domingo, 29 de junio de 2025

4. Las Colonias en América se mantiene leal al Rey Fernando VII

 


Producto de la cercanía de la Capitanía General de Chile con los Virreinatos de La Plata y del Perú, siendo de este último su dependencia político-administrativa, pero en la inmediatez informativa recurría a la procedente del primer Virreinato mencionado, y en especial de la arribada desde la ciudad de Buenos Aires. Mientras el Virrey del Perú, Fernando de Abascal, siempre se mantuvo leal al rey Fernando VII, el Virrey de las provincias de La Plata, Santiago Liniers y los oidores trasandinos, al igual que muchos funcionarios dentro de lo que hoy se conoce como Latinoamérica, se mostraban indecisos y determinados a jurar lealtad a quien se viera como triunfador y les asegurase, de forma muy conveniente, la conservación de sus puestos.

                La conducta vacilante e incierta de las personas que poseían un cargo dentro de la administración colonial, atrajo los reproches de la población, generando una gran intranquilidad en los miembros de los gobiernos coloniales americanos y al parecer, fue una de las causas que acelerarían el proceso emancipador americano. La conducta decidida y segura de los habitantes de las colonias americanas se hizo sentir en todas las regiones, evitando de esta forma que las primeras intenciones de los gobernantes no fructificaran y en ninguna colonia española en América. Aunque, en España, se reconoció a José Bonaparte como Emperador, y a pesar que la población se sublevo contra el invasor, los nobles, altos funcionarios y cortesanos en Madrid y Bayona habían jurado y reconocido como soberano a José Bonaparte.

                “Cuando se conocen en sus pormenores los sucesos de aquella época, y se pueden apreciar las formas legales con que se revistió la proclamación de José Bonaparte, sancionada por gobierno existente en Madrid, se comprende que los gobernadores españoles en América debían creerse, en cierto modo, obligados a obedecerlas, aparte de que en este reconocimiento veían la conservación de sus títulos, rentas y honores. Así, el mismo gobernador de Montevideo, don Francisco Javier Elío, que más tarde desplegó tanto ardor en la defensa de los derechos de Fernando VII, estuvo inclinado en los primeros momentos a reconocer el gobierno impuesto a España por la invasión francesa, y sólo se abstuvo por la actitud resuelta del pueblo. El viajero Mellet, que había llegado a Montevideo con el séquito del emisario francés y que fue sometido a prisión con sus otros compatriotas, escribe a este respecto lo que sigue: “Me hago un deber publicar aquí los elogios de este digno Gobernador (Elío), y yo no sabría recomendar bastante la buena conducta que observó con nosotros. Gracias a sus bondades, nosotros no carecíamos de los objetos más necesarios; y llegó a creer que de todo corazón habría puesto término a nuestro cautiverio, si no hubiese temido al odio de un pueblo enfurecido, único motivo que lo obliga a considerarnos como criminales. Los sentimientos de benevolencia que demostró después por la nación francesa me confirman en esta opinión”. (Historia General de Chile, Barros Arana, Diego. Tomo VIII. Capítulo Primero. Página 34. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile. 2002).

                Durante el mes de septiembre del año de 1808 las noticias que llegaban a la Capitanía General de Chile, procedente de Buenos Aires, diferían unas de otras; así las ultimas fueron muy distintas a las primeras informaciones. Lo primero que había llegado fue el apresamiento del Rey Fernando VII, quien quedaba cautivo en Bayona, junto a su padre y predecesor en la corona española, Carlos IV. Se informaba sobre alzamiento de la población española en contra del invasor francés. De la crueldad de las tropas francesas contra la población española. De la conformación en Sevilla de una Junta de Gobierno que tomaba la representación de la Nación en nombre del Rey Fernando VII. Sobre los triunfos de los ejércitos conformados por la población española contra los franceses. La victoria española en Bailén, batalla que creaba la esperanza que pronto serian expulsados los invasores franceses del istmo ibérico. Producto del giro de las informaciones los gobernantes americanos, inclinados a reconocer sin ningún temor como emperador de España a José Bonaparte, se vieron forzados a cambiar de opinión, más al apreciar la determinación no sólo del pueblo español, si no, también de los nacidos en las colonias americanas por combatir al invasor francés.

                Es un fenómeno muy especial el ver en la actualidad como la población de las colonias americanas, optaba por guardar fidelidad al Rey Fernando VII, y el el deseo de luchar contra el invasor francés por un monarca que nuca habían visto. Aquella decisión de la población de América Hispánica condenando la usurpación del trono y considerada como un acto de deslealtad por parte de Napoleón hacia un aliado, por ello nunca seria reconocido el impuesto rey, José Bonaparte. La población colonial española en el continente americano recibía la información del actuar de su ex aliado y ahora invasor, por los emisarios enviados por el mismo Napoleón y devueltos por el Virrey del Rio de la Plata, Santiago Liniers. El emperador francés, Napoleón Bonaparte, vio el fracaso para seducir e imponerse dentro de las colonias españolas y como la población generaba una espontánea resistencia hacia él, reconociendo con disimulado despecho, el derecho que tenían los pueblos de América española a su independencia. Esto último seria uno de los detonantes del desarrollo de las ideas emancipadoras dentro de los países americanos, y colonias de España.

                “España y Portugal son el teatro de una furiosa revolución. La fuerza, el poder y la apacible moderación del Emperador les volverán a dar los días de paz. Si España pierde sus colonias, ella habrá tenido la culpa. El Emperador no se opondrá jamás a la independencia de las naciones continentales de América. Esta independencia ésta ligada al orden necesario de los acontecimientos: lo está al de la justicia y lo está también al bien entendido interés de todas las potencias. Francia es la que estableció la independencia de los Estados Unidos de la América Septentrional. Ella es la que contribuyó a cimentar el de varias provincias. Ella estará siempre pronta a defender su obra. Su poder no depende del monopolio. No tiene interés contrario a la justicia. Nada que pueda contribuir a la felicidad de América se opone a la prosperidad de Francia, que fue siempre bastante rica, y que la vería con gusto tratada con igualdad entre todas las naciones y en todos los mercados de Europa. Sea que los pueblos de México y del Perú quieran estar unidos a la metrópoli o sea que quieran elevarse a la alta dignidad de una noble independencia, Francia jamás se opondrá a ello con tal que estos pueblos no contraigan relaciones intimas con Inglaterra. Para su prosperidad y su comercio. No necesita la Francia vejar a sus vecinos ni imponerles leyes tiránicas”. Estas fueron las palabras expuestas por Napoleón Bonaparte en la sesión que se abrió por parte del cuerpo legislativo francés el 3 de diciembre de 1809. (Historia General de Chile, Barros Arana, Diego. Tomo VIII. Capítulo Primero. Página 35. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile. 2002).

                Las palabras expuestas por Napoleón Bonaparte, eran un manto que ocultaba el despecho de ver frustrados sus planes sobre América y para muchos americanos, las palabras emitidas por Napoleón, fueron un guiño a las ideas de independencia que surgían dentro de la población criolla o de españoles nacidos en colonia. Se despertaba de esta manera en los españoles nacidos en el continente americano el anhelo de lograr la emancipación y autogestión político-administrativa del territorio, convirtiendo a cada país del continente en un Estado independiente reconocido a nivel mundial.

                Las colonias americanas afectadas por las noticias de los hechos sucedidos en Europa, y en particular en España, a los que agregabanse los sucesos acontecidos en los Virreinatos y dentro de las mismas capitanías, en especial en la Capitanía General de Chile, produjeron, - en específico para este relato-, en sus Cabildos y pueblo, que se pronunciasen en favor del rey Fernando VII y en contra del Emperador francés impuesto. Las ideas que expresaron con anterioridad, “los Tres Antonios”, en Chile, habían llegado a gran parte de la población, las cuales hacían ver, que, con la creación de la Junta de Gobierno, se encontraba también, el deseo de lograr la emancipación del país. A pesar que las noticias arribadas al país, llegaban con un retraso de dos meses de ocurridos, los habitantes de esta región en el confín del mundo, estaban bien informados y atentos a las noticias que venían desde los virreinatos o directamente de España a través de los puertos existentes en Chile, o simplemente que traían quienes retornaban al país. Es así, que el 10 de septiembre de 1808, se acusaba recibo de una nota que había sido despachada con fecha 17 de agosto por el Virrey del Río de La Plata, Santiago Liniers para el Gobernador de la Capitanía General de Chile, donde relataba la detención del Rey Fernando VII por tropas de Napoleón que habían ingresado a territorio español bajo el pretexto de invadir Portugal.

En la Capitanía General de Chile y en especial en la que sería en un futuro su capital, Santiago, hacía tiempo que reinaba una gran inquietud sobre los acontecimientos que estaban ocurriendo en toda Europa, en especial en España y la gravedad de ellos, llevaban a sus habitantes a exigir a las autoridades que la información fuera más frecuente de lo que estaba siendo.  Es así, que el Cabildo de Santiago, en un acuerdo fechado el 9 de septiembre, tomaba la resolución de procurar los recursos necesarios para establecer un correo mensual entre el país y las Provincias Unidas de la Plata, llegando incluso a efectuar sus miembros y las personas de la más conspicua sociedad santiaguina un aporte monetario para que esto resultase.

                La situación que vivía España no sólo inquietaba a las autoridades de la Capitanía General de Chile y a las familias más connotadas de la sociedad criolla del país, sino también, a la población existente en cada provincia y pueblo dentro de lo que era Chile colonial. Esta inquietud se vio apaciguada en parte por la carta que remitió el Virrey Santiago Liniers al Gobernador de la Capitanía General, Antonio García Carrasco, con el cual mantenía un constante intercambio de misivas. Se suponía que producto de las noticias que expresaba, acababa con las dudas e incertidumbres imperantes en el país sobre lo que estaba ocurriendo en el exterior, al entregar una información acerca de la gravedad de lo que estaba pasando en España; dado que los reyes de España (Carlos IV y Fernando VII), victimas del engaño y las insidiosas intrigas de Napoleón Bonaparte, se hallaban prisioneros en territorio francés. Dejando en claro que España quedaba sometida a una fuerza militar napoleónica de cien mil soldados, precedidos de la reputación de invencibles y además, que la nobleza española y las autoridades de la metrópoli habían reconocido como su emperador a José Bonaparte; mientras en Sevilla se organizaba una Junta para proteger la administración de la Nación española y por ende del Rey Fernando VII. Los poderes de la Unta de Sevilla estaban limitados a una parte de la población, por que muchos no la reconocían. También exponía de los auxilios de los ingleses que enviaban a la insurrección española y de la probable alianza entre las dos naciones para luchar contra el invasor francés.

                Las noticias recibidas produjeron en los habitantes del país una profunda perturbación en sus ánimos. Muchos habitantes, en especial quienes ostentaban algún cargo en la administración colonial, opinaron que era imposible no dejar de reconocer a José Bonaparte como el nuevo Emperador de España y sus colonias, fundamentándose en la renuncia obligada que hicieron los reyes de España, y que había sido aceptado por la nobleza española y de los altos funcionarios del poder público en Madrid y Bayona, y sostenido por la fuerza de los cien mil franceses, que se juzgaba irresistible. Esto no afectó para que los habitantes de Chile, sus dirigentes políticos y las familias más connotadas se mostraran con una lealtad inalterable en favor del Rey Fernando VII, como su monarca legítimo, al igual que en otras regiones de América. En los días posteriores a la información arribada de Buenos Aires, las calles de Santiago se llenaron de proclamas manuscritas que circularon de mano en mano y buscando persuadir a la población del país, excitando los sentimientos a favor de la monarquía de los Borbones en España y odiosidad contra todo lo que fuera francés. El clero secular y regular juramentaban su fidelidad en favor del monarca aprehendido por Napoleón. Los religiosos de las diferentes ordenes procedían a realizar una serie de rogativas y procesiones en las ciudades y campos, para que la protección del cielo cayera sobre quienes defendían la Nación española y la legitimidad del trono por parte de Fernando VII. En sus sermones se mostraba que Napoleón Bonaparte y sus tropas profanaban las iglesias, -en especial los Mamelucos-, burlándose del culto a Dios y a Cristo y bautizando a sus corceles con el nombre de los santos católicos; llevaron que la predica en los púlpitos católicos, se refiriera a la perversidad de los invasores franceses, dándoles el nombre de “impíos, perjuros, paganos y abortos del infierno”.

                 Los acontecimientos en España generaron una honda preocupación en todas las colonias de América; y en Chile, dentro del Cabildo de Santiago, llevando a sus miembros a buscar la forma de cómo podrían socorrer a la Metrópoli y de colocar a la Capitanía General en estado de defenderse contra toda agresión extranjera. El Cabildo junto a las personas más destacadas de las familias más reconocidas de la sociedad santiaguina, buscaron la forma de reunir los recursos para ser enviados a la valiente población española en su guerra contra el invasor francés. Con el deseo de darle una nota de formalidad y seriedad, el Cabildo solicitaba que el Gobernador de la Capitanía General de Chile, Antonio García Carrasco, se integrara en calidad de Regidor Auxiliar a esta. García Carrasco, declinaría esta invitación, llevando al Cabildo a elegir a tres de sus miembros para que tomarán parte en las deliberaciones. Uno de ellos fue su propio asesor, Juan Martínez de Rozas, considerado muy versado en negociaciones administrativas y de Estado. García Carrasco como Gobernador acepto todo lo realizado por el Cabildo y este organismo en sus deliberaciones desarrollaba la asamblea que debía ver las formas de procurar el apoyo a la Metrópoli y la creación de una defensa disuasiva contra todo intento de invasión por fuerzas extranjeras, contrarias al imperio español. Los miembros del Cabildo demostraron una gran actividad para responder a la responsabilidad depositada. Una semana estuvieron planeando y organizando las formas y la obtención de recursos para establecer la defensa del país contra todo invasor extranjero y de enviar ayuda a la Metrópoli.  Declaraban el día 19 de septiembre, la finalidad de sus propósitos: “de hacer ver al extranjero que los chilenos querían ser sólo españoles, vivir bajo la dominación del incomparable monarca Fernando VII, sostener el nombre de España y confundir la perfidia demostrando que preferían el vasallaje de esa nación al de todo el mundo”. (Historia General de Chile, Barros Arana, Diego. Tomo VIII. Capítulo Primero. Página 36. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile. 2002).

                El Cabildo exponía al Gobernador lo que debía hacerse para la defensa del reino, mostrando la necesidad en colocar sobre las armas, a diez mil soldados de Milicia en el obispado de Santiago y seis mil en el de Concepción, a los cuales se debía disciplinar y listos para acudir a donde fuese necesario, pero sin dejarlos de atender sus trabajos, porque no se les daría estipendio alguno. Para armarlos, se comprarían diez mil fusiles con sus respectivas fornituras, seis mil pares de pistolas y seis mil sables, producto que los machetes construidos en tiempos del gobierno de Muñoz de Guzmán no eran útiles para una caballería reglada. Junto a ello, se mandaron a pedir la construcción de cincuenta cañones de bronce a Lima, unos de Campaña y otros para fortalezas, con su munición respectivas y solicitándole al Virrey del Perú, Fernando de Abascal, ochocientos quintales de pólvora. En ese tiempo se suspendieron todas las obras que no tuvieran el fin de establecer defensas contra los posibles invasores o los enemigos de Estado.

                Si se ve a la economía como un proceso humano, donde se busca ordenar y distribuir los escasos recursos existentes, es decir, la búsqueda de una forma de administrar los bienes y recursos existentes de modo eficaz y razonable, teniendo en cuenta que estos (los bienes y recursos), son escasos y limitados. El Cabildo de Santiago, visualizaba en esos tiempos previos a la creación de la Junta de Gobierno que, “si no se auxiliaba al real erario con nuevos impuestos”, no podrían desarrollar el proyecto de defensa, viéndose en la imperiosa necesidad de hacer varias asambleas para ver qué era lo más factible de hacer, bajo la percepción que el erario nacional, era la razón productiva del país y el único recurso para la creación de fuerzas militares bien pertrechadas que disuadieran a cualquier extranjero intentar invadir a la Capitanía General de Chile.  Los miembros del Cabildo llegaron el día 22 de septiembre, con la idea de sesionar con el claro objetivo de aumentar durante un año la mayor parte de las contribuciones existentes, imponiendo a panaderos, bodegueros, empleados públicos y comerciantes según sus rentas, y así formar un caudal de dinero que fue denominado “fondo patriótico”; sería el mismo Cabildo, quien asumió la responsabilidad de la inversión del recurso recolectado, dejando a una persona de su responsabilidad a cargo de las llaves de la caja donde se guardarían. Junto a esta acción, al día posterior a la reunión, propusieron, también, un plan de economía, basado en la reducción de personal en algunos trabajos y servicios públicos, creyendo que así reducirían unos diez mil pesos cada año. La política de disminuir el recurso variable, ya en esos tiempos comenzaba a ser ejecutado previa planificación y creencias.

            En ese tiempo la situación existente en el país, no sólo dejaban en claro la pobreza del tesoro real existente en la Capitanía General de Chile, sino lo dificultoso que serie el poder cumplir lo proyectado (creación de tropas y adquisición de armas, municiones y fornituras), y así, poder hacer frente al probable invasión de fuerzas extranjeras al territorio de la Capitanía General de Chile. Aquella presumible incursión por tropas napoleónicas, cuyo emperador era mirado como el usurpador al trono de España, motivaba y lograba cohesionar a la población del país, generó todo el deseo de poseer una serie de batallones bien armados e instruidos, cuyas formaciones fueran con gente nacida en Chile. La fuerte influencia religiosa, sumado a las noticias que llegaban, hicieron que la población de América y para efectos de este relato, la existente en Chile, mostraban una firme decisión de reconocer como único soberano a Fernando VII; esto, también ocurría y de la misma manera, en los Virreinatos de La Plata (Argentina, Uruguay), Nueva Granada (Colombia, Ecuador), Nueva España (México), en todo estos dominios la gente se mantuvo leal al monarca cautivo, y poco a poco comenzarían a radicalizarse hacia los deseos de emancipación.

                 Cabe mantener la idea desde tiempos que el humano se ha reunido en grupos y el despertar de los deseos de hegemonía y dominio sobre territorios y seres de su misma especie, se ha intentado ejercer poder mediante medidas de coerción, persuasión e incluso de seducción. Producto de ello, del surgimiento del lenguaje y de nuevos sistemas que permitieran al hombre en su evolución tecnológica e intelectual informarse y lograr comunicarse a distancia con otros sujetos,  también con ellas el engaño y la mentira se perfeccionaban junto a estos instrumentos. “El, miente, miente, miente, porque siempre algo queda”, atribuido al Ministro de Propaganda Nazi, Joseph Goebbels, es más antiguo que a quien se le es indicado. Producto de ello, en los comienzos del siglo XIX y finales del XVIII, en las colonias de América pertenecientes al imperio español y afectadas por los sucesos que ocurrieron en España y el Rey Fernando VII, surgieron una serie de informaciones, que, permitieron el desarrollo de una serie de ellas, tanto por vía oral, cartas, actas, los periódicos que se redactaban en esos tiempos y todo tipo de misivas procedentes del viejo continente (Europa). Las intenciones en ese tiempo, tenían como finalidad generar la incertidumbre y el temor en las poblaciones, en especial en las personas que demostraban la determinación de oponerse al dominio napoleónico de España.

Los habitantes de América en sus demostraciones de exaltada fidelidad a Fernando VII, aprehendido por las fuerzas napoleónicas y enviado junto a Carlos IV-su padre-  cautivo a Bayona, en calidad de rehenes, en sus ansias por saber de los acontecimientos que se vivían en España, prestaban atención a todo tipo de informaciones, rumores e historias,  las cuales eran tan disimiles unas a otros, -dependiendo de quién era su emisor-,  generando alarma y preocupación, no sólo a los españoles avecindados en América, sino, también, a los que habían nacido en estas tierras. Dentro de las noticias esparcidas, se contaba una donde se hacía mención acerca de la carencia de poder legal que la Junta de Gobierno instalada en Sevilla tenía, y por ello no podía arrogarse la representación de la metrópoli y de las colonias. En otras notas se expresaba que España, envilecida y debilitada por el mal gobierno de los últimos años, no podría resistir el poder invencible de los ejércitos napoleónicos y que sería sometida y obligada a reconocer al monarca extranjero. Todo esto no impidieron que las personas dentro de las colonias tuvieran la percepción que el imperio se encontraba acéfalo, al no estar el Rey, no existía organismo que, en su deseo de mantener y cuidar el poder del soberano, evitara el cuestionamiento dentro de las colonias, en cuanto a qué debían hacer estas, privadas del monarca natural para mantenerse libres de dominación del usurpador. Esta percepción generaba en las personas en América se temas de conversación y fuertes disputas en las calles, reuniones, saraos y en todo lugar donde los sujetos se reunían. Estos debates serian la iniciación del germen de  los deseos que surgieron posteriormente en el continente americano, en cuanto al sueño de emanciparse del imperio.

 

Las Campañas del Sur : 3.-Napoleón se hace del poder del imperio español

 


 

                Desde el momento que Francisco Antonio García Carrasco asumía el gobierno de la Capitanía General de Chile, empezaron a suceder una serie de acontecimientos que indicaban que el país se dirigía a una revolución independentista, del mismo modo que acontecía en los Virreinatos del Rio de la Plata, de Nueva España (México y demás países centro americanos) , de Nueva Granada (Colombia, Ecuador), unida a la Capitanía General de Venezuela, donde en cada una de ellas se formaban Juntas de Gobierno, del mismo modo que sucedió en España donde la Junta de Sevilla adquirió mayor relevancia a las que se habían creado en otras ciudades españolas.

Mirando desde una retrospectiva al pasado, los países de América Latina, se fueron plegando a este estilo de preservación del Imperio español, y como hasta hoy se aprecia, con la idea de cuidar los territorios coloniales para el Rey Fernando VII, cautivo por los franceses. Esto acaecía en la medida que llegaba información proveniente de España, la cual demoraba más de dos meses hasta el continente americano. Así, desde el zarpe del puerto de La Coruña, las embarcaciones en dirección a Montevideo, quedaban supeditadas a una serie de contratiempos generando un retraso de otros dos o más meses, para que las noticias llegaran a la Capitanía General de Chile. El conflicto con Gran Bretaña, hacia que las vías marítimas sufrieran grandes contratiempos, produciendo en los habitantes del gran continente americano una gran angustia por noticias procedentes de Europa, no sólo por los intereses comerciales que representaba, sino también, por las graves complicaciones de carácter internacional e interna en la cual se encontraba España.  En este proceso logístico del transporte de la información y mercaderías, no se debe olvidar las dificultades que presentaba la cordillera en invierno, bloqueando el tránsito por los pasos habilitados, producto de la cantidad de nieve que la cubría y lo veleidosa que es la montaña, donde las tempestades hacen su imperio. Quedaba entonces, como única alternativa, que embarcaciones intentaran cruzar por el Estrecho de Magallanes desde el Océano Atlántico al Pacífico. Los problemas que la naturaleza ofrecía para transportar, no sólo mercaderías, si no también, cartas y noticias, generaba un grave dilema difícil de superar y que afectaba que la información fluyera con la velocidad que necesitaban los pobladores de esta región del continente. El paso por el Estrecho de Magallanes era riesgoso para las embarcaciones que intentaran cruzarlo, dada la violencia de las masas de agua salada a las cuales debían enfrentar y que cobraba siempre la perdida de alguna nave y de sus tripulantes, producto de las inclemencias que debía enfrentar, por ello era más seguro el cruce de Los Andes, a pesar del bloqueo natural que presentaba para llegar a la Capitanía General de Chile, es por ello, que los tiempos de arribo de la información a la Capitanía General de Chile o al Virreinato del Perú, fueron muy demorosos.

Desde febrero de 1808, la información que llegaba de España relatando la serie de perturbaciones que se sucedían al interior de ella, y que habían comenzado a inquietar a quienes vivían en las colonias de América, generando una alarma que conllevaría a la conformación de juntas del mismo modo a las constituidas en la península ibérica, donde destacaba la Junta de Sevilla, con el objetivo de preservar los territorios hasta que el Rey recuperara su trono y la Metrópoli española volviera a su orden político administrativo.



                 El conflicto por el trono español venia viviéndose desde un par de años atrás, originada por la lucha política entre Carlos IV con su hijo Fernando VII, lo que conllevó en octubre de 1807, a este último, al parecer, y según la Gaceta de Madrid, a tramar en El Escorial una conspiración contra la vida del Rey (Carlos IV). Si bien, la noticia era expuesta por una proclama firmada por el mismo Rey Carlos IV. En tanto este acto, tanto en las las colonias americanas y en la misma España, las personas supusieron que no era más que una intriga urdida por el odiado valido del Rey, Manuel Godoy, con el claro fin de perpetuar a Carlos IV en el poder y mantener la corona del Imperio español. Los eventos que se sucedían en la Metrópoli del Imperio español, hacían que la información de estos sucesos llegara con retraso a las colonias; es así, que en las colonias americanas se recibía comunicación proveniente de España y de Europa, cada dos meses. Este atraso informativo a veces llegaba a ser mayor a los cuatro meses.

Napoleón había utilizado la alianza franco-española, para solicitar a Carlos IV el ingreso de tropas a España para invadir Portugal. Carlos IV como rey de España permitió que las tropas francesas de Napoleón ocuparan ciudades y plazas fuertes españolas, en su esfuerzo como aliado de Francia y de guerra contra Portugal, Estado que se mostraba aliada de los ingleses en aquel conflicto imperial entre Napoleón y algunos reinos europeos de esa época.  Pronto Carlos IV se daría cuenta del plan que había ideado Napoleón Bonaparte, el cual al ver que Carlos IV abdicaba en favor de su hijo Fernando VII, daba un Golpe de mano, apresándolos a ambos y dándole a su Hermano José Bonaparte la regencia de España.

                Bajo esta nube sombría que se cernió en todo el imperio español, despertó la desconfianza en varios de los habitantes de la Capitanía General de Chile, en tanto, otros miraban con satisfacción el acontecer de los hechos dentro de la Metrópoli (léase: Península Ibérica- España). Las noticias en esa época de 1808, provenían de Buenos Aires principalmente y también desde el Perú y los barcos que cruzaban el Estrecho de Magallanes en dirección al Puerto del Callao.  En alguno de los correos provenientes de Buenos Aires de 1808, llegaba una noticia con características de ser primicia, al ser escrita a última hora, que dejaba traslucir las justas aprehensiones del pueblo español sobre la situación sufrida por el Rey Fernando VII, la cual comenzaba a mostrarse a partir a mediados de 1808. En ella se informaba del pérfido engaño que realizo Napoleón Bonaparte al momento de la abdicación de Carlos IV en favor de Fernando VII, a quienes aprehendía con una vileza jamás realizada contra algún monarca.

                Fernando VII marchaba preso en dirección a Bayona, lugar que seria su presidio mientras Bonaparte dirigiera España y dominara en Europa. En tanto, el válido del Rey Carlos IV, Manuel Godoy había sido aprehendido por los españoles partidarios del ahora joven Rey, Fernando VII, ante la abdicación de Carlos IV en su favor, siendo libertado por las mismas tropas francesas que llevaron apresado a Fernando VII y ocupado Madrid; permitiéndole a Manuel Godoy evadir el proceso por sus infamias. España pasaba de ser un gran aliado francés a un Estado sometido por estos últimos y la población peninsular se alzaba contra el invasor y daba inicio a una lucha por volver a su independencia, en tanto la nobleza española doblaba sus piernas al nuevo jerarca impuesto por el invasor, aceptándolo y reconociéndolo como el soberano de España y de todo su imperio. Napoleón se hacía, de esta forma, de un nuevo territorio, aunque no de sus habitantes que decidieron enfrentar a los cien mil soldados napoleónicos que ocupaban el país.  El Pintor Francisco de Goya, plasmo en una serie de pinturas y dibujos, el convulsivo periodo que vivió España en ese tiempo, mostrando en sus composiciones una cruel y realista visión de los hechos, donde las atrocidades de la guerra cometida a la población civil, sin importar la clase y condición de los sujetos, transformando en cada dibujo y pintura, a las personas en víctimas, más que en héroes. Goya se transforma, en una mirada simplista, en el primer reportero gráfico de las atrocidades de las guerras.



                La sangre española mostraba en este conflicto, el vigor y fuerza para hacer frente a las adversidades que el invasor deseaba imponer. Esta fuerza espiritual queda plasmada en una proclama escrita para los pueblos en nombre del “alcalde de Móstoles”, en cuyo nombre se escondía la figura del Fiscal del Supremo Consejo de Guerra, quien durante la invasión y apresamiento de Fernando VII por parte de las tropas de Napoleón Bonaparte, la redactó con el más ardoroso patriotismo,  mostrando el alma del español a quien llamaba a las armas: “Españoles- decía el alcalde de Móstoles-, vuestro sufrimiento por más de dieciocho años  bajo un gobierno, el más tirano y monstruoso de cuantos ha existido en la tierra, os ha conducido al extremo que un extranjero elevado por la casualidad, admitido por la inocencia de los pueblos que suspiraban por su libertad, y sostenido por el genio inconstante de los franceses, tenga la pretensión bárbara de dividir nuestra patria para reducirnos a una esclavitud vergonzosa y eterna como lo ha hecho con otros numerosos pueblos, después que se sometieron a su protección y poder…Españoles armaos al momento…Juraos amor y concordia. España y el honor sean vuestro Dios tutelar, y sólo queden vuestros padres ancianos y vuestras mujeres para cuidar de los campos y de las casas. En fin, guerra y destrucción a los tiranos y triunfe la patria”. (Historia General de Chile. Tomo VIII. Barros Arana, Diego. Parte Sexta. Primer periodo de la Revolución de Chile, de 1808 a 1814. Capítulo Primero. Página 27. Editorial Universitaria. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Segunda Edición. Santiago de Chile. Enero de 2002).

Mientras esto ocurría en España, en la Capitanía General de Chile, las personas comenzaron a variar de opinión según la información que llegaba, ya sea por tierra o mar. Mientras los nacidos en esta tierra, en público hacían referencia en sus opiniones a mantenerse fieles a España y al Rey, los españoles de nacimiento y los funcionarios de gobierno, mostraban una dualidad en sus expresiones, al creer en estas como los criollos, pero a su vez sostenían que: “Napoleón era el noble e invariable aliado de los Borbones”. Don Juan Antonio Ovalle, abogado santiaguino, quien pronto adquiriría en un futuro próximo a los sucesos que se estaban desarrollando, una prominencia notable, en lo que se conoce como las postrimerías de la Junta de Gobierno de 1810, producto de haberse ganado la reputación de ser un político profundo, como se decía hasta un tiempo atrás post dictadura militar y el retorno a la democracia: “era un gran estadista”. Ovalle sostuvo por el mes de agosto de 1808, al llegar noticias de los sucesos acaecidos en España, que los reyes del Imperio español fueron victimas de una infame perfidia de Napoleón Bonaparte y, que éste fingiéndose aliado de los españoles, no tenía más interés que imponer su poder al país hispánico y colocar un nuevo monarca en su trono, como lo fue José Bonaparte. Esta opinión emitida en los saraos y reuniones políticas, lo llevó a ser considerado como un profeta. Muchas de las personas que participaban de estos círculos y tertulias, por mantener sus opiniones sobre los sucesos los llevaron a realizar acaloradas discusiones, donde la divergencia de sentires y de esperanzas, llevó a que muchos partidarios del Rey tuvieran inquina hacia quienes profesaban una lealtad hacia España y el Rey apresado y no consideraban a Napoleón como un aliado del Imperio y amigo de los reyes Borbónicos. Ovalle sufriría junto a otros sujetos, acusados de patriotas, la persecución a la cual los miembros del Gobierno de la Capitanía General de Chile y los españoles de nacimiento, le hicieron.



El mundo de las especulaciones y de las dudas desaparecería en un par de meses de la Capitanía General de Chile al llegar el 10 de septiembre de 1808 a Santiago, un correo extraordinario procedente de Buenos Aires y no de Montevideo, como era lo habitual. La información proveniente de Buenos Aires fue vista como reciente, original y segura de proceder directamente de España, sin haber sufrido ningún tipo de intervención. Esto hizo suponer que estas notas habían arribado al continente americano a mediado de julio en una goleta que zarpó desde Cádiz entre abril y mayo de aquel año. Tanto sus tripulantes, como los impresos, correspondencia y pasajeros embarcados, informaban que Napoleón, después de la abdicación de Carlos IV en favor de Fernando VII, y del apresamiento de este último, designó como emperador de España a su hermano José Bonaparte. Y mientras la mayoría de los altos dignatarios de la Monarquía y del gobierno, a estos se sumaban los cortesanos existentes en la ciudad de Madrid, lo reconocían, el pueblo español se alzaba como si fuera un solo hombre empuño las armas, declarando la guerra abierta e implacable al francés invasor.

La idea de Napoleón de apoderarse del reino “donde nunca se oculta el sol”, es decir, España, era apropiarse las colonias españolas en el continente americano y de otras regiones del mundo sin más esfuerzo que sometiendo a los países de la península ibérica.  El Emperador de origen francés, Napoleón Bonaparte, con esta acción cumplía parte de su propósito esencial como era mantener sometidas las colonias de los reinos de la península Ibérica (Portugal y España), bajo su dominio. Creía el joven corso, como era, también, nombrado el astuto emperador francés, que los reyes de España copiarían lo realizado por el monarca portugués, al ver la imposibilidad de mantenerse en su territorio continental europeo, optarían por abandonarla y establecerse en una de sus posesiones de ultramar, como lo realizado por este último en Brasil.  Los ex aliados entraban en un franco proceso de conflictos, llegando incluso Napoleón a solicitar a su Almirante Rosilly que ocupase el puerto de Cádiz con una fuerza naval, para evitar la fuga de Carlos IV y a toda la familia real del apresado Fernando VII, -verdadero monarca de España y sus territorios-.  Con la habilidad que le caracterizaba a Napoleón, en cuanto a urdir intrigas y otras acciones que le permitiesen cumplir sus intenciones y objetivos establecidos en su mente, lograba reunir a príncipes y nobles de la corte española en Bayona y obligarles a renunciar a sus privilegios y derechos monárquicos y al trono; pero caía en el error de imaginar, con la ocupación de la ciudad de Madrid, por parte de sus tropas, que sometía la totalidad de España y podía mantener bajo su poder a las colonias españolas de ultramar, evitando toda idea de insurrección en ellas. Además, imaginaba que acababa toda intención inglesa de invadir y ocupar las colonias españolas existentes en el mundo, en especial, las americanas.

El deseo de informar, por parte de Napoleón, a la población de las colonias que las renuncias del Rey y del príncipe al trono español, obligaron a la Junta que ejercía el gobierno en Madrid que redactara una circular o misiva a los Virreinatos y Capitanías Generales, haciéndoles ver que debían rendir obediencia al nuevo soberano del imperio, es decir a José Bonaparte.

En una de las cartas escrita entre 8 al 11 de mayo de 1808, de Napoleón a su Mariscal Murat, exponía: “Es preciso enviar desde luego algunos buques a América con proclama de la Junta. Por mi parte, yo haré salir otros de los puertos de Francia. Es menester cargar a bordo de esos buques unos veinte mil fusiles. Por mi parte, yo enviare otros tantos. Debemos esperar que un buen número de ellos llegará a destino” …” Ya os he prevenido, decía, que es necesario que en todos los buques que se despachen a América se embarquen fusiles y pistolas, que hacen falta en esos países. Será bueno también embarcar en cada buque un cierto número de reclutas. Aunque se pusieran en cada uno treinta o cuarenta hombres, eso haría un buen efecto en América, porque aquellas colonias verían que se piensa en ellas…Hacedme saber si es efectivo que los españoles tienen en Rio de Janeiro un depósito de miles de millones  de pesos…Los buques que se despachen a América  deben ir cargados de cartas de la Junta de Madrid con los documentos justificativos (la abdicación de Carlos IV y de Fernando VII), y de las cartas del ministro de la marina, de que se sacarían doce copias. Creo que los puntos a que más conviene enviar estas expediciones son México y Río de La Plata”. (Historia General de Chile. Tomo VIII. Barros Arana, Diego. Parte Sexta. Primer periodo de la Revolución de Chile, de 1808 a 1814. Capítulo Primero. Página 29. Editorial Universitaria. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Segunda Edición. Santiago de Chile. Enero de 2002). En estas cartas que fueron publicadas posteriormente en los libros denominados “Correspondance de Napoleón I, publieé pour Napoleón III”, en su volumen XVIII, páginas 75 y 96, muestran la importancia que Napoleón Bonaparte daba a las cartas y demás artículos escritos, como a las publicaciones expuestas en prensa. Y que en las notas expuestas en este párrafo demostraba la fe ciega que persuadirían a los españoles de no seguir manteniendo aquella ciega lealtad a su Rey y príncipe de la Casa de los Borbones, desconociendo la fuerte unión de la población española con la religión y por medio de ella a sus monarcas. La Guerra por la Independencia Española, surgiría desde la misma población peninsular que orgullosa de ser española y su régimen monárquico, no toleraron al francés invasor y transgresor de su existencia, de su forma de vivir y sus costumbres.

Esta conducta beligerante y libertaria española traspasaría el Océano Atlántico y se arraigaría en cada colonia española existente en América. Sometidas las colonias a una serie de restricciones que impedían comerciar con países que vivían la revolución industrial, como Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, entre otros, y teniendo como finalidad el obtener aquellos productos que debían hacerse por medio del contrabando, que motivaba a realizar otras acciones de corrupción dentro de cada territorio colonial en el continente “descubierto”,  a desear poder establecer una libertad comercial que les permitiría poder negociar con aquellos países que no pertenecían al Imperio y cuyo salto industrial, mostraba una serie de productos deseables para los habitantes de los territorios coloniales hispánicos.

Desde su residencia de Bayona, Napoleón preparo el envío de comisarios especiales que llevarán a los gobernadores de las provincias de América los despachos de las autoridades españolas y de las de su gobierno (léase José Bonaparte), como, asimismo, las instrucciones que debían cumplir estos funcionarios para que se reconociese al nuevo soberano. Así salían de España tres embarcaciones con dirección a México, Venezuela y Rio de la Plata, en aquellos navíos iban algunos agentes con noticias y con la misión de persuadir a los gobernantes de aquellos Virreinatos para que reconocieran al nuevo emperador de España. Mientras las embarcaciones navegaban por el océano Atlántico en dirección a América, Napoleón preparaba una expedición de tres mil hombres y una flota naval considerable, con el claro objetivo de alcanzar el Virreinato de la Plata y someter a Buenos Aires, colocando de forma directa bajo el dominio de Napoleón a esta Gobernación colonial y así evitar la invasión de alguna fuerza enemiga (Inglesa y/o Holandesa), o impedir cualquier alzamiento de la población del Virreinato de la Plata y que sirviese de ejemplo a los otros Virreinatos y Capitanías Generales.

Mientras Napoleón urdiendo otras acciones para subyugar a las colonias, especialmente en América, los comisarios que habían salido de Bayona, cumpliendo los compromisos que se le habían entregado, obtenían en cada lugar donde realizaron su gestión resultados pocos lisonjeros, no tanto por la resolución de los gobernantes de estos países, que ante todo deseaban preservar sus puestos y cargos, si no por la actitud resuelta del pueblo por negarse a reconocer un soberano extranjero. Los comisarios franceses, en general, fueron muy bien recepcionados en las colonias americanas, en especial por los funcionarios de origen español que servían en las diferentes administraciones coloniales, dado que deseaban preservar sus cargos y la pretensión de mantener los virreinatos y capitanías generales bajo el poder de la Metrópoli (España). Este habito de preservar los trabajos mostrándose partidario de la tendencia política vencedora o de quien se hace del poder de la administración político- económica y social del Estado, aun se mantiene dentro del país.

El hombre medio del continente americano aun no comprende el por qué la población de América en ese tiempo se declaraban enemigos del nuevo soberano impuesto por Napoleón. A pesar de las distancias con la Metrópoli del Imperio y que muchos de los habitantes en colonias nunca pudieron viajar a la Península Ibérica y menos a Europa, como asimismo nunca haber visto en persona al monarca español, se sentían fuertemente ligados a la Monarquía española y su forma de gobierno imperante; producto de este fuerte arraigo de las personas en las colonias, forjaron que estos sintieran la acción urdida por Napoleón para hacerse de España y su Imperio como una traición no sólo al Rey y su Administración imperial, sino también a cada habitante de la América hispana.

 Napoleón Bonaparte proseguía su actuar elaborando un plan de invasión al Virreinato de la Plata. Y es por ello, como primera actividad, el envío de un comisario a Buenos Aires y para ello se adquirió el bergantín “La Consolateur”, al cual se armó en guerra y se dejó su mando a dos oficiales de la marina imperial, embarcando en él una carga considerable de armas y municiones; junto a esto, Napoleón pedía los despachos de oficiales españoles que debían viajar al continente americano a prestar servicios y que podían viajar en el navío recién armado y preparado para navegar en dirección a América. Su segunda actividad era preparar una expedición en dirección al Virreinato de La Plata.

Con fecha de 19 de mayo de 1808, Napoleón escribió desde Bayona a su Mariscal Joaquín Murat, lo siguiente: “Es cierto que sería necesario enviar una expedición a Buenos Aires; pero esta expedición debe salir del Ferrol- El Santa Elena, el San Fermín, la Venganza y la Magdalena están armados; pero estos cuatro buques no pueden llevar más que 1.500 hombres. Es preciso enviar inmediatamente al Ferrol, para armar seis navíos y tres fragatas. Esos seis navíos y tres fragatas llevarán tres mil hombres que, desembarcados en Buenos Aires, pondrán a la América al abrigo de todo evento. Es preciso que el Ministro de Hacienda encuentre dinero y, que empeñe hasta los diamantes de la corona. Esto no importa nada: se los rescatará cuando lleguen los pesos fuertes de América. Que se procure de sesenta millones de reales, cerca de quince millones de francos, una parte de los cuales servirá para pagar a los empleados y la otra parte a la Marina. Haced sentir la necesidad de hacer cualquier esfuerzo para socorrer las colonias y que el comercio está interesado en ello”. Dos días después, Napoleón Bonaparte reiteraba este petitorio, pero con un carácter más imperativo y preciso en los quehaceres a cumplir para ello: “He leído con el mayor interés, -decía Napoleón-, los informes de los ministros de Guerra y de la Marina sobre los medios de socorrer el Río de la Plata. No hay momento que perder. Es preciso armar la Concepción y el San Fernando, que, con la Venganza, la Magdalena, la Diana y la corbeta Indagadora, llevarían fácilmente tres mil hombres. Es preciso nombrar inmediatamente el Contraalmirante que debe mandar la escuadra, enviar al Ferrol los fondos necesarios y hacer la elección de tres mil hombres que deben embarcarse para esta expedición. Creo que se necesitaría un batallón de infantería ligera, un regimiento de infantería de línea, formando por todo 2.200 hombres de infantería, un regimiento de caballería a pie de 500 hombres y 400 artilleros. Que el Ministro de la Guerra designe esos cuerpos, que nombre un General de Brigada, un ayudante, un Coronel y muchos oficiales de artillería y tres oficiales de ingenieros. Se embarcarán en los buques 10.000 fusiles, 12 cañones de campaña con 300 tiros por pieza, 500.000 cartuchos de infantería y 4.000 útiles de gastadores. Enviando los 5 ó 6.000 francos pedidos, todo puede estar listo en el curso del mes de junio y antes que los ingleses puedan estar instruidos de la actividad que ponemos en este punto, y sin que puedan reforzar su escuadra. Es menester que todo esto se haga secretamente y sin ostentación. En cuanto al desembarco, conviene ordenar que la escuadra se acerque a tierra más al Sur, a fin que si encuentra a los ingleses con fuerza superiores en Montevideo, pueda desembarcar su gente más abajo” (Correspondance. Vol. XVII. Páginas 164 y 176) (Historia General de Chile. Tomo VIII. Barros Arana, Diego. Parte Sexta. Primer periodo de la Revolución de Chile, de 1808 a 1814. Capítulo Primero. Página 30. Editorial Universitaria. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Segunda Edición. Santiago de Chile. Enero de 2002).

Napoleón expresaba al Mariscal Joaquín Murat las preocupaciones que le embargaban: “Haceos presentar las comunicaciones del general Liniers, Acordadle todos los ascensos que ha pedido. Enviad también algunas cruces (de las órdenes de caballería), para los principales ciudadanos de Buenos Aires. Enviadme los duplicados de todo esto, yo los enviaré de los puertos de Francia”. Además, en aquella misiva, pedía que se dejara correr la información entre los habitantes de las colonias, que habían zarpado seis buques de guerra, con tropas y material de guerra en dirección al continente americano; aunque no habían salido desde Francia más de dos navíos con este destino. Desde que Napoleón invadió España y se hizo del gobierno monárquico de ella, Napoleón no dejó de intrigar y crear falsa noticias. El arte de la Guerra de Tsun-Tzu aplicado de manera perfecta en las acciones que Napoleón planeaba. Se debe entender que la Guerra como “arte” se basa en el “arte del engaño”. A los enemigos hay que engañarlos y la guerra consiste en lograr que nunca sepan las determinaciones que se harán.

El oficial que venía con el cargo de comisario en el bergantín “La Consolateur”, era el militar francés Santenaz, quien después de dos meses de navegación (30 de mayo a los primeros días de agosto de 1808), desembarcaba en Puerto de Maldonado con el cirujano y un aspirante a oficial de la embarcación, trasladándose a Montevideo. Fue durante su ausencia, que el bergantín francés fue descubierto por dos cruceros de guerra ingleses, que arribaban a ese sector. “La Consolateur”, optaba por fugarse, evadiendo el combate, pero al verse perseguido por los navíos ingleses, quienes, hicieron una andanada en contra del bergantín, obligaron a la tripulación del mercante galo, puesto en arma, abandonarlo, nadando en dirección a la costa. Los ingleses se hacían del barco comercial galo, traspasaban a sus buques la carga de “La Consolateur”, para posteriormente incendiarlo. Esto ocurría el día 8 de agosto de 1808.

Cuando llegó Santenaz y sus compañeros a Montevideo, se sorprendían al ver que toda la población estaba en conocimiento de los acaecido en España, con la abdicación forzada de Carlos IV, en favor de su hijo Fernando VII y posteriormente la de este y el posterior cautiverio de ambos en Francia por medio de un atroz y perverso engaño. “El pueblo, instruido de estos sucesos, cayó sobre nosotros y nos escupió prodigándonos los calificativos más injuriosos. Yo no sé hasta donde habría ido su venganza y su furor, si el Gobernador, don Francisco Javier Elío no se hubiera creído en el deber de prevenir las consecuencias que podía ocasionar este imprevisto suceso. Así, sea para librarnos del peligro con que nos amenazaba un populacho irritado y ávido de la sangre de unos cuarenta desgraciados franceses que miraba como traidores, sea para cumplir los deberes que su cargo le imponía, nos hizo arrestar y tratar como prisioneros de guerra”, escribió Jullien Mellet, en su libro editado en 1823, “Voyage dans L´Amérique méridionale depuis 1808 jusqu´ en 1819” (Historia General de Chile. Tomo VIII. Barros Arana, Diego. Parte Sexta. Primer periodo de la Revolución de Chile, de 1808 a 1814. Capítulo Primero. Página 31. Editorial Universitaria. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Segunda Edición. Santiago de Chile. Enero de 2002).

Santiago Antonio María de Liniers y Bremond, quien en ese tiempo ejercía el cargo de Virrey del Río de La Plata, en el momento de ser informado del arribo del comisario francés, apellidado De Santenaz, solicitaba a don Francisco Javier de Elío, quien ejercía como Gobernador de Montevideo, evitar que a los emisarios de Napoleón arribados a la que sería posteriormente la capital de Uruguay, fueran maltratados por la turba o las tropas existentes en la ciudad, debiendo tener un tratamiento indulgente hacia ellos; además, solicitaba de forma imperiosa, que los apresados fueran trasladados rápidamente a Buenos Aires. Liniers obraba con la máxima cautela ante la situación. La forma de actuar del Virrey Liniers con el francés M. de Santenaz, fue de una indulgencia que llevaban a la población bonaerense creer que él (Liniers), era partidario de Napoleón.

 Al saber el Virrey Liniers que el comisario M de Santenaz, pedía a los miembros de la Real Audiencia estar presentes cuando recibiese al enviado de Napoleón. Lo mismo pidió a los alcaldes de las ciudades más cercanas a Buenos Aires. Con esta comitiva recibía el día 13 de agosto de 1808 al comisario M. de Santenaz y los pliegos que traía consigo.  El Virrey Liniers procedía de esta forma, no sólo para proteger su persona, sino, también, porque Santenaz no era funcionario del Imperio Español, y debía tratarse como una persona de nación extranjera. El enviado por Napoleón, M de Santenaz, abrió su equipaje ante la comitiva presidida por el Virrey Liniers, donde venían los documentos con las instrucciones expuestas por Napoleón Bonaparte, exhibiendo, además, el pasaporte que el emperador francés le entrego a él , además, de las cartas donde se informaba la renuncia al cargo de monarca por parte de Fernando VII, la abdicación de Carlos IV en favor del primero, y de ambos en favor del emperador francés, impresas en España y Francia, y autorizadas por el Ministro de Relaciones Exteriores.

Los oficios del Ministro de Relaciones Exteriores estaba compuesto por documentos donde habían unos sin la firma de él, ni del Emperador francés, aunque exhibían las intenciones que había hecho este ultimo en favor de su hermano, José Bonaparte, Rey de Nápoles, para coronarse como monarca de España y su imperio, como también de las cortes que se habían mandado a congregar en Bayona, con el claro fin de exigir a la población su consentimiento a la coronación de José Bonaparte como el monarca de España, ocultando el sometimiento del país bajo un concepto que distaba de esto, como era la idea de Independencia e integridad. Estos documentos venían cerrados y sellados con los escudos de las secretarias de España para los diferentes virreinatos y capitanías generales existentes como colonias españolas. Las que traía consigo el comisario Santenaz, estaban dirigidas a quienes ejercían la autoridad en los virreinatos del Rio de La Plata, del Perú, México (de Nueva España); Colombia, Panamá y Ecuador (Nueva Granada). Además, de otras que debían proseguir su rumbo a Santa Fe y las islas de Filipinas, pero también se incluían algunas misivas y oficios, que fueron embarcadas en el mismo navío y consideradas dentro de su equipaje (del comisario francés Santenaz),  a pesar del ser escritas por miembros del Consejo de Castilla y que anunciaban la nulidad de la abdicación del Rey padre (Carlos IV), la voluntad de su hijo (Fernando VII), para que aquél volviese a ocupar el trono español.

Santenaz fue obligado a retornar a Europa, por el Virrey Liniers, al saber que no había podido entregar ninguna de sus misivas a los agentes napoleónicos que operaban en las colonias de América, junto a ello, en la embarcación donde retornaba a la Metrópoli (España), regresaban también, la tripulación del navío hundido por los ingleses prestando servicio en el buque de origen español que volvía a España. Mientras sucedía lo expresado en el párrafo anterior hasta esto último, la población bonaerense de esos tiempos, al saber la llegada del emisario francés Santenaz, vivía en una gran excitación, en cuanto a la información que portaba y la decisión que tomaría el Virrey, en cuanto a reconocer a Napoleón como Emperador del Imperio español o se mantenía fiel a Fernando VII.

Todo esto llevaba a ver, que la población de origen español arraigada en las colonias, creía que la causa de los reyes borbónicos estaba pérdida para siempre; junto a esto tenían, la idea que cualquier inquietud en referencia a ello, no haría más que aflojar los vínculos que unían a las colonias con España. Ellos-los españoles en los virreinatos-, deseaban el reconocimiento de José Bonaparte y prepararon una serie de acciones de carácter nocturno con la población de la urbe, para respaldar la propuesta de reconocer a José Bonaparte como emperador de España. Curiosamente los nacidos en América, es decir los españoles nacidos en América, denominados criollos, se oponían a esta proposición, dado que habían tomado conciencia de su valer.

 A pesar que la población de las colonias en América de España, las autoridades de los gobiernos en los Virreinatos y Capitanías Generales, en especial de Buenos Aires, pensaban que la situación existente en España estaba irrevocablemente consumada, por lo tanto, sólo se debía reconocer y obedecer al nuevo gobierno imperial español (Emperador José Bonaparte). Se aprecia así, desde antes de convertirse las colonias españolas en América en Estados independientes, existía un distanciamiento de quienes ostentaban el poder con la población que gobernaban. Las autoridades distaban mucho de lo que apreciaban, sentían y pensaban los habitantes de este continente. Los destinos del imperio español, mostraban el quiebre de él, producto de las argucias de Napoleón Bonaparte por hacerse de este.

El gran aliado de los Borbones había engañado y sometido a estos, la lucha contra el adversario inglés pasaba a segundo plano ante el deseo de Napoleón de hacerse dueño de toda la península Ibérica y así, también, tener dominio en los territorios de ultramar de los imperios de España y Portugal. La petición de ingresar con sus tropas a territorio español, justificándose en una invasión a Portugal, único bastión en el continente que se mostraba partidario de los ingleses y como tal, el único lugar por donde las fuerzas británicas podían oponerse en pleno continente europeo a las fuerzas napoleónicas. Es así, que la solicitud para el ingreso de tropas francesas a España con la finalidad de invadir Portugal, tuvieron un doble propósito, donde no sólo era lo expresado en las líneas anteriores de este párrafo, sino, además, tomar prisioneros a los reyes Borbónicos (Carlos IV y Fernando VII) y ocupar Madrid, haciéndose del dominio político de España y su imperio. Napoleón supuso que con estas acciones quedaba sometida España a su autoridad, pero, jamás imagino la sublevación de la población contra quien juzgaban invasor.

Las acciones en España, llevaban a creer que los gobernadores y virreyes de las colonias, en especial de América, procederían como pareció que haría el Virrey de origen francés, Santiago Liniers, cuya autoridad ejercía en el Virreinato de La Plata, como también las autoridades de las instituciones  administrativas de este tomarían la opción de reconocer a José Bonaparte como el emperador de España, con el fin mencionado en párrafos anteriores, de sostenerse en los cargos adquiridos; lo cual, también tenía la intención de congraciarse con las autoridades y nobleza, establecidas en Bayona. existente en la Península Ibérica.

Las autoridades del Virreinato de La Plata después de un breve tiempo lleno de vacilaciones por el deseo de tomar la “decisión correcta”, y la llegada de mayor información sobre los sucesos ocurridos en Madrid, a lo cual se sumaba el temor en quienes tenían autoridad en los otros estamentos del Virreinato, sobre la determinación que tomaría Santiago Liniers, cuyo origen francés, podría llevarlo de manera parcial a reconocer a José Bonaparte como emperador, sumándose a la nobleza española que lo había reconocido como tal. La nacionalidad del Virrey Liniers, no sólo llevaba a las otras autoridades de las distintitas instituciones administrativas y de poder dentro del Virreinato de La Plata a temer y dudar de la decisión que optaría Liniers, igualmente lo hacia la población de toda aquella organización geopolítica. La población de las Provincias del Mar del Plata, tenían una fuerte creencia sobre Liniers y de las demás autoridades del Virreinato, en cuanto a que acatarían lo dispuesto por la nobleza española y por ende, el Gobierno central de España, en cuanto a reconocer lo dictaminado por Napoleón Bonaparte y las renuncias de los reyes Borbónicos. Carlos IV había abdicado al trono en favor de su hijo Fernando VII y este último firmaba, en Bayona su renuncia a su autoridad monárquica sobre España. Producto de la percepción que tenía la población acerca de las decisiones que tomaría él, llevo a Santiago Liniers transcurrido un par de días, a la determinación de pronunciar un discurso para los habitantes de la región, en cuanto a esta situación, con el fin de evitar una alteración al orden con características de sublevación de la población existente en las Provincias del Río de La Plata.

El día 15 de agosto de 1808, salía publicado un manifiesto firmado por el Virrey de La Plata, donde Liniers daba cuenta de los últimos hechos ocurridos. En ella expone, en parte, lo siguiente: “De todos los pliegos recibidos, resulta que el emperador de los franceses se ha obligado a reconocer la independencia absoluta de la monarquía española, así como también de sus posesiones ultramarinas, sin reservarse ni desmembrar ni el más leve ápice de sus dominios, a mantener la unidad de la religión, las propiedades, las leyes y usos con que se asegure en adelante la prosperidad de la nación”. (Historia General de Chile. Tomo VIII. Barros Arana, Diego. Parte Sexta. Primer periodo de la Revolución de Chile, de 1808 a 1814. Capítulo Primero. Página 33. Editorial Universitaria. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Segunda Edición. Santiago de Chile. Enero de 2002).

En su nota a la población, Liniers hacia referencia, también, que el emperador francés, Napoleón Bonaparte, había convocado a las cortes en Bayona, cerca de Madrid, y como éste aplaudía las acciones victoriosas que hicieron las personas y militares bonaerenses contra los ingleses, ofreciéndoles una serie de auxilios, como eran municiones y otros pertrechos militares. El Virrey del Rio de La Plata, Santiago Liniers, lograba ocultar la proclama de Napoleón que había traído el comisario Santenaz, y junto a ello recomendaba a sus gobernados que estuviesen atentos a los hechos con los cuales la suerte de la monarquía podía seguir, para así, obedecer a la autoridad legitima que ocupase el trono y ejerciese dominio soberano sobre todos los territorios del “Imperio donde nunca se oculta el sol”.

La conducta vacilante de Liniers, fue muy similar a la de muchos virreyes americanos y gobernadores de Capitanías Generales (de Venezuela y de Chile), como la de Iturrigaray en Nueva España, el Capitán General Casas en Venezuela y José Antonio García Carrasco en Chile.  Aquella conducta contrasta totalmente con la expuesta por el Virrey del Perú, Fernando de Abascal, quien desde un comienzo y con gran entereza reconoció a Fernando VII como su rey y a Napoleón como un invasor. La historia dice que Abascal al recibir las cartas de Murat, provenientes desde Buenos Aires, donde se le anunciaba la renuncia de los reyes Borbónicos al trono español, llamaba a reunión a los miembros de la Real Audiencia, con fecha 08 de octubre de 1808, donde en acto solemne expuso que aquella renuncia era un fraude y en ese momento mando a jurar y reconocer a Fernando VII, como Rey de España e Indias.

Mientras sucedía esto, la demora de la información que llegaba a las Américas hizo que unos documentos arribado a finales del mes de septiembre de 1808, fueran noticias al comienzo de noviembre con un carácter totalmente diferente a lo que trajo el comisario francés Santenaz y las notas que provenían de la misma España. En las ultimas comunicaciones se hacia referencia al levantamiento de los pueblos españoles contra los franceses era general. Que en Sevilla se había organizado una Junta de Gobierno en representación de la nación en nombre de Fernando VII. Además, que las fuerzas militares y milicias españolas habían logrado varios triunfos sobre las tropas francesas, en especial la de Bailén, lo cual llevaba a creer que la insurrección del pueblo español pronto expulsaría al invasor galo. Todos estos eventos prontamente llevaron a los indecisos virreyes y gobernadores de las colonias en América, que en un comienzo estaban de acuerdo con reconocer lo expuesto por Napoleón, pronto dieron giro a sus determinaciones y sentimientos, reconociendo como su soberano al Rey Fernando VII.

Las Campañas del Sur 2.- La Ruina del Sistema Colonial

 

Ruina del Dominio Colonial

 


                El fallecimiento del Gobernador de la Capitanía General de Chile, Don Luis Muñoz de Guzmán, de forma repentina el día 11 de febrero de 1808, será el comienzo del proceso que llevaría a la emancipación del país. Aquel triste suceso, llevo a la Real Audiencia a reunirse de forma apresurada en la mañana de ese mismo día, para escoger, en calidad de interino, a quien reemplazaría al difunto presidente.  Basándose en la real orden del 23 de octubre de 1806, donde el Soberano (Rey Carlos IV), dispuso: “en todos los Virreinatos y gobiernos de Indias en que haya Audiencia, recaiga el mando político, militar y presidencia, en los casos de muerte, ausencia o enfermedad del propietario, en el oficial de mayor graduación que no baje de Coronel efectivo de ejército, no habiendo nombrado S.M. por pliego de providencia; y que en el caso de no haber oficial de dicha clase o mayor, recaiga en el oidor decano y no en el acuerdo.”  (Historia General de Chile. Tomo VIII, Barros Arana, Diego. Parte Sexta: Primer periodo de la Revolución de Chile de 1808-1810. Capítulo Primero. Página 10. Editorial Universitaria. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Editorial Universitaria. Segunda Edición. Gráfica Andros. Santiago, Chile. Enero 2002).

                La discordia entre los poderes dentro de la Capitanía General de Chile, surgió ante lo dispuesto por la Real Audiencia, al ver que varios militares no aceptaron acatar la resolución establecida, por ley, por la institución de la administración colonial.  El cargo de Gobernador Interino, fue otorgado al oidor de Regencia Juan Rodríguez Ballesteros; designación que, aparentemente, la oficialidad del ejército, consideraba arbitraria al interpretar la norma expuesta en el primer párrafo y denigrante para los militares en servicio en el país. Siempre es importante colocar un ejemplo de esto, que ha ido marcando un derrotero que llevaría al deseo de emancipación de Chile, el evento relatado en los párrafos anteriores era una de varias causas internas y externas que se desarrollaron en país y el mundo. Era el coronel, Luis de Álava, el Intendente de la ciudad de Concepción, quien además ostentaba el grado de caballero de la orden de Santiago y ser miembro de una de las familias más distinguidas de España que ha entregado a este país e imperio algunos notables militares y marineros. El coronel, don Luis de Álava, había llegado a Chile en el año de 1789, con el grado de Teniente Coronel y nombrado por el mismo rey Luis IV, como Gobernador del puerto de Valparaíso, del cual es sacado para ser nombrado como Intendente de Concepción y el ascenso al rango de coronel de infantería, bajo la real orden del 2 de diciembre de 1795.

                El coronel Luis de Álava, destacaba por su comportamiento celoso por el servicio del Rey, pero ya anciano destacaba aún más, carecer de inteligencia en sus acciones, testarudo y con la habilidad de entrometerse en todo orden de negocio y mostrándose inflexible en el cumplimiento de las ordenes reales y creyendo que su misión, como poder público, era templar las costumbres por medio de bandos, de la misma forma que otros sujetos que ostentaban altos cargos a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Don Luis de Álava se ganaba así la animadversión de los habitantes de la provincia de Concepción, pero no tuvo ningún menoscabo en sumando, e incluso se vio fortalecido dado que el Rey lo había confirmado en el mando superior de las armas de la provincia, a pesar que habían oficiales de mayor graduación y antigüedad que él, como lo era el Brigadier Pedro Quijada, a quien por normas coloniales dictadas por el poder monárquico le correspondía el mando de las fuerzas militares de la provincia. 

                El Brigadier Pedro Quijada poseía varios años en servicio en el ejército colonial en Chile y tenía el grado de Brigadier otorgado por Real Cédula del 4 de septiembre de 1795, por lo cual sus pretensiones, estaban avaladas por las normas reales establecidas para la asignación de cargos y mando dentro de las colonias y de la Capitanía General de Chile. Los juegos políticos comenzaron a mostrarse y de los cuales, al parecer, han sido heredados hasta el día de hoy, donde el juego de intereses y nepotismo; las “virtudes”, de familia son consideradas heredadas por quien aparece nominado a un cargo o mando, aunque carezca de los dotes para desempeñarlo. Así, lo protestado por el Brigadier Pedro Quijada, para que fuera asignado el mando de las armas de la provincia, fue sometida el litigio por este cargo que tenía con el coronel Luis de Álava, al mismísimo Rey español, para que el resolviera, aunque basándose en la Real Orden emitida el 24 de junio de 1798, exponía que aquel privilegio lo tenía el Intendente de la provincia, no importando el grado de los otros militares que residiesen en la región. Luis de Álava no tenia mas superiores que el Gobernador de la Capitanía General de Chile y Capitán General del país.  Así el cargo quedaba en las mismas manos de quien ejercía las funciones de Intendente de Concepción.

                Pedro Quijada era un hombre de unos sesenta y cuatro años, con una salud bastante quebrantada, lo cual lo imposibilitaba salir de casa, lo cual llevaba al Rey a nominar con el mismo rango de brigadier a Francisco Antonio García Carrasco, el día 23 de noviembre de 1806. García Carrasco, como se verá en el desarrollo del libro fue un personaje oscuro, aunque diez años menor que Pedro Quijada y, por lo tanto, se mostraba más fuerte y vigoroso. Antonio García Carrasco, fue uno de aquellos militares de oscuro proceder, escaso prestigio, de poco animo que permitiría a Luis de Álava y su arrogancia ser vilipendiado, si no fuese que a su lado un hombre enérgico, seguro y firme en sus convicciones, que llevaría a García Carrasco poder tomar el cargo de Gobernador Interino de Chile. Esta persona era el joven abogado de origen trasandino, arraigado en la región de Concepción, y acérrimo independentista, Don Juan Martínez de Rozas.

                Las intrigas políticas de ese tiempo, donde los nexos y amistades eran parte relevante para el sostenimiento de sujetos, que por su avanzada edad o por sus escasas capacidades se sostuvieran en cargos dentro de la administración colonial e incluso en puestos como el de Gobernador de la Capitanía General de Chile, permitieron mostrar a la figura de Juan Martínez de Rozas, como un personaje hábil, cuya actitud o comportamiento de claro oscuro proceder, lo llevaron a encumbrarse a un liderazgo político superior a quienes poseían los más altos cargos en el país. El Doctor Rozas, se convertía en una verdadera institución de una sola persona y potencia en las regiones al Sur del rio Ñuble. Los estudios en derecho en la Real Universidad de San Felipe, en jurisprudencia civil y administrativa y su conocimiento del latín, lo que le había permitido leer varios libros escritos en este idioma. Lo hacían un hombre de una cultura superior, constituyéndose en uno de las personas con un saber superior a la media de quienes ostentaban cargos públicos y muy superior al de los habitantes de nuestro país.

                En ese tiempo, dentro de las colonias del Rey existía lo posibilidad para que las personas se instruyeran, permitiendo que muchos criollos o españoles nacidos en las colonias tuvieran un buen acervo cultural, lo cual, Rozas aprovecho para adquirir mayor preparación y saber. Juan Martínez de Rozas, además tenía conocimiento de francés, que le permitía realizar traducciones hacia y desde ese idioma, Mientras vivió en Santiago desempeñando las funciones de Asesor de la Capitanía General, se había imbuido en las escuelas filosóficas del siglo XVIII y se familiarizaba con las doctrinas que buscaban acabar con los cimientos de toda organización del viejo régimen monárquico, en los libros existentes en la biblioteca de José Antonio Rojas.  El abogado Juan Martínez de Rozas, en Concepción, se había transformado en una persona pensativa y propagador de las ideas libertarias, que eran absorbidas por jóvenes capaces, inteligentes y resueltos, transformándolo en un sujeto peligroso para las autoridades coloniales y para el Imperio español en la región. Las autoridades españolas, tanto eclesiásticas, militares y civiles, transmitieron al Rey y otros cargos superiores (Virreyes, entre otros), acerca de la injerencia de Martínez de Rozas en el movimiento revolucionario, propagando teorías subversivas en la población joven y perteneciente a las familias más distinguidas del país y de la región de Concepción.

                Dos años antes de la constitución de la primera Junta Nacional de Gobierno, Juan Martínez de Rozas vivía en Concepción distanciado de toda actividad política y cargo dentro del gobierno colonial de Chile, conservando su grado de Coronel de Milicias y el mando de un batallón de Milicia de Caballería Urbana. La muerte de Muñoz de Guzmán, le permitió su retorno a la vida pública. Hábilmente, Martínez de Rozas, exponía a ciertos grupos militares, lo que él comprendía que era ilegal la designación realizada en Santiago para ocupar el gobierno vacante, entendiendo como abusiva y absurda la pretensión del Intendente Álava, cuando reclamaba el mando para sí el mando supremo. Hallándose enfermo y en casa el Brigadier Quijada, correspondía por ley el cargo de Gobernador al Brigadier, Francisco Antonio García Carrasco. Percibiendo que García Carrasco era un personaje oscuro y sin prestigio social, iba a ser él (Martínez de Rozas), quien gobernaría el reino, producto de la gratitud ilimitada que tendría García Carrasco con él. Producto de esta creencia, Martínez de Rozas puso en juego toda su empeño intelectual, político y social para el logro de este objetivo.

                Antonio García Carrasco se encontraba en los años de 1808 en la ciudad de Concepción por orden del difunto Capitán General, se encontró con la carta del regente notificándole acerca de la investidura de su persona como Gobernador Interino. Y con la finalidad de allanarse el reconocimiento de los militares de mayor graduación de capitán, justificaba la reunión a la cual los citaba para el 4 de marzo, en la guerra contra Gran Bretaña, donde se confirmaba la aceptación de todos los militares , que García Carrasco asumiera las responsabilidades, de forma interina, del gobierno político, la presidencia  y la dirección de todas las fuerzas militares en el país; esto por ser el militar de mayor graduación existente en la Capitanía General de Chile. Producto de esta convención, García Carrasco contestaba por oficio al regente que se retrajese de la anterior nominación (Luis de Álava), en la presidencia del país, en carácter interina, apelando para ello en los preceptos imperiales y poder del Rey, a cuyos mandatos no podía omitir.

                Lo anterior llevó a los militares del ejército de la frontera a tomar una actitud opositora a lo propuesto por la Real Audiencia, -como se expresó al comienzo de este capítulo-, generando en esta ultima institución una gran perturbación y temor. Seria las primeras demostraciones de una sublevación que podría transformarse en rebelión que llevaría al derrotero revolucionario independentista mucho antes que la instauración de la Junta de Gobierno del 18 de septiembre de 1810, pero de una forma violenta y por la vía de las armas. Esto logró ser apaciguado por la acción hecha por Francisco Antonio García Carrasco, al remitir una carta al regente donde exponía su beneplácito para ser envestido en el cargo vacante. Aunque no estuvo exento de situaciones de temor o miedo, producto que algunos oidores, faltos de determinación no sostuvieron lo sentenciado por ellos el día once de febrero, dado que, en aquel fallo, aparentemente sin respeto a las normas jurídicas reales, lo cual los llevaba a evadir la responsabilidad que el rey les imponía al realizar la elección de Luis de Álava como Gobernador Interino. En este juego político y de intereses personales, que se mostraba bajo el manto de una vacilación, llevó a los miembros de la institución gubernamental a solicitar al fiscal José Antonio Moxó, barón de Juras Reales, sujeto que en su carácter de magistrado había alcanzado gran fama por haber sido profesor de jurisprudencia en la Universidad de Cervera, en Cataluña y por las relaciones familiares y sociales que poseía. Moxó en su envestidura de magistrado o fiscal, aseveraba que el mando supremo tenía que recaer en el militar de mayor graduación que existiese en todo el reino de Chile y que existiendo dos o más debía ser elegido el más antiguo de ellos. La Real Audiencia aceptando el informe de Antonio Moxó, aparentaba que procedía por lo expuesto por él (fiscal Moxó) y no por la amenaza de sublevación realizadas en sus declaraciones por la Junta de Guerra de los militares existentes en Concepción. La Real Audiencia volvía todo a cero y con fecha 12 de marzo ofrecían al Brigadier Pedro Quijada el cargo de Gobernador Interino.

                Como se expuso anteriormente, el brigadier Pedro Quijada se encontraba agravado por dolencias que le impedían salir de su hogar, dada su edad, por lo cual, su negativa para asumir el mando del país no se dejó esperar, apelando a sus achaques y dolencias que lo llevaban también a su retiro como militar. Producto de ello, quedaba como el único oficial de mayor graduación, el también brigadier, Francisco Antonio García Carrasco, quien recibiría el mando del país, tomando como su secretario a Juan Martínez de Rozas. Ambos sujetos que poseían un abismo de distancia entre las ideas de uno y otro, en ese momento crucial, requerían las virtudes de uno y el cargo del otro para cumplir sus anhelos personales. Francisco Antonio García Carrasco reconociendo sus carencias para la dirección político-administrativos y la gestión de negocios gubernamentales, requería de un sujeto a su lado que fuera hábil y experimentado en eventos jurídicos, políticos y administrativos, que además diera prestigio a su administración y este era Juan Inocencio Martínez de Rozas. En tanto, este ultimo aficionado a la vida pública y aburrido del alejamiento que había sufrido en estos años, aceptaba aquella, aparente modesta posición política de asesor del Gobernador Interino, pero se lleva a suponer a la distancia de los años, que Martínez de Rozas, inspirado en las ideas revolucionarias de los pensadores del siglo XVIII, vio en este nombramiento la coyuntura para el logro de sus sueños emancipadores del país, y que pondrían en dificultades y complicaciones a la administración de García Carrasco. El desarrollo de los eventos posteriores y la acción activa de Martínez de Rozas en ellos, justifican la idea anterior.

                A pesar de todo lo anterior, en el año 1808, nadie en la Capitanía General de Chile, aún los más opositores al régimen imperante y los que con más vehemencia exponían las ideas libertarias, y las reformas políticas y administrativas, podían imaginar la proximidad del proceso emancipador.

 

 


 

 

               

 

 

Película Megan 2.0

 




Ayer 28 de junio de 2025, con una buena compañía, -como es mi señora-, se fue al cine a ver una película, la elegida por horario y deseo de andar con tranquilidad, porque para ir a un local como Hoyts o Cinemark en Chillan, se torna complicado y dificultoso, al existir uno solo que exhibe películas infantiles en jornada de día y de noche para adultos, complicándose el llegar a él, producto de no existir un estacionamiento adecuado para dejar el auto y el que existe hace ver que sale más caro dejarlo aparcado que el ingreso a ver la película, El Mall ubicado en calle 2El Roble, es pequeño e incomodo para acceder a él, a pesar de estar ubicado céntricamente. Fue creado hace tiempo, cuando fue Alcalde Aldo Bernucci y para "que los huasos aprendieran a subir escaleras mecánicas".



En fin, Megan 2.0, es la segunda parte de la película M3GAN, la cual trata de: "M3GAN es una maravilla de la inteligencia artificial, una muñeca realista programada para ser la mejor compañera de los niños y la mayor aliada de los padres. Diseñada por Gemma, M3GAN es capaz de escuchar, observar y aprender mientras se convierte en amiga, profesora, compañera de juegos y protectora del niño al que se vincule. Cuando, inesperadamente, Gemma se convierte en la tutora legal de Cady, su sobrina huérfana de 9 años, no sabe muy bien qué hacer ni se siente preparada para ejercer de madre. Sometida a un intenso estrés laboral, Gemma decide vincular su prototipo de M3GAN a Cady en un intento de resolver ambos problemas, pero no tardará en descubrir las inimaginables consecuencias de su decisión." (https://www.filmaffinity.com) .

En esta segunda parte, la muñeca de Inteligencia Artificial, ha cambiado y el giro de la película, llevan a adentrarse en aquel mundo, que entrega como trasfondo que la IA no es mala en sí, sino, de quien la utilice y lo que desea hacer con ella, como todas las tecnologías  que ha ido integrando en su existencia el hombre, con el objeto de disminuir su actividad física y lograr más cosas en menor tiempo. Megan 2.0, cuenta la historia de la IA que se había descontrolado hacia como dos años y que aún "vive", gracias a que se alojo en la nube su programa, y bueno cuidando y velando por la niña a la cual protegía. Los ribetes que va tomando el film, lo llevan a sumergirse en la historia, que en algunos de sus pasajes evoca a otras y a series de antaño,. como el "auto fantástico", "los Locos Addams",  "Ip Man", entre  otras incluso a animé japonés, como es el "Super Agente Cobra". Esto no la desvirtúa en ningún momento de su guión y lo potencia aun más en la evolución.



Una película entretenida para toda la familia y para quienes buscan adentrarse en este mundo de la IA.


 



Aportes de la Inteligencia Artificial al ejercicio del Periodismo

 



Hoy el Periodismo se  enfrenta una sobresaturación de datos, que exige a los profesionales de las comunicaciones una gran asertividad, compromiso, seriedad y trato de la información que reciben, exigiendo tener una capacidad de análisis del gran flujo de información, acontecimientos y datos que obtienen en el proceso de su búsqueda de los hechos. ya no es sólo la entrega de un acontecimiento y de enviar primicias, que hoy por hoy parecen estar envasadas en un formato standard de entrega noticiosa, perdiendo de este modo aquello que hace a la noticia serlo; es decir, la entrega por uno de los medios que compiten por dejar en conocimiento del público el acontecimiento ocurrido. Hoy el periodismo se ahonda en procesos investigativos de hechos y la indagación del por qué ocurrieron. En este complejo escenario del mundo informativo que establece el analizar grandes cantidades de datos e identificación patrones y tendencias que llevan los hechos, llevan a los profesionales a encontrarse con la dificultad  de encontrarlas o detectarles, para ello la Inteligencia Artificial, surge como un instrumento que puede ser una gran ayuda.



Los Beneficios que puede entregar la Inteligencia Artificial (IA), pueden ser:

1.- Análisis de Datos: Como se ha expuesto en el párrafo anterior, la IA puede ayudar al periodista a analizar grandes cantidades de datos e identificar patrones tendencias que pueden ser difícil de detectar de como persona. 

2.- Investigación Automatizada: Permite, la Inteligencia Artificial, hacer una investigación automatizada, como buscar información en bases de datos y archivos públicos, ahorrando tiempo y recursos a los periodistas.

3.-. Generación de Contenidos: La Inteligencia Artificial puede generar contenidos, como resúmenes de noticias y artículos básicos, lo que puede ayudar a los periodistas a enfocarse en tareas más complejas y creativas.