión a la una y media de la tarde.

Acta de Renuncia de Francisco Antonio García Carrasco y traspaso del poder a Mateo de Toro Zambrano.

En la ciudad de Santiago de Chile, a diez y seis días del mes de Julio de mil ochocientos diez, el Muy Ilustre señor Presidente don Francisco Antonio García Carrasco, habiendo llamado a su palacio a los señores Regente y Oidores de esta Real Audiencia, y concurrido todos inmediatamente en la mañana de este día, les hizo su señoría presente el estado de su quebrantada salud, y asimismo que las ocurrencias de los presentes tiempos lo tenían en continua agitación; por lo cual había meditado hacer renuncia de los cargos de Gobernador y Capitán General del reino para que recayesen en la persona que por últimas reales disposiciones correspondiese; y habiendo oído su señoría los dictámenes de los referidos señores que fueron todos conformes en el verificativo de la expresada renuncia, allanándose a ella su señoría, y exponiendo que antes de efectuarla quería consultarla a los comandantes militares y señores coroneles, a quienes ya había mandado citar; venidos éstos, y explicándoles su señoría el pensamiento de su renuncia, y la conformidad del Real Acuerdo, contestaron uno por uno, no les ocurría impedimento alguno en atención a su voluntaria abdicación, y no se oponía a las ordenanzas militares ni al Real Servicio, añadiendo que en conformidad de lo dispuesto por Su Majestad en la Real Orden fecha en San Lorenzo a veinte y tres de Octubre de mil ochocientos seis, le correspondía el mando político y militar al señor Brigadier de los reales ejércitos, según el título despachado en trece de Septiembre de mil ochocientos nueve, Conde de la Conquista don Mateo Toro, Caballero del Orden de Santiago, en lo cual convenidos los señores del Real Acuerdo, coroneles, comandantes militares y el Cabildo, Justicia y Regimiento que fue llamado por Su Señoría, y aceptando el mencionado señor Brigadier que se hallaba presente, quedó concluida la enunciada renuncia, disponiéndose de acuerdo con todos los señores se le conservasen al señor don Francisco Antonio García Carrasco sus honores y preeminencias, igualmente que el sueldo hasta la llegada del sucesor propietario, como también la habitación en el palacio, siempre que fuera del agrado de su señoría.

Que se proceda a la mayor brevedad al reconocimiento público del señor Conde de la Conquista en la forma acostumbrada, y que se tome razón de este Auto donde corresponda, circulándose para su cumplimiento a los señores Intendentes, Gobernadores y Justicias de la dependencia de este reino, y que se firme por todos los concurrentes que se han mencionado arriba, dándose en todo cuenta a Su Majestad, de que doy fe.- Francisco Antonio García Carrasco.- Juan Rodríguez Ballesteros.- José de Santiago Concha.- José Santiago Aldunate.- Manuel de Irigoyen.- Félix Francisco Basso y Berry.- El Conde de la Conquista.- Manuel Olaguer Feliú.- El Marqués de Monte Pío.- Pedro José de Prado Jaraquemada.- José María Botarro.- Juan de Dios Vial.- Juan Bautista Aeta.- Manuel Pérez Cotapos.- Tomás O’Higgins.- Joaquín de Aguirre.- Juan Manuel de Ugarte.- José Nicolás de la Cerda.- Agustín de Eyzaguirre.- Marcelino Cañas y Aldunate.- Ignacio Valdés.- Francisco Ramírez.- José Gregorio de Argomedo.- Fernando Errázuriz.- Ignacio José de Aránguiz.- Ante mí, Agustín Díaz, Escribano de S.M. e interino de Cámara. (Diario Militar de José Miguel Carrera. José Miguel Carrera. Anexos. Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales. Colecciones Documentales en texto Completo. http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_article/0,1389,SCID%253D7997%2526ISID%253D405%2526PRT%253D7650%2526JNID%253D12,00.html)

Los eventos de corrupción y otras iniquidades contra personas destacadas dentro del país cometidas por Francisco Antonio García Carrasco, abusando del poder que emanaba del puesto de Gobernador de la Capitanía General de Chile y las intrigas contra las personas que juzgaba podían sorprender y denunciarlo, llevaron a que tomara la decisión de renunciar al cargo. Lo curioso fue que mantuvieran el salario de Gobernador mientras llegara desde España el nombre de quien debía sucederle, algo que hoy en día se puede asimilar a los presidentes vitalicios y al único Senador Vitalicio existente en este comienzo de siglo (Siglo XXI). La noticia de la reunión donde García Carrasco deponía su persona al cargo, sorprendía a los patriotas dejándolos imposibilitados de llevar a cabo las acciones proyectadas para lograr su derrocamiento en los días venideros. La población de Santiago echaba a correr el rumor que aquella junta de guerra tenía por finalidad, actuar en contra de los grupos de civiles armados que rondaban la ciudad en la noche y aprehender a los líderes de cada patrulla. Nuevamente la Plaza de Armas fue el centro neurálgico de la concentración de los ciudadanos que deseaban tomar conocimiento de lo que estaba ocurriendo, llegando en un momento a cubrir todos los sectores de alrededor de esta y penetrando algunos hasta el patio del palacio. Pronto comenzó a circular la buena nueva que Francisco Antonio García Carrasco dejaba el mando, dado que le era imposible seguir desempeñando, aunque dentro de la masa reunida ya comenzaba a sentirse fervorosos gritos por lograr un cambio radical de gobierno.

Manuel Dorrego, ciudadano de las Provincias Unidas de La Plata, que había llegado para terminar sus estudios de Derecho en la Universidad de San Felipe, se transformaba en uno de los más fervientes agitadores, espetando en pleno patio al interior del palacio, las palabras que hasta hoy hacen eco, en cada clase de Historia de Chile: “¡Junta queremos!”. Voz que en ese momento no encontró mucho eco entre los asistentes. Al poco rato, la gente comenzó a dispersarse con impresiones bien diversas. La resolución de la junta de guerra, daba por aceptada la renuncia de Francisco Antonio García Carrasco de la primera magistratura de la Capitanía General de Chile, fue todo cuanto podían apetecer los ciudadanos del país y del mismísimo Santiago. Sólo los que integraban los grupos partidarios de la Patria y el deseo de lograr la independencia de España, se encontraban insatisfechos ante aquel suceso, el cual echaba abajo el proyectado golpe en contra del corrupto Gobierno de García Carrasco. La idea de haber instaurado una Junta gubernativa se había caído; pero, al final los partidarios de uno u otra tendencia -del sistema colonial (realistas), o de la emancipación (patriotas)-, celebraron por igual el nombramiento de Mateo de Toro y Zambrano en el cargo que hasta hace un momento ocupaba García Carrasco, pues al final era el triunfo de toda la acción ciudadana ante tanta vileza de quien ostentaba la obligación y el deber de dirigir y dar orden a los territorios y a su población dentro de la Capitanía General. Los patriotas no cesarían en seguir intentando lograr la proyectada autonomía administrativa y comercial. La llama por la independencia se había encendido para no apagarse hasta lograrla.

La Capitanía General de Chile comenzaba a vivir otra etapa, donde las intrigas políticas y por el poder entraban en un juego que se desconocía como finalizaría y peligrosamente nocivo para la población del país, en especial, para los habitantes desde el rio Maule hasta la denominada Frontera Sur (Rio Biobío), que separaba el mundo de los pueblos Mapuches con el de la Capitanía. Producto de esto último, se ha mantenido la idea que los diferentes pueblos mapuches liderados por sus lonkos, no tuvieron una gran participación en la contienda de la independencia, pero a decir verdad, ellos cumplieron un rol bien determinado en el bando realista, donde huilliches, lafkenches, pehuenches, tehuelches se volcaron en favor del Rey y lucharon hasta bien entrada la instauración de la  República de Chile, ofreciéndose para combatir bajo el mando del Coronel Juan Francisco Sánchez, al Brigadier Mariano Osorio y conformando la tropa de los montoneros de Vicente Benavides,  El Cura Mariano Ferrebú, el coronel Juan Manuel Picó y posteriormente como parte de las guerrillas del último de los Pincheira: José Antonio. Las provincias de Concepción, del Ñuble y el Maule, sufrirían la devastación total de sus campos y pueblos producto de las batallas, asaltos y la orden de realizar “tierra arrasada”, en momentos de retirada por parte de ambos bandos. Las campañas del Sur serán consecuencias de la incapacidad y falta de habilidad política para llegar a cumplir sus deseos de quienes pensaban en transformar el país en uno soberano e independiente de cualquier influencia y dominio extranjero.

La oportunidad de haber logrado derrocar con un golpe de poder a Francisco Antonio García Carrasco e instaurado una Junta de Gobierno que permitiera ser la guía para la emancipación, se había perdido. Los fervorosos revolucionarios independentistas se vieron imposibilitados momentáneamente, para proseguir trabajando por lograr sus sueños. Si bien García Carrasco, hábilmente se quedaba viviendo durante más de dos meses en el palacio y sin tener que ver  cosa alguna con los asuntos de dirigir a la Capitanía General, mostraba estar ajeno a todo lo que sucedía, pero pronto decidiría escribir a España, al mostrarse estar  muy disgustado con los cambios que estaban acaeciendo en Chile, dado el nuevo orden de cosas que se estaba canalizando, transformaba aquella misiva en una justificación de  su nefasto proceder, denunciaba a sus adversarios de enemigos del Imperio y teniendo como principal intención, la de poder recibir un salario o pensión de por vida muy ventajosa, producto de su retiro, algo así como un sueldo vitalicio por detentar el cargo de Gobernador. Intentaba de este modo, no permitir a los partidarios de la Patria proseguir sus actividades.

Francisco Antonio García Carrasco desconocía que, en España, al parecer, él como Gobernador de la Capitanía General de Chile estaba totalmente desacreditado. Las quejas sobre su administración en Chile habían llegado a la Junta Central, que operaba protegiendo a la corona del Monarca y su imperio, forjaba una condena de ella, a las conductas de Antonio García Carrasco. En aquellos días en España la Junta Central Gubernativa huía de las fuerzas francesas vencedoras en Andalucía, además, había caído en un gran desprestigio que la hizo entregar el mando del país y del Imperio a un Consejo de Regencia, cuyos miembros desaprobaban de manera más radical las acciones perpetradas por Antonio García Carrasco, como sujeto que conformaba el antiguo gobierno de la Junta Central Gubernativa y de las Indias. Las acusaciones existentes en la secretaria del Gobierno contra Francisco Antonio García Carrasco en España, se encontraba la formulada por el embajador de Inglaterra, por el caso Escorpión, y producto de la alianza existente entre ambos países, no se podía dilatar más su falta de atención. Francisco Antonio García Carrasco, había sido catalogado dentro de los más viles de los hampones, capaz de asesinar por hacerse de una carga de contrabando, y así obtener, únicamente todas las ganancias que esta reportaba, al ser ingresadas a Chile y comercializadas dentro del territorio de la Capitanía General del país sudamericano.  Esto hacía improbable que el Consejo de Regencia viera la más mínima posibilidad que Francisco Antonio García Carrasco siguiera en el cargo de Gobernador dentro de la Capitanía General de Chile.

El doctor Antonio Garfias llegaba a España justo cuando caía en descredito la Junta Central Gubernativa y que abdicaba en favor del Consejo de Regencia, los miembros de esta última institución, no estaban de acuerdo con el proceder de la primera en cuanto a toma de decisiones realizadas. Garfias había sido expulsado del cargo de escribano del Gobierno de Chile por el mismísimo Francisco Antonio García Carrasco y al llegar a España convulsionada por el cambio del poder de la Junta al Consejo de regencia, pudo acercarse a los nuevos gobernantes, para exponer sus quejas y  obtener la reparación completa de los agravios sufridos, dando informes muy desfavorables acerca de  Francisco Antonio García Carrasco, mostrándolo como una persona torpe, de conocimientos básicos  e ignorante de las cosas de un gobierno, megalómano y envanecido del poder del mando logrado, tendiente a reunirse con gente de dudosa reputación y una propensión a realizar acciones vinculadas a lo delictual, en especial en lo económico, con una inmoralidad que mostró al ocultar los hechos de la muerte del capitán de la fragata inglesa “Scorpion”, como también, de parte de su tripulación, logrando hacerse de los productos que traía para contrabando y venderlos dentro del país; sentía estar protegido de su infausta conducta por el cargo que ostentaba. Y, por último, expresaba Antonio Garfias, acerca de Francisco Antonio García Carrasco, su gran deseo a recibir la adulación por las acciones que cometía.  Las graves acusaciones de Garfias contra García Carrasco, fueron las acciones de venganza de un sujeto de la misma ralea que el hasta entonces fue el Gobernador de Chile. García Carrasco había escrito sobre sus empleados y remitidos a la Metrópoli imperial establecida en la Península Ibérica; estos informes se encontraban en la secretaria de gobierno de España y retornaban a Chile, gracias al doctor Antonio Garfias, con la finalidad de entorpecerle la gestión administrativa de la Capitanía General al presidente, Francisco Antonio García Carrasco. Esto generó que los empleados miraran con desafecto a esta última persona y uno de los más poderosos motivos que confirmaban aún más la voluntad ciudadana de pedirle la renuncia.

La Regencia de España estaba decidida que los gobiernos de las colonias, estuviesen en manos de personas cuya entereza y lealtad fuesen un freno contra los movimientos de insurrectos que surgían dentro de América, y cuyos trastornos les habría otro campo de conflictos a solucionar. La guerra de la independencia de España del yugo Napoleónico era el cometido al cual se enfrentaba la Regencia en la Península Ibérica y la conducta de García Carrasco en la Capitanía General de Chile, les habría otro flanco de conflictos del cual preocuparse, como así, estaba ya los Virreinatos de La Plata, de Nueva Granada, Nueva España, enarbolando las banderas emancipadoras que las Juntas de Gobierno conformadas, comenzaron a mostrar con gran voluntad.

 

 


La Regencia ordenaba a Francisco Antonio García Carrasco que se devolviese a España, al momento que dejaba el cargo de Gobernador de la Capitanía General de Chile con fecha del 24 de febrero de 1810, producto del proceder indebido con el que actuó para su beneficio personal y en detrimento del orden social del país. Aquella orden llegaba de manera tardía y las instituciones coloniales que operaban ya habían procedido a solicitarle la renuncia. Con estas acciones adelantadas a la resolución imperial de la Regencia de España, se abría el espacio para comenzar a implementar ideas emancipadoras, donde las personas que las profesaban y teniendo una preponderancia socio-política dentro de la Capitanía General, no permitieron que el nuevo o los nuevos mandatarios enviados desde España lograran desembarcar en el país.

 


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